EL ESPECTRÓGRAFO DE MIRADAS

Luis M. Fuentes

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3/04/99

Espárrago Rock

El espárrago es una verdura como de risa. Espárrago suena a chufla, a palabra poco seria, como braguero o pitiminí. A mí me recuerda a esos nombres que ponía Ibáñez a las calles en sus aventuras de Mortadelo y Filemón ("el caco se esconde en la calle del Espárrago, 13", podría decir el Súper en un momento dado). A esta benigna hortaliza, con tanta fritura y tanta guasa, no hay quien la desprenda de su explotada vis bufa y cachondona. Para que no le falte de nada, tiene hasta su cosa sexual, y si no, vean ese anuncio de la tele en el que un muchachote de granja, lozano, soleado y algo lelo, le da a probar un soberbio espárrago a una señora que se lo traga enterito con procaz morbosidad.

Que un festival de rock tenga este nombre, "Festival Espárrago Rock", puede resultar chocante y hasta ridículo en un principio, pero es sólo una cuestión de fidelidad al pasado, de decencia histórica podríamos decir. Negar los propios orígenes suele ser un síntoma de decadencia y además de cursilería, y este festival ha sabido ser íntegro y valiente mantenido su nombre a pesar de las bromitas y las gracias verduleras, facilonas y obtusas. Este festival nació en Huétor Tájar, pueblo de la vega granadina famoso por sus espárragos verdes, allá por el año 1989, época en que la música pop y rock española se desperezaba todavía, legañosa y entumecida, como un retoño bautismal, dubitativo y pretecnológico. La idea, brillante y hasta atrevida entonces, era ofrecer un escenario a los grupos pop y rock "comprometidos socialmente" que no encontraban todavía hueco en los circuitos comerciales. Poco a poco, este festival, que empezó como reclamo para una feria agrícola, fue tomando fuerza y prestigio, dio el salto internacional a partir del 94 y ahora es una cita indefectible para los rockeros y poperos insurgentes de España, de Europa y del mundo: hasta en una agencia de viajes de Australia he visto señalado el "Festival Espárrago Rock" en su calendario de ofertas. Miles de personas, una muy relevante muestra del pop-rock nacional y foráneo, una infraestructura espectacular y el apoyo de las instituciones provinciales y autonómicas hacen de este festival, que suena en principio a cachondeo, un auténtico acontecimiento internacional. Pero basta que salga de Granada y se mude a Jerez para que empiecen las pegas. Cómo no, los capillitas de Jerez han puesto mala cara; dicen que en su Semana Santa no les hace gracia tal nido de pecado y concupiscencia. Como siempre, los de Jerez tienen que ser más suyos que nadie.

Si el pop es más bien molón, pijito y como de instituto, el rock siempre ha sido insurrecto, conspiratorio y revolucionario. Tiene que serlo, si no, no sería ni rock ni nada, sería como las canciones de María Jesús y su acordeón. El rock siempre fue cosa de gente vivida, libertaria y montaraz, gente que tiene algo de santidad macarra, de sacerdotes con tatuajes, camisetas desteñidas y latas de cerveza por relicarios, sacerdotes de una religión mundana e impúdica, provocadora y selvática. El rock ha sido y será por los siglos de los siglos un brutal corte de manga a los convencionalismos, las hipocresías y la moralina relamida, un aullido de insolencia para los que están hartos de tiranías y pamplinas. Ahí está la tríada capitolina de la juventud, "sexo, droga y rocanrol", que es lo que jode, seguramente por envidia, a los viejos y a su mundo. El rock tiene que ser beligerante y puñetero, como la juventud tiene que ser impetuosa e inconformista.

Que el Espárrago Rock coincida con la Semana Santa poco importa. La gente irá igual a disfrutar de su música y de su algazara tumultuosa y profana. Digo yo que el que quiera palios, olor a incienso y cirios, se inflará de Semana Santa; pero el que quiera rock, olor a marihuana y polvos más que posibles, se irá al Espárrago Rock. Que cada uno elija según su gusto y entendimiento, que a los del Espárrago Rock no se les ha ocurrido quejarse porque coincida con ellos algo tan "alejado del espíritu rockero" como la Semana Santa. Desde luego, no me extrañaría nada que los probos hermanos capillotes se pusieran cualquier día a hacer campaña para que en Semana Santa se cierren los puticlubs, se prohiban los viajes a Cuba, se deje de servir alcohol y todos los españoles mantengamos dieta asceta de arroz con leche y pulcra y pascual abstinencia de sexo. Y es que esto de clamar contra el advenimiento del vicio y de sus lascivias queda, no ya anacrónico, sino simplemente hortera. Nunca aprenderán.

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