Luis Miguel Fuentes

29/04/02

REPORTAJE

LA REFORMA DEL PER / VIVIR CON MENOS DE UN MILLÓN AL AÑO

Subsidio y subsistencia

Trebujena vive básicamente del subsidio agrario y lamenta que la supuesta lucha contra el fraude pueda justificar la desaparición del sistema


LUIS MIGUEL FUENTES

TREBUJENA.- Llegan los hombres desabrochados, la bolsa del bocadillo atada a la correa, el cuello rojo o negro de sol, un saludo de brazos como azadas. Se bajan de motillos, de seítas blancos de polvo. Vienen de fincas de Jerez, del cachillo de viña que tienen, de lo que haya ahora de faena por Chipiona o Sanlúcar, la flor, los plásticos de Torremesa, la zanahoria. Sólo 5.000 pesetas por reventarse todo el día en la zanahoria, sacándolas de la tierra embarrada, cargando cajas, y las chavalitas que no pueden con el trabajo más duro, lavándolas en las naves como mucamas agrestes.

En Trebujena, rodeada de lomas verdes de viñas de albariza, combadas como espaldas de la tierra, hay poco más que el campo para vivir. Si acaso la albañilería, los talleres mecánicos, las mercerías y las tascas, más una juventud abundante en celadores, auxiliares de clínica y técnicos de rayos, gracias a un centro de FP de la rama sanitaria,  una juventud que escapa del pueblo para buscar a sus heridos y olvidar el trabajo desagradecido de sus mayores. Trebujena es una tregua breve de gente y casas en el campo abrumador y como atlántico. Villa fronteriza entre Cádiz y Sevilla, con el Guadalquivir cercano y enlentecido de marismas, no llega a los 7.000 habitantes y basta alejarse unos metros de la travesía por la que pasan los coches hacia Lebrija o Sanlúcar para que sólo se perciba un silencio de blancura y pájaros.

Vivir del campo, esa resignación. Del campo y del subsidio, pues no hay otra manera, dicen. Según los últimos datos del INEM, unos 800 trebujeneros están percibiéndolo actualmente, y algunas veces son más de 1.000. “Trebujena tiene como medio de supervivencia el subsidio agrario, con alguna otra cosa”, comenta no sin tristeza el teniente de alcalde, Pepe Chamorro. “La viña, la zanahoria y el subsidio, es lo que hay, y si el marido es de la rama general, pues la mujer al campo”, dice Dominga, una madre joven y estropeada. En Trebujena andan preocupados y dolidos por los planes de reforma del Gobierno y por las palabras de Aznar, que creen que ha puesto a los trabajadores del campo poco menos que de vagos. “No entienden cómo es el campo; el campo no es una oficina, sino que se trabaja por temporadas, y el resto del tiempo, cuando no hay faena, a ver qué hace uno”, comenta un paisano por la plaza del Ayuntamiento.

Un trabajador de la viña, por ejemplo, puede echar en torno a 100 peonadas al año, y eso si es un especialista y domina todas las labores (castra, poda, injerción...). Esto supondría unos ingresos brutos anuales de unas 700.000 pesetas. Descontando las cuotas a la seguridad social del régimen especial agrario, unas 10.000 pesetas al mes que hay que pagar se trabaje o no, se quedan en 580.000 pesetas al año. El argumento en el que insisten por Trebujena es que con la perspectiva de estos escasos ingresos, la viña no podría sobrevivir, pues nadie trabajaría en ella. Terminarían nuestros vinos y toda la industria y la riqueza que sobre ellos se sustenta. Pero sumando el desempleo agrario, la cosa no mejora mucho. Los menores de 52 años pueden conseguir hasta 180 días de subsidio al año. A poco más de 60.000 pesetas al mes, serían sobre las 380.000 pesetas. Es decir, que aun con el subsidio, un trabajador de la viña no llegaría al millón de pesetas al año, lo que no es exactamente la imagen del “vividor subvencionado”.

“El subsidio agrario es una renta de subsistencia en el medio rural --asegura el teniente de alcalde Pepe Chamorro--. La familia media trebujenera tiene al padre y a la madre con el campo y el subsidio, y una aranzada de viña que les puede dejar 300.000 pesetas, lo que nos da una renta familiar de unos 2 millones de pesetas al año”.  Miguel Diánez, secretario local de Comisiones Obreras en Trebujena, coincide: “El subsidio nace como una necesidad en el medio rural, porque hay muchos huecos, el trabajo es temporal. En Trebujena, entre el subsidio y el PER, entra una cantidad en torno a los 500 millones de pesetas. Aquí hay unos 1.000 trabajadores cobrando esta prestación, y es un complemento de renta muy importante. Sin ese complemento, el medio rural no subsistiría”.


"El subsidio ha evitado el despoblamiento rural"

Antonio Moyano, que viene de azufrar la viña, rojo y despechugado, habla con indignación: “Con 90 ó 100 días que hay en la viña, la zanahoria o lo que sea, si uno no se encuentra con el subsidio los días que no trabaja, a ver qué hace. Si para el 2003, como quiere el Gobierno, ya no se permiten más altas, van a obligar a que los jóvenes se vayan de aquí, que ya lo están haciendo, y dentro de 10 años, cuando se jubilen los viejos, ya no habrá nadie que trabaje la viña”. “El subsidio ha conseguido evitar el despoblamiento del medio rural en Andalucía y en Extremadura”, comenta también Miguel Diánez. “Aquí, donde no ha habido reforma agraria, donde no llegan las nuevas tecnologías, si se cargan esto... –menea la cabeza-- Si el Estado está ahora con superávit, ¿cómo se entiende que quieran recortar esta protección? Cualquier sector, como la industria, percibe más dinero por crisis o reconversiones que el campo”, argumenta.

En Trebujena todos coinciden en que el subsidio es imprescindible para el que trabaja en el campo, igual que el PER lo es para el ayuntamiento. El PER, que mantiene para la gente sus antiguas siglas pese a llamarse Aepsa, que suena marca de lavadora. Con el dinero del PER, los ayuntamientos arreglan calles, construyen infraestructuras, contratando como peones a los temporeros del campo que en ese momento están en paro. Pero los jornaleros tampoco están muy contentos con la manera de funcionar de este sistema, que varía según la localidad. “En Trebujena, eso va por la letra del apellido –explica Antonio Moyano--. Tiene que coincidir que dejes de trabajar en el campo y vaya por tu letra para que te llamen 15 días para el PER. Pero en el PER, los que más trabajan son los oficiales, los albañiles. Los del campo, que sólo van de peones, nos podemos llevar 2 ó 3 años sin entrar en el PER. La gente del campo no ve un duro del PER, lo gordo es para los ayuntamientos”.

La reforma que pretende el Gobierno, incierta todavía, se ve en Trebujena como un desprecio de señorito que puede acabar con el campo. “Desde los sindicatos no vamos a consentir eso –insiste Miguel Diánez, de Comisiones Obreras—. Es una reforma que significa ir a peor. El Estado debe luchar contra el fraude, pero no puede acabar con unas prestaciones que, tal y como se encuentra el medio rural, son imprescindibles. Siempre es al de abajo a quien se castiga.”. Pero ya lo decía un viejo trebujenero: "Los palos al borrico hay que dárselos cuando se cae".

"Más fraude hay en los bancos y en Gescartera"

El fraude, la picaresca en el subsidio agrario, ese chiste del ocioso que trabaja en el paro. “Hay mucha gente que no debería cogerlo, pero no tiene por qué pagar el resto”, comenta Charo, cuyo marido ha trabajado en el campo “desde que echó los dientes”. “Hay gente que cobra el subsidio y no ha pisado un campo en la vida, y en Trebujena se sabe quiénes son”, asegura. El método, sencillo, lo explica un cargo administrativo de Trebujena, que no quiere que aparezca su nombre: “Pagan el “sello” [la cotización al régimen especial agrario] todo el año, buscan empresarios que les firmen las 35 peonadas mínimas, solicitan el subsidio y están cobrando sin moverse del sofá”. “Esto lo hace mucha gente, puede que en Trebujena un 30% del desempleo agrario sea fraudulento”, calcula este funcionario. “Cuando el niño cumple los 18 años, pagan la cotización al empresario, se le apuntan las peonadas y a cobrar sin haber visto una zoleta”. Los empresarios se prestan porque hay “compromisos, familia, conocidos”, explica, pero luego también comenta, con cierta guasa, que “más fraude hay en los bancos: lo que defrauda un banquero es más que todo lo del desempleo agrario”.

Son el fraude y la vistosa teoría de los vagos retozones la principal justificación que está esgrimiendo el Gobierno para la reforma de los subsidios agrarios. Pero esto, para Miguel Diánez, de Comisiones Obreras, es absurdo, y pone también un ejemplo bancario: “Sería como querer cerrar todos los bancos por lo del BBV”, y vuelve a insistir en que hay que separar el fraude, que existe y nadie niega, de la necesidad que la actual estructura del campo andaluz tiene del subsidio.

Por Trebujena se oyen muchas ironías comparando lo de Gescartera, el BBV, las stock-options: “Que nos den un trabajo todo el año, verás cómo ya no hay fraude que valga”.


 

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