Luis Miguel Fuentes |
REPORTAJE |
EL DESMORONAMIENTO DEL GIL / EL EQUIPO DE GOBIERNO DE LA LINEA ABANDONA A GIL Y SE PASA AL GRUPO MIXTO |
NUEVAS HUIDAS:
Como un gigantesco castillo de naipes, la formación que preside
Jesús Gil y Gil se va desmoronando poco a poco, multiplicándose las
bajas de sus, hasta ahora, fieles seguidores y afiliados. La última
huida ha sido la del equipo de gobierno de La Línea, que ha decidido
pasarse en bloque al grupo mixto. Como en todos los lugares donde
gobierna el GIL, la controversia está en la calle, en sus ciudadanos.
Muchos destacan los logros de la formación que dirige el alcalde de
Marbella. Mayor seguridad y limpieza son sus grandes bazas. Pero
también está la otra cara, el lado oscuro de estos 'paraísos':falta
de libertades, violencia de sus fuerzas de seguridad y la primacía
del dinero que, como una omnipresente sombra, lo cubre todo. La cara más oscura del 'paraíso' |
Las cenizas del GIL LUIS MIGUEL FUENTES El Grupo Independiente Liberal, el GIL, que hasta las siglas las tomó de su propia vanidad, va desintegrándose poco a poco, hay una deserción de hombres pulcros que no quieren hundirse en la misma poza que su patrón, tan consumido de escándalos y tribunales. Dicen que el principio del fin del GIL más allá de sus alcázares de Marbella fue la rotura de lo que ellos mismos llaman “la correa de transmisión de Estepona”. El último derrumbe ha sido en La Línea, donde el GIL ganó las últimas elecciones municipales por mayoría absoluta, más del 56% de los votos y todas las manos libres al mar y a los negocios. Ahora, los hombres del GIL en La Línea reniegan de su estirpe y escapan al grupo mixto, haciendo una multitud en una esquina. Jesús Gil los ha llamado traidores, a pesar de que en los medios había insinuado a sus soldados que “se buscaran la vida”. Pero es que ya el amo es otro, y no hay fidelidades eternas. La Línea es una ciudad fronteriza y terminal, con Gibraltar, ese país que es una sola barriada, severo y amenazante en el horizonte. Como todas las ciudades que han sido del GIL, La Línea tiene su brillantez en los maceteros y las farolas, en un centro muy pulido y ajardinado del que han desaparecido pedigüeños y macarras por la ley ruda que imponen los “Cobra”. Que La Línea ha cambiado con el GIL no lo niega nadie. “Cuando vine la primera vez —cuenta una mujer en un autobús—, hace unos diez años, todo el mundo te metía miedo, te decían que no salieras a la calle por la noche. Ahora ya no es igual, han quitado mucha delincuencia”. Por el centro, dependientes, transeúntes y comerciantes coinciden: “Con el GIL, bien, ha puesto farolas nuevas, ha asfaltado calles, y hay más seguridad. Mucho mejor que el PP o el PSOE”. “El GIL me parece bien —comenta un hombre que fumiga un jardín— y hay más seguridad, que antes atracaban las tiendas metiendo los coches de culo en los escaparates, y enseguida te sacaban la navaja, y eso ya no pasa”. Limpieza y seguridad Limpieza y seguridad, mascarón de proa del GIL, poner serenos y guardias, limpiar las calles de bolsas de plástico y melenudos. A la gente de La Línea poco o nada le importan las peripecias judiciales de Jesús Gil, ni las acusaciones sobre utilizar la política para intereses propios, eso de ir alimentando constructores, contratas y comisiones desde los salones políticos. Tampoco parece preocupar el hecho de que el GIL de La Línea haya pasado al grupo mixto. “Lo importante es que La Línea esté bien, lo demás nos da igual, y esta gente lo ha estado haciendo bien”. Es una opinión que se repite mucho. La mayoría coincide en que volvería a votarles. Sólo ven una pega: “El Ayuntamiento se está endeudando mucho, tienen muchas trampas —aseguran en una agencia de viajes—. Es lo único malo que veo, que la deuda crezca demasiado”. El Ayuntamiento de La Línea tiene un jardín entre pagano y piadoso, hay desnudos levemente griegos al lado de una Virgen que dice, desde el pedestal: “Yo soy la Inmaculada Concepción, patrona de este pueblo”. En el salón de plenos, con una bella sillería con castillos y sirenas, están nombrando a un hijo adoptivo de la ciudad. Pero para hablar con el alcalde, Juan Carlos Juárez, hay que pasar por escuderos y heraldos, que lo tratan con mucha distancia y pausa. El alcalde es canoso, con algo de galán venezolano, muy hablador con las señoras y los curas, pero tiene esa simpatía automática de los vendedores y los truhanes, tan sospechosa siempre Posible pacto con el PP “Pasamos al grupo mixto porque el concepto de GIL se agota, pero sigue existiendo nuestro compromiso con la ciudad”, dice. El alcalde vende entonces, con una retahíla muy aprendida, sus logros en la ciudad, numerando plazas y magnificencias. Aunque el ahora grupo mixto, antes GIL, tiene mayoría absoluta, se encuentra negociando pactos con el PP, pactos muy silencioso, eso sí. Esto, que puede parecer innecesario, tiene su lógica. Lo explica así el alcalde: “El pacto con el PP es probable. Esta es una ciudad fronteriza y necesita buenas relaciones con la Administración Central”. Pero se comenta que el PP tiene todavía serias reticencias: no quiere saber nada de Manuel Aguilera, concejal de seguridad ciudadana y demiurgo del GIL en La Línea. Tampoco querría el PP al jefe de la Policía Local, David Iria, con sus escuadrones “Cobra” acobardando a las barriadas. Sin embargo, oficialmente, el PP de La Línea no tiene muchas ganas de hablar del posible pacto. El portavoz del grupo municipal, José Luis Landero, se excusa diciendo que “yo no he llevado el asunto y no tengo la información”. Remite al presidente del PP local, Eloy García Moreno, que no está localizable. Las negociaciones, sin duda, las están llevando desde más arriba. Ningún peón quiere decir una inconveniencia. Sí se moja la presidenta del PP de Cádiz, María José García Pelayo, aunque ella no lo llama “pacto”, sino “conversaciones”. García Pelayo se felicita de que “las siglas del GIL hayan desaparecido de la provincia” y añade que “hemos hecho una oposición muy fuerte y las relaciones se tienen que normalizar, y a lo mejor culminan un día en pacto, o no, aunque han mejorado mucho”. Estigmas Piensa también que “no se puede poner un estigma” a los que fueron del GIL y que “se están sacando muchas conclusiones precipitadas”. O sea, que quien tenga ojos para ver... Juana Larsy, diputada del PSOE en el Parlamento andaluz, tiene claro que “el GIL ha sido en La Línea un experimento transitorio” y no duda en arremeter contra el PP, al que acusa de pactar con los que son o fueron hombres de Gil, en La Línea y también en San Roque. “Pasan al grupo mixto para poder pactar con el PP, porque no les llega dinero de la Administración Central”. Parece que ha sido éste uno de los motivos de ruptura del GIL de La Línea con el gran jeque de Marbella: la guerra permanente contra las otras administraciones públicas, que “es una forma de actuar como kamikazes”, dicen el alcalde y Manuel Aguilera en un comunicado de prensa. El proyecto GIL, proyecto de hacer negocio del municipio a cambio de aceras limpias y una policía muy rondadora. Los ex-GIL se escurren cuando se les pregunta por sus motivaciones, por qué deciden instalarse en La Línea, y por qué el alcalde, madrileño, economista y agente de la propiedad inmobiliaria, viene de sus mesetas a este sur extremo. Según Juan Carlos Juárez, venir a La Línea fue fruto de la “continuidad con la Costa del Sol”. Pero por su currículum parece ser más bien un piloto contratado para llevar el pueblo como una constructora. El alcalde, sin embargo, concluye: “Eso de que haya intereses personales es falso. Nadie se ha enriquecido”. Claro, es perfectamente comprensible que un economista de Madrid venga expresamente a un pueblo de Cádiz únicamente para hacer feliz a su gente. Las sombras de estos hombres ex-GIL parecen demasiado evidentes.
Populismo, mano dura y el polémico papel de los 'Cobra' No se puede negar que el alcalde, Juan Carlos Juárez, es un personaje que goza de popularidad, y, según dicen, es amable y coleguil con los vecinos. En una cafetería con agobio de ocres y maderas, una señora ya algo mayor, que fuma y bebe cerveza mientras entorna los ojos evocando el momento de su encuentro con el alcalde, cuenta su experiencia: “Este hombre, el alcalde, es divino, bendito sea. Es muy simpático y agradable. Un día hasta me convidó. Estaba yo en un bar, hablando de lo mal que estaba la calle Gibraltar, con los enganchados y las prostitutas, y yo ni sabía que era el alcalde ni nada, y él me escuchaba, y hasta me convidó, ya te digo, y el mismo día por la noche había guardias de todos colores en la calle”. Y concluye: “Da gloria, los demás alcaldes han sido una porquería”. Pero no todo el mundo piensa así. Un hombre sentado en un bar gesticula algo feroz y asegura: “Los del GIL, fatal, es que no se puede gastar el dinero sólo en macetas, que aquí también hay paro. Y luego dicen que han quitado a los chorizos, cuando el más chorizo es su jefe, Jesús Gil. Y además van a dejar un montón de trampas”. Otro vecino puntualiza: “Es por el centro donde la gente está más contenta, que lo ha puesto todo muy bien, pero ya por Los Junquillos, o La Atunera, no. Además —hace un mohín de disgusto— la policía local tiene mano dura, y a veces avasalla”. Una mano embelleciendo parterres, pero la otra mano, la mano dura, el guantelete fiero, abusando, dicen. Los “Cobra” caminan por la calle Constitución con cierto parecido a los hombres de Harrelson, muy armados y ariscos, con la mole de Gibraltar poniéndoles una sombra de filo e intención. Pese a las más de 500 denuncias que han recibido por distintos abusos de autoridad y malos tratos, ninguna ha salido adelante en los juicios, según cuenta el Jefe de la Policía Local. Dice que ellos “cumplen la legalidad” y además tienen el “apoyo de los ciudadanos”, más del 80% según una encuesta. “El que se comporta bien, no tiene problemas con la policía”, argumenta un viejo barbero en su local, que parece más una cocina antigua que una barbería. Es la prosperidad aparente y festiva que vende el GIL, y que puede que sigan manteniendo sus descendientes, pues estos de La Línea son los mismos cambiados de nombre y mudados de calzoncillos en el grupo mixto, y no se sabe si apaciguados un poco por el posible pacto con el PP. Pero La Línea es otra esquina que se le ha quemado a Jesús Gil y a su proyecto político, que era todo una mercadería. Al GIL sólo le quedan sus cenizas, y a su patrón, la esperanza niña de convertir a Marbella, un día, en una isla.
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La cara más oscura del 'paraíso' A pesar de que una gran parte de los vecinos de La Línea apoyan la labor realizada por el GIL, en unos soportales, por Bellavista, unos chicos dan la otra versión del “paraíso” de La Línea.“Estos del GIL, pero si están vendiendo hasta los cachos de parque y tirando los patios de vecinos. Y aquí mucha rotonda y mucha macetita, pero trabajo, poco, y están dejando muchas trampas”. “Y los “Cobra” meten caña”, dice otro chaval al que, aquí en La Línea, seguramente se le acusaría del delito inexistente de llevar un pendiente y un tatuaje. “Hay seguridad, pero se pasan, y a la juventud la maltratan. Si no llevas carné, te meten tres tortas, y si no llevas la factura del radiocasé del coche, te lo quitan”.“Si hasta le pegaron a un concejal, porque no se dieron cuenta”, siguen comentando entre ellos. Otro se acerca y se atreve a confesar: “Yo, que estuve en la droga porque me tenía que buscar la vida, me vi en una silla mientras pegaban una paliza como si fuera un terrorista”. Otros ciudadanos no tienen duda en destacar y defender la labor que realizan los Cobra, utilizando la excusa de la seguridad.Pero quizá, para esta policía que no distingue, el enemigo pueda ser lo mismo un atracador que un vendedor de figuritas de alambre. Seguridad a cambio de injusticia para el inocente que se encuentre en el borde por hacerse una trenza en el pelo. Lo de siempre en todas las ciudades del GIL, lo de siempre cuando se pone la tranquilidad de la plazoleta por encima de cualquier derecho individual. |