Luis Miguel Fuentes |
15/04/02 |
REPORTAJE |
Asustaviejas: especulación e inmoralidad |
CÁDIZ.- Los llaman asustaviejas o matatías, tienen algo de enterradores y de urracas, de abusones y de cocos. Vienen, merodeadores, con maletines y miedos, con engaños y arquitectos, con ruinas y prisas, aparecen y desparecen por el casco histórico de Cádiz según las épocas y los vientos y sacan a las familias y a los bisabuelos muertos de sus alcobas, de sus patios con aljibe, de sus casas como bodegas o buques piratas. Pese a su nombre de fantasmas, no dejan de ser especuladores urbanísticos, eso sí, con un hambre dedicada al pobre, al anciano, al analfabeto y al débil. Compran los edificios más viejos del casco antiguo de Cádiz, casas encastilladas de escaleras y tuberías donde viven vecinos humildes que pagan una renta bajísima, pisos de alquiler que a veces han pasado de padres a hijos durante varias generaciones y guerras. Luego, el asustaviejas intenta por todos los medios desalojarlos: amenaza con declarar la ruina económica o técnica de la finca, les promete otras casas que son cuchitriles, los confunde con plazos y leyes, les dan un dinero miserable. Cuando la finca está vacía, se rehabilita y se llena de inquilinos o compradores nuevos, o se destina a cualquier otro fin que le convenga al especulador. Los asustaviejas actúan por el Pópulo, la Viña, el Mentidero, el Cádiz más estrecho y bello de calles marrones, de macetas y azulejos de vírgenes en las esquinas. Son casas con patio y pozo, con el váter común y aparte, con portones como troncos y cierros de un hierro verde, podrido y submarino, con cables como venas por fuera, con desconchones y persianas con guita, con contadores de la luz que parecen calderas, con escaleras de piedra hundida que se dividen para llegar a las viviendas como capillas o palomares, habitaciones de techo altísimo, de suelo abombado y distribución enredada. Las bajas rentas han hecho que ni a propietarios ni a inquilinos les convenga hacer reformas y las casas han ido despedazándose con cada viuda que se moría. Casas hermosísimas que han terminado muchas en una ruina lánguida, infravivienda que ahora la Junta está intentando paliar rehabilitando algunas, y así lo indican unas placas en las puertas. Esto es lo que buscan los asustaviejas, esas casas de muchos muertos haciendo de vigas y donde vive una gente sencilla, acostumbrada a humedades y a sopas, jubilados tranquilos y pobres fáciles de engañar ante la profusa complicación de un contrato o una ley que se les dice torcida. “Yo he nacido aquí y no me pueden echar”, espeta Francisco, que saca en batín a su perro por la calle Mesón, en el Pópulo, detrás del teatro romano que la contagia de derrumbe e historia. Francisco, jubilado, paga sólo 6.000 pesetas de alquiler. En la calle San Antonio Abad, Carmen cuenta que nació en la casa por la que paga 2.600 pesetas al mes, y luego señala el número 12, frente a su portal, una casa ennegrecida y descarnada: “Esa casa la han comprado los asustaviejas, y ya han echado a todos los vecinos. Te dicen que te tienes que ir o te hacían una subida muy grande del alquiler, o que te daba 400.000 pesetas, o también que si no te vas la declara en ruina y te quedabas sin nada”. Mari Carmen Zambrano es una de las vecinas que se fueron del número 12 de San Antonio Abad. Llevaba allí 15 años y pagaba 16.000 pesetas. “El anterior dueño vendió la casa, y el que la compró nos dijo que había que hacer obras, que si las hacía él nos subía el alquiler a 45.000 y si las hacíamos nosotros lo dejaba en 25.000. Me eché a la calle a buscar y encontré por 25.000 algo mejor que lo que él me daba. Al final, consiguió que nos fuéramos todos los vecinos”. Este mismo asustaviejas de San Antonio Abad 12 ha comprado también el número 4 de la calle Flamenco y ha empezado a tantear a los vecinos. Francisco Casado, de 74 años, jubilado, y su mujer, Carmen Meilán, que viven allí desde el año 31 (antes lo hicieron la madre y el padre de Carmen) y pagan 15.000 pesetas, cuentan cómo fue: “El dueño antiguo murió y las niñas se lo vendieron a éste. Llegó un día y dijo que venía a hablar del realojo. Le preguntamos si era para hacer obras y volver luego y nos dijo que no, que aquí no volvíamos, que la obra valía más que la casa y que quería hacer pisos. Nos dijo que tenía una casita en San Antonio Abad, otra en la cuesta de las Calesas y otra en la Plaza de España, que nos fuéramos a una”. Curiosamente, la casa de San Antonio Abad era la que acababa de desalojar también con el mismo cuento de las obras y la amenaza de declaración de ruina. Francisco sigue contando: “Nos dijo que demasiado que nos ofrecía eso, porque él podía declarar esto en ruina y entonces íbamos a la calle. También nos dijo que le contestáramos en 15 o 20 días y que teníamos que firmar antes de empezar las obras en San Antonio Abad”. Pero los Casado no cayeron en esa trampa de firmar a ciegas y no le contestaron. Desde entonces, el asustaviejas no ha vuelto a venir. Táctica similar utilizó con otros vecinos de esta casa de la calle Flamenco. “Os ofrezco un dinero según los metros cuadrados. O eso, o irse a otro sitio, porque los pisos que haga nuevos los quiero para vender”, cuenta la familia Puente que fue la oferta del asustaviejas. “Nos decía que nos diéramos prisa, porque el Ayuntamiento le había dado de plazo hasta fin de año, que era mentira”. También lo intentó con Gema, joven de 26 años que tiene un contrato de alquiler hasta el 2003. “Me dio tres posibilidades: comprar por 6 millones y hacer yo obras, buscarme otro sitio o arreglarlo él, pero subiendo la renta”. Pero el asustaviejas siempre plantea las opciones encaminadas a que el inquilino tienda a pensar que lo mejor es irse. Gema cuenta también, entristecida, la experiencia con su abuela: “A mi abuela, que tiene 80 años, la echó para hacer pisos, y ahora la tiene en un cuchitril lleno de humedad, que se está quedando la pobre encogía”. Triquiñuelas, engaños, plazos inventados, indemnizaciones mínimas, el farol de las amenazas de ruina, artificios para convertir los contratos que aún tienen carácter indefinido en temporales (decir por ejemplo que van a ponerlos a nombre de los hijos para cuando falten los padres)... Estas son las prácticas de los asustaviejas, aprovechando la ignorancia de los inquilinos, una ignorancia que buscan rapaz y deliberadamente. Sin embargo, suelen tener cuidado de no burlar la legalidad con demasiado descaro. Desde la antigua ley del 64, muy proteccionista con los inquilinos, que posibilitaba los contratos indefinidos con prórrogas automáticas y subrogación sin límite, la situación ha cambiado mucho. El llamado decreto Boyer, del 85, ya sujetó los contratos a extinción y la actual ley de arrendamientos urbanos del 95 establece un máximo de 5 años para los contratos. “Lo que hacen los asustaviejas puede que no sea ilegal, pero es inmoral”, explica Antonio Gallardo, de la asociación de vecinos “Los tres arcos”, del barrio del Pópulo. “No se puede permitir que a familias que han vivido generaciones enteras en una casa, de buenas a primeras las echen a patadas, borrándoles sus recuerdos y su memoria histórica”, dice Gallardo. “Que se vaya la especulación a otra ciudad, que en Cádiz, la ciudad de la libertad y del inconformismo, no admitimos eso”. Una mesa municipal contra la especulación El problema de los asustaviejas, plaga indecorosa que se vive en Cádiz desde principio de los 90, ha llevado a políticos y asociaciones de vecinos a formalizar una mesa municipal para encontrar soluciones. La mesa, que se constituirá próximamente, ha partido de una iniciativa del PSOE, partido que incluso ha llegado a plantear una pregunta parlamentaria al Gobierno al respecto. Para Juan Ortuño, el portavoz de los socialistas en el Ayuntamiento de Cádiz, es necesario “poner a toda la maquinaria municipal en contra de los asustaviejas” y “detener a los especuladores que entienden la vivienda como una mercancía”. Ortuño opina que “no es un problema de la ley, sino de concienciar e informar, y de que los vecinos a los que se engaña sepan que no están solos”. Maribel Bueso, teniente de alcalde del área de urbanismo del Ayuntamiento de Cádiz, asegura que están “dispuestos a desplegar todos los instrumentos necesarios para conseguir que los ciudadanos estén tranquilos y que los especuladores dejen de actuar”. Maribel Bueso afirma que “es un problema estructural” y que “la ley no tiene en cuenta que en Cádiz hay gente que no puede vivir de otra manera, gente con rentas muy bajas y con alquileres de muchos años”. “Aunque los asustaviejas actúen legalmente, es una cuestión de ética y de moral”, explica. Antonio Gallardo, de la asociación de vecinos “Los tres arcos”, del Pópulo, espera plantear varas propuestas concretas en la mesa, como que “el Ayuntamiento haga estudios antes de declarar una ruina técnica, la imposición de un canon a las viviendas vacías, la expropiación inmediata de las fincas que los propietarios se nieguen a arreglar y una campaña de información que llegue a todos”. Las asociaciones de vecinos tienen además la intención de pedir que se cambie la actual ley de arrendamientos urbanos. |