Luis Miguel Fuentes

13/01/02

REPORTAJE

DEMOGRAFÍA / LA CONTINUA BAJANDO LA NATALIDAD E INCREMENTANDOSE LA EMIGRACION JUVENIL

Cádiz disminuido

La población se redujo, en 2000, en un 1,5%, situando a la ciudad en la que mayor descenso de población registró en toda España


LUIS MIGUEL FUENTES

CÁDIZ.- Cádiz es chiquito, abrazadizo y superpuesto, y tiene la mayor densidad de milenios por metro cuadrado, que por eso se le sale la historia del subsuelo. Pero si a Cádiz se le amontonan las momias chirigoteras y los bronces fenicios, todavía más los vivos, los edificios y los coches, que ya están pidiendo calles con varias plantas (lo propondrá el Yuyu un día de estos). Y es que Cádiz vive encerrado en un brazo de tierra, acosado por el mar que lo ama y lo estrangula, Cádiz en lo que tiene de cintura, de precipicio y de palenque. Las apreturas de Cádiz, tan reventón de gente y gracia, Cádiz que no cabe en sí y por eso se le están yendo los hijos apurados de pisotones, pero todos con añoranza de Caleta y levantazo.

Se van los hijos de Cádiz o directamente no les nacen, porque las estadísticas del 2.000 dicen ahora que, mientras que Andalucía ha aumentado sus habitantes en un 0,9 por ciento, Cádiz ha sido la ciudad de España que más ha visto reducida su población, un 1,5 por ciento, 2.090 habitantes que ya no están. El crecimiento vegetativo de Cádiz viene siendo negativo desde hace años (-255 en 1.999, -156 en 1.998, -163 en 1.997...) por culpa de la general disminución de la natalidad y de esa pirámide de población que se va dando la vuelta como un monumento muy entumecido y crujiente. Pero a esto hay que sumarle, además, la huida de muchos, los más jóvenes sobre todo, que tienen que vérselas con un suelo carísimo y escaso, con viviendas y alquileres estratosféricos, y que por esto tienen que buscar hogar madrastro en San Fernando, Puerto Real, Chiclana o El Puerto de Santa María.

Viviendas prohibitivas
“Conozco a mucha gente que está yendo fuera, a Puerto Real y eso, porque el suelo es más barato”, dice José Jurado, profesor universitario que estuvo viviendo muchos años en Cádiz y que ahora se desplaza diariamente desde Sanlúcar hasta la Facultad de Filosofía y Letras de Cádiz, donde imparte clase.

José Blas Fernández Sánchez, teniente de alcalde, reconoce que hay dos factores que han influido en el descenso de población de Cádiz: “Primero, el control de natalidad, que está disminuyendo el número de niños y ya se nota en las aulas, y segundo, que la gente ha ido emigrando de la ciudad porque no se hacían viviendas para las clases medias”, dice, echándole las culpas de esto a la gestión anterior del PSOE. “No hay terreno —explica Fernández Sánchez— las clases medias se van a El Puerto, a Puerto Real, a San Fernando, aunque la vida diaria la hagan en Cádiz, porque hay buenas comunicaciones”. “Esperamos sin embargo que ahora haya un repunte de la vivienda”, dice refiriéndose a los llamados “terrenos ociosos de Astilleros” y al suelo que está dejando el famoso soterramiento de la vía férrea, el soterramiento que es ya como el obelisco tumbado de Cádiz, casi tan cantado en Carnaval como la misma Caleta.

Pero Cádiz no sólo está limitada por la geografía, sino también por la declaración como Parque Natural del la Bahía, que impide edificar por aquello no arañar la biosfera. Por todo esto, el teniente de alcalde opina que “Cádiz debe ser compensada”, algo que ya ha hecho el Estado, concediendo una ayuda especial de 800 millones de pesetas. Se queja sin embargo Fernández Sánchez de que la Junta de Andalucía “debe a la ciudad muchos impuestos, y no los están pagando, ni tampoco nos compensan por el déficit del número de habitantes, porque Cádiz tiene que seguir prestando los mismos servicios con más habitantes o con menos”. Apunta luego, añadiendo un punto de sarcasmo algo caleti, otra posibilidad: “O secamos la Bahía o hacemos un área metropolitana”. Esto, la creación de una verdadera área metropolitana, es una opción muy defendida por algunos urbanistas. Pero aún habría que enfrentarse con otro de los eternos problemas de la capital gaditana: sus accesos dificultosos, esa Avenida atascada y única, fácilmente obstruida por autobuses y camiones de yogures, a la que el transporte ferroviario todavía no es capaz de servir de alternativa.

El suelo reducido y áureo dispara, por la ley incontrovertible de la oferta y la demanda, el precio de la vivienda y de los alquileres, lo que espanta a muchos que intentan buscar su primer hogar. “Los jóvenes vienen, se desesperan y se van a San Fernando, que se ha convertido en una ciudad dormitorio”, dice una empleada de una agencia inmobiliaria. “Cádiz está muy caro, con relación a la población y al suelo, es la segunda ciudad más cara de España”, admite. Explica que “no hay alquileres por menos de 60.000 pesetas”, y aun así, “en algunas zonas como el casco antiguo, son simplemente imposibles de encontrar”. 

Colegios sin baremación
Para hallar una vivienda en propiedad por 14 o 15 millones, hay que irse a las barriadas más periféricas, y con pocos metros. “Por Loreto, uno de 70 metros puede salir por unos 14 millones”, dicen en otra inmobiliaria. En las mejores zonas, como el Paseo Marítimo, hay que pensar ya en 35 o 40 millones. Un paisano se queja con tristeza de que “cuando se vayan de casa mis hijos, tendrán que irse fuera”.

Si los jóvenes se van por no poder pagar estos precios, los niños no vienen por esa pereza y esa incomodidad que parece el procrear en estos tiempos. Las familias numerosas ya no resultan tan felices y navideñas, baja la tasa de natalidad y de fertilidad y en las aulas de los primeros cursos de los colegios, el espacio se lo llevan más los pinochos y las casitas de madera que los infantes. En algunos colegios concertados, hace años que no bareman, o sea, que no seleccionan a los alumnos, porque hay más plazas que solicitudes. “Antes, los colegios se peleaban por coger a los niños –cuenta Manuel Granado, director del colegio público Celestino Muti— y ahora eso no ocurre. Faltan niños y sobran colegios. En lo que es Cádiz interior hay 9 y con 3 ó 4 habría bastante”. Manuel Granado lleva en el Celestino Muti 36 años y ha llegado a ver listas de espera de cien alumnos, pero ahora reconoce que “se viene notando desde hace varios años la disminución de la natalidad, sobre todo en los cursos pequeños”. En el Celestino Muti, las aulas de los más chicos, espaciosas y coloreadas, con un cortinaje de ositos y llenas de muñecos, puzzles y música como de pitufos, hay diez o quince pequeñuelos como mucho.

En el Hospital Universitario Puerta del Mar (“La Residencia” para todo el mundo) es donde nacía la mitad de la provincia hasta hace poco. Entre la pausa blanca del dolor y de los extirpados de bazo o de alma, las zonas de maternidad, con sus parturientas como cuadros de Botero, son la única alegría del edificio. En la sexta planta hay una decoración de abrazos y culitos de niños, chicas estudiantes de enfermería algo intimidadas por el susto de la primera sangre y la primera placenta,  padres felices haciéndole la primera foto al hijo. Pese a que la dirección de hospital, algo ruda y descontrolada, no da datos sobre los nacimientos, Aurora, que es supervisora de planta, cuenta que “ha habido una época de descenso en el número de partos, aunque ahora parece que está aumentando un poco”. Destaca también Aurora que “la edad de las madres ha subido, antes eran más jóvenes, y ahora una pareja normal es a partir de los 32 o 33 cuando decide tener hijos”. “La población de Cádiz es vieja –comenta Aurora--, los jóvenes se están yendo y los hijos nacen ya fuera”.


Mucha fogosidad pero poca natalidad

“La gente se preocupa por controlar su natalidad, aquí vienen muchas personas cada día”. Carmen Castilla se ocupa de la consulta de planificación familiar en el centro de salud La Laguna, un edificio con apariencia de búnker en una zona cercana a la avenida principal de Cádiz. Carmen habla, simpática, rodeada de esquemas ginecológicos, de pósteres con úteros extractados, de ese expresionismo morboso de las láminas de anatomía. “Aquí viene sobre todo mucha gente joven para usar anticonceptivos, y también algún matrimonio que no quiere tener más hijos, algún señor que quiere hacerse la vasectomía...”. Carmen lleva también un programa de orientación sexual para jóvenes, da charlas en colegios e institutos, charlas “rigurosas pero desenfadadas”, aclara. “La gente en Cádiz es fogosa, por lo que me cuentan en la consulta –dice sonriendo--, los jóvenes sobre todo, y ya a partir de los 40 o así, menos”. Fogosidad que no se traduce en natalidad, según se ve en las estadísticas. El sexo templado y marítimo de Cádiz, el sexo al que llama la fiesta, el Carnaval que ha comenzado ya este fin de semana con sus primeras ceremonias, la pestiñá, la erizá, la ostioná, el sexo practicado con abundancia y alegría que explica Carmen no es suficiente para evitar que Cádiz pierda población y vaya llenando los parques de jubilados más que de niñeras.

 

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