Luis Miguel Fuentes

25/03/02

REPORTAJE

CRISIS / LA CAIDA DE LAS VENTAS DEL JEREZ PONE EN LA CUERDA FLOJA A MAS DE 4.000 FAMILIAS

La ruina de la histórica viña andaluza

Los pequeños agricultores acusan a las grandes bodegas de reducir drásticamente los precios


LUIS MIGUEL FUENTES

JEREZ.- “Es la ruina”, dicen los hombres en corrillo, al sol ciudadano de Jerez, frente a la sede del Consejo Regulador de las Denominaciones de Origen Jerez-Xérès-Sherry y Manzanilla de Sanlúcar de Barrameda. Son pequeños y medianos viñistas del Marco de Jerez que hacen una llaneza de mascotas y gorras, de tabaco y juanetes frente a la arquitectura ostentosa del edificio, sus placas doradas, sus patios con mármol, sus vidrieras de vendimiadoras felices y sin pringue. Vienen airados e indefensos por los bajos precios, por los mostos que no se venden, por las normas de descalificación que ha impuesto fieramente el Consejo Regulador, por la dictadura, dicen, de los grandes productores y exportadores. Ellos, la parte primaria y débil del mundo vitivinícola, son los que más están sufriendo la crisis del sector. “Al pequeño viñista le quieren apretar las clavijas”, dice Juan Romero, uno de los organizadores de la movilización.

Son un centenar aproximadamente, la mayoría de ellos de Sanlúcar de Barrameda y Trebujena. Han venido en sus coches, sin pancartas, casi sin organización. Ni las asociaciones de cooperativas ni los sindicatos han querido apoyarlos. Ellos insisten en que es porque “tienen miedo de las represalias de las bodegas, que no les compren los mostos ahora que están negociando”. “Sabemos que en La Guita y el Cuadrado se han llevado a todos los trabajadores al campo para que no vinieran aquí”, dice Pepe Jurado. Algunos trebujeneros están comentando que “el alcalde ha estado riñendo a la gente para que no viniera”. Esta movilización parece que molesta a muchos, pues viene a ser la primera avanzadilla de una revolución que podría levantar a miles de familias, reventadas y empobrecidas, hartas de ver que cuanto más trabajan y mejor producen, más palos se llevan.

En el panfleto que han repartido, duro de negrillas y desesperación, se denuncia que desde que terminó la última vendimia todavía no se ha llegado a un acuerdo sobre el precio del kilo de uva y la bota de mosto, y que son las grandes bodegas las que han “impuesto unilateralmente los precios”. Advierten de que todo esto supondrá “la ruina de forma directa de más de 4.000 familias”. “La cosa está mala, vamos a tener que dejar la viña para los pájaros”, se lamenta José Box Romero, de Sanlúcar, que tiene 6 aranzadas, un “cachillo”, como ellos dicen. Con 4 ó 5 aranzadas, hasta hace poco años, una familia podía subsistir. Ahora, con el sector en crisis, con bajos precios, poca venta y muchos excedentes, la viña pequeña es sólo un pozo de ruina. “¿Crisis? –pregunta irónicamente el hijo de José Box— La crisis es para nosotros, los que estamos en el campo, porque las grandes bodegas no tienen: ahí está La Guita, haciendo naves nuevas y poniendo muñequitos y fuentes”. “No quieren pagar la uva, la descalifican toda [descalificar supone que se destina a alcohol o a vinos sin crianza, y por ello se paga mucho más barata] –dice Juan Manuel, propietario de 2 aranzadas y media—. Todo esto es un chantaje del monopolio de los gordos, que quieren aprovecharse”. “Lo que queremos es que, si hay excedentes y pérdidas, no repercuta sólo en el pequeño viñista”, insiste Juan Romero, con un megáfono algo descacharrado en la mano.

Los viñistas quieren reunirse con el presidente del Consejo Regulador, Luis García, y exponerle sus reivindicaciones, que su panfleto resume en tres puntos: la constitución de una mesa de negociación de todo el sector, la fijación inmediata del precio de la uva y del mosto, y que el Consejo Regulador inste a la Junta de Andalucía a la presentación antes de la vendimia de este año del Plan Estratégico del sector. José Luis Pomar, el jefe de prensa del Consejo Regulador, menudo y huidizo, se muestra condescendiente y algo incómodo con los viñistas: “El presidente se va a reunir con ellos por cortesía, porque sus reivindicaciones no son competencia del Consejo”. 

“¿Que no es de su competencia? Pues a ver para qué pagamos nosotros al Consejo todos los años, ¿qué han hecho por nosotros?”, dice, enfadado, José. “Resulta que el Consejo Regulador no tiene competencia en los precios, pero ellos son los que nos descalifican la uva para que nos la paguen a tres duros, a ver si eso no es poner los precios...”, reflexiona Rafael.

Mientras sus representantes negocian arriba, los viñistas reunidos en el patio departen y siguen ironizando y dudando de las versiones oficiales sobre la “crisis”. “Qué casualidad, hombre: resulta que cuando se les quiere vender la bota de mosto a su precio, la bodega está llena y no compran, y si se la ponen a 50.000 pesetas, ahora la bodega está vacía y sí compran, ¿eso cómo es?”, se pregunta Antonio Cuevas. “No hay excedente, lo que pasa es que los señoritos quieren el mosto regalado, y pagarlo en dos años, mientras ellos siguen con sus tejemanejes: descalifican la uva, se la llevan por ahí y la traen con otros papeles, ya sin descalificar; hacen el vino con la descalificada y no compran el mosto bueno ”, dice José, reviviendo la vieja leyenda de este fraude, constantemente comentado en el Marco de Jerez pero difícil o imposible de probar. Para Antonio, sin embargo, este fraude está claro: “Anda que hemos cogido nosotros a pocos camiones, en Sanlúcar hay pocos ‘piratas’...”. Enseguida, otros comentan casos de mosto más barato traído de fuera por las bodegas, de camiones que viajan siempre con el mismo papel falso, de transportistas que se han hecho de oro con este chanchullo. También Magdalena, una de las pocas mujeres que hay en la concentración, opina lo mismo: “No hay excedente, es que la uva descalificada ha salido por una puerta y ha entrado por otra”. “Un transportista me ha dicho que a él lo mandan y ya está, y que el Consejo arregla los papeles”, cuenta Pepe Pozo, ya muy mayor, desdentado y alto, con algo de montañero de las viñas. “Son cosas que dice la gente, igual que dicen que las hamburguesas se hacen con ratas”, explica sin embargo el jefe de prensa del Consejo, que termina, desafiante, instando a que “lo prueben”.

Tras reunirse con los representantes de los viñistas, el presidente del Consejo Regulador se compromete a crear una mesa de negociación. Juan Romero, por un megáfono que sólo funciona a veces, recomienda a los viñistas “dar un plazo de tiempo, pero si no va por buen camino, tendremos que volver”. Los manifestantes se marchan, algo incrédulos. Saben que sus problemas no terminarán hasta que no se tenga un verdadero Plan Estratégico del sector. Hasta entonces, más de 4.000 familias seguirán viendo su pan inseguro y su trabajo, inútil.


Las razones de la crisis

El sector vitivinícola del Marco de Jerez está tocado. La crisis viene principalmente por el descenso de las ventas y una consiguiente bajada de precios de los productos finales, ya que, al no encontrar mercado, los propios productores del Marco empiezan a competir entre ellos. “En vez de buscar más ventas, aquí se han puesto en el plan ‘si este pone la caja a tanto, yo la pongo a tanto menos’ ”, explica un cooperativista.

Las pocas ventas provocaron que, en el 99, los bodegueros rompieran el acuerdo sectorial sobre los precios de uva y los mostos que se había planeado para los años 97 a 2.000. Esto destrozó a las cooperativas, que se encontraron con que habían pagado la uva que traían sus socios a los precios previstos, pero las bodegas comprarían los mostos a precios más bajos que los estipulados en principio.

En el 99, el precio de la bota cayó 3.500 pesetas, de 72.000 a 68.500. En 2.000, se tenía previsto otra bajada de 3.000 pesetas que al final resultó de 6.000. En dos años, el precio de la bota había caído 9.500 pesetas, pasando, pues, de 72.000 a 62.500 pesetas. La existencia de grandes excedentes provocó que, además, sólo se vendiera una parte del mosto. En la negociación por vender a las bodegas el mosto almacenado, sin otra alternativa posible que tirarlo, el año pasado las cooperativas llegaron a aceptar precios de hasta 50.000 pesetas por bota, el 31% menos que el precio del 98.

En el marco de Jerez hay aproximadamente 550.000 botas almacenadas, mucho más de lo que se tiene previsto vender. Como no es necesario tener más vino en crianza, los bodegueros aseguran que sobran 100.000 botas de vino.

Uvas 'descalificadas'
Este excedente ha provocado que el Consejo cada vez descalifique más uva. Descalificar uva significa que, si la producción de una viña pasa de cierta cantidad, la uva sobrante (descalificada) no puede utilizarse sino para quemarse para alcohol o para producir vinos que no sean de crianza. Esta uva descalificada se paga a los viñistas a un precio muy bajo. Las últimas normas del Consejo Regulador para la próxima campaña estipulan que se descalificará la producción que sobrepase los 11.428 Kg por hectárea (que equivales a unos 80 hectolitros por hectárea). Además, si el rendimiento de una viña supera los 14.285 Kg/Ha., se descalificará toda la producción de la finca. Esto, en la práctica, supone que las viñas que produzcan esta cantidad tendrán que dejar uva en el campo o tirarla,  por no ver toda la cosecha descalificada.

 

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