El Cínico
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4/07/99
Sexo, cumbres y políticos.
En los anuncios de las agencias de viajes y los touroperadores, esos traficantes de paraísos 'on the rocks', el Caribe es la estrella, y es que su exuberancia botánica de aguas cristalinas y cocoteros nos abre enseguida el apetito de esa sensualidad agreste y primigenia, ese deseo de vivir en taparrabos que tenemos todos como un lunar de desevolución, como un antojo de primitivismo en un glúteo.
El Caribe nos llama con su ardor de naturaleza virgen y con algo más: los cuerpazos impresionantes, las mulatas (o los mulatos), el arrebato febril de promiscuidad y de revoltillo étnico, esa lujuria glotona que enciende el sexo indiscriminado y anárquico. El que va al Caribe va a lo que va, no nos engañemos, y por eso hasta el más macho carga con compresas, colonias, pintalabios y jaboncitos en el equipaje (sexo por baratijas), sin remordimientos, porque asumen que los paraísos tienen que ser así. Si no es para eso, uno no sale de España, que tomar cócteles de zumos y abanicarse con el paipai en la hamaca se puede hacer igual en Chipiona.
Por todo esto, cuando veo a Fidel Castro con esa seriedad apergaminada que le da el formol de saberse personaje histórico en vida, último baluarte de una doctrina perdida y arrumbada, me da la risa, porque no puedo dejar de imaginarlo, aun en contra de mi voluntad, como una madame grandona y barbuda en traje de camuflaje, administrador de esa especie de puticlub de todo a cien en que ha convertido el turismo extranjero a Cuba. Cuando Fidel levanta el dedo y habla ex cathedra pero en marxista, me parece, de verdad, que va a decir en cualquier momento cincuenta dólares la noche o Melisa está ocupada, mi amol. Luego me siento culpable y casi vulgar, y necesito una sesión de columnas periodísticas y análisis políticos para verlo como lo que es, un líder achacoso y pasadote de ese otro mundo que todavía existe detrás del espejo tiznado del capitalismo, ese hombre de tozudez venerable y revolución por cojones, último jipi de la política planetaria que nos distrae enseñándole el culo a la homogeneidad imperial y horterita de los Estados Juntitos de América y su corte de quitapelusas. Lo malo de Castro, claro, es que el romanticismo que podría tener su figura se destroza con eso de pasarse los derechos humanos por el forro de la gorra y lo de tener a su pueblo en una autocomplaciente miseria revolucionaria e inútil, perpetua y simbólica, como la momia de Lenin. Pero a ver quién tiene lo que hay que tener para decírselo a las barbas...
Nuestros hombres de estado no tienen congresos (el escape, la canita al aire de los dermatólogos y los economistas), pero tienen cumbres, que son como una timba de amigotes pero haciendo el paripé de amos del mundo. Aunque en las ruedas de prensa salgan con el gesto apretado y tocándose en plan interesante la montura de las gafas (lo que viste eso), no hay quien me quite de la cabeza que en realidad van por el cachondeíto, como escolares en excursión de fin de curso, para hacer batallas de almohadas en las habitaciones de los hoteles y buscar rollo con las guiris, que no es mentira lo de la erótica del poder, que mandar pone un montón, y si no que se lo pregunten a Clinton y a la Lengüisky.
Los señores tan seriotes y macroeconómicos de la UE y los líderes de esa eterna hija pequeña, problemática y con novio macarra que es Iberoamérica, se fueron de cumbre, que es mejor que irse de campin, y en Río, nada menos; anda que se fueron a la Pampa a tragar polvo... No, si no son tontos. Y la próxima cumbre iberoamericana se celebrará en Cuba, que parece que la agenda la han hecho con las ofertas de Halcón Viajes. En noviembre, cuando empieza a hacer fresquito por aquí, allá en ese Cádiz con más negritos, más carencias y más ombligos al aire que es La Habana, todavía seguirán a la vista tangas, cachas y ternezas; y entre los pellizquitos de Fidel en los cachetes de Aznar, los rebotes de Frei con la Madre Patria y las soflamas cuarteleras de Chávez, ese sargento chusquero al que se le han subido las tirillas, la cosa se pondrá tan calentita que no podrán resistirse al confort benigno y conciliador que dan la risa cachondona de las mulatas y el ron de caña.
Lo que no acabo de entender es lo que dijo Fidel de que Aznar será el más fiel colaborador de la Cumbre de La Habana. Lo mismo es que tienen pensado, con esa sabiduría preclara que alumbra a los planes de las juergas o de las traiciones, utilizar el natural desparpajo de nuestro presidente para entrarle a las morenazas en la barra de la discoteca o en las tumbonas de las playas de Santa María del Mar, así con un guiño y un tocarse los pelillos del bigote, una cosa viril entre anuncio de desodorante y de Martini. Pero claro, todo esto será si Ana Botella le deja ir solo. Ay, a veces el futuro mundial depende de tan poco...