El Cínico
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8/08/99
E.H.
El nombre es mucho; a veces, todo. Ahí están Victorio y Lucchino, en los tribunales, defendiendo los apellidos como en un litigio algo británico de herencias y bastardías. Ellos saben que su ropa firmada "Víctor y José Luis" queda desprendida de categoría y de esencia y que los millones enseguida bajarían en la cuenta; es igual que con el Mr. Proper, que ahora es Don Limpio y hace que las marías se líen en el súper y, ante la duda, se lleven otro.
Los nombres venden o llaman a la indiferencia, atraen o espantan. Lo saben muy bien los actores, las vedetes y las putas, que se buscan un nombre artístico que quede resultón y sonoro en los carteles o en los orgasmos. Con la política pasa lo mismo. Para desprenderse del pasado, a Alianza Popular le bastó, como a los malcasados, tirar al retrete la alianza, voz gris que sonaba a defensa de alcázar y a Santiago Matamoros, y se puso simplemente Partido, a pesar de que el conjunto quedara como el nombre del charcutero. También el PSOE se resiste a perder lo de obrero, aunque cada vez más se le llama simplemente Partido Socialista. Este "obrero", por elipsis, quiere significar también el giro hacia ese socialismo resignado y seducido por el capital que es la "tercera vía".
Para ponerse la crema hidratante de la falsa renovación y del apaciguamiento, HB y su entorno macarra se apuntaron, igualmente, al baile de las siglas, y llegaron a las elecciones con eso de EH. Era un nombre molón para ir de muchachotes reconvertidos que se han pensado mejor las cosas, en plan perdonavidas y buen rollito, chaval. Sin embargo, parece que siguen siendo los mismos de siempre, si acaso mudados de calzoncillos. Ahora suscriben un manifiesto contra la violencia pero después, un pasito p'alante, María, un pasito p'atrás...
Otegi había diseñado con inteligencia esa estrategia pacificadora y dulcificante para ganar peso y respeto en Álava y Guipúzcoa, pero enseguida le llamaron al orden desde esa ortodoxia torva que sigue estando en la rebotica del radicalismo vasco, esos ideólogos con pistolón que tienen todavía los pasamontañas en el tinte, por si acaso, y que tenían preparado para el fin de semana una como lo del festival de Woodstock.
Debe ser cuestión de tradición y de simbolismo. Para HB, condenar la violencia sería como renunciar a las camisetas jevis y a los 'piercing' y a los pendientitos de ligón de discoteca que se ponen sus portavoces como para que se vea bien claro que son diferentes a los demás, que lo suyo es ir de okupas y de revolucionarios y de asustar a las viejas. Las ideologías, la mayoría de las veces, no necesitan más que una bandera o un fetiche. Lo demás suele venir solo, al grito de las barricadas. La violencia es la bandera de HB, como las carreras de trotones lo son de Munar. Deben pensar que sin ese halo de niñatos pandilleros o quinquis de barriada, su discurso no se diferenciaría en nada del de Arzalluz, y entonces bastante que pintarían en el panorama político vasco.
Pero este desliz nos ha demostrado que EH, como Tannhäuser, duda entre dos amores: el marido rudo con cheques y suegra que es el resquemor antiguo de la venganza, y el amante atiernado y nuevo, con poemas y ramo de margaritas, que es la calidez de entrar, por fin, en la normalidad política. Aunque el Venusberg de la 'kale borroka' embriaga y seduce a toda la golfería del sector duro, es bueno comprobar que algunos se están dando cuenta de que es la paz del regazo de Elisabeth lo que conviene a su corazón partío. Pero aún, claro, cuesta desprenderse de la ambrosía y de las náyades del reino de Venus, esa lujuria de hacer las cosas por cojones, a base de cóctel molotov y amenazas, eso que, además de reprobable siempre, se tenga o no razón, es de un terrible mal gusto.
Por el momento, parece que tendremos que seguir viendo cómo arden los coches de los concejales del PP (como el del pobre Agustín Ramos, al que ya le hacen ofertas especiales en los concesionarios) y cómo algunos nos lo justifican con esa sapiencia iluminada e imbécil que tienen todos guerrilleros fanáticos. Quién sabe, lo mismo un día de éstos los de HB se nos vuelven normales. Será, seguramente, después de una lobotomía o de cambiar de peluquero.