El Cínico
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3/10/99
Moral
Los jipis querían cambiar la moral y los peinados, y por eso hacían mucho el amor en las furgonetas y en los campos de margaritas. Así, ellos terminaban con las greñas grasientas y a ellas se les quedaban las flores prendidas en el pelo como condecoraciones de una virginidad perdida en aras de la paz y la libertad de los pueblos. Y es que después del jaleíto, ya no quedan ganas ni fuerzas para la guerra, y de ahí la segunda parte del lema. Era una lucha por una moral nueva a base de polvos y porros, o mejor, una lucha por el fin de cualquier moral para dejarlo todo en un fluir hermoso y bucólico de instinto de amor y de hermandad con la naturaleza.
Blair lo mismo fue jipi, como corresponde a la izquierda utópica y verdadera, pero desde luego tuvo que ser mucho antes de que le diera por eso de la tercera vía, ese laborismo suyo que ni es blanco ni tinto ni tiene color. El premier británico se dejó caer en el congreso de su partido con la idea de emprender una "cruzada moral" para el nuevo milenio, y esas palabras le sonaron raras, como a contrapelo, como partes de un discurso reaccionario y astringente. La izquierda no habla de moral, que eso es una cosa de curas y solteronas con rebequita. El jipi con el que comenzaba esta columna no hablaba de moral, sino que la destruía, construyendo otra sin citarla y sin hacerse planes quinquenales. Cruzada moral suena a recato de dormitorio y a persecución de pajilleros, a la castidad aburrida de las buenas costumbres y del método Ogino.
Pero no, Blair no es que pretenda proscribir el sexo oral o así, eso que han hecho algunos estados de EE.UU. para cachondeíto del resto de los mortales. Él lo que quiere decir es que hay que abominar por fin de la lucha de clases y, sobre todo, pensar en una libertad con orden. O sea: libertad, no libertinaje, que es lo que siempre se ha dicho en las homilías y en las escuelas catecumenales, que no es lo mismo el avieso demonio de la laxitud que la moral decente de la paz con Dios y con las señoronas de la comunidad de vecinos. Lo de Blair no tiene nada que ver con la moral, sino con esa infusión desleída que es su tercera vía, en la que ya no hay izquierdas ni derechas, sino una cama redonda de ideologías donde ya no se distinguen las piernas de los unos y el muslamen de las otras. No es moral lo que busca, sino esa uniformidad como americana de partidos que no difieren en los discursos, sino sólo en el color de las pegatinas, y que son una cosa de familia donde los padres apuntan a los hijos como si fueran el Betis o el Sevilla, para tener una bandera y algo que hacer los domingos.
Hay una frase de mi admirado Bertrand Russell, lord disímil, positivista y agnóstico, que me gusta especialmente, y que dice algo así como que nuestra moral tiene más que ver con lo que nos dicen nuestras ayas que con que existan realmente cosas buenas o malas. En Gran Bretaña las ayas deben zurran que da gusto, porque allí se ve muy bien que se inculquen las estiradas verdades oxonienses a los chiquillos a base de tundas. En Gran Bretaña tienen, también, un ejército machote, donde igual se dan mucho por el culo en el cuerpo de guardia, pero que expulsa a los homosexuales si no se mantiene la debida discreción, y por esto les ha tenido que poner las cosas en su sitio el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. En Gran Bretaña hay, igualmente, unos señores lores con ricitos que decidieron con su justicia estrecha que a Pinochet sólo se le podía juzgar por los muertos y los torturados de después de diciembre de 1988, que los otros les habían caducado como los yogures.
Parece que sí hace falta un oreo moral, y no sólo en Gran Bretaña, sino en todo el planeta. El espectáculo de esas niñas pijas meneando las tetas con camisetas de Pinochet igual que si fuera Luis Miguel; la vergüenza de lo sucedido en Timor Oriental, con una matanza caníbal contemplada desde el confort de occidente sin mover un dedo; la muerte lenta de un tercer mundo lleno de moscas al que ahora Clinton, tan magnánimo, va a condonar la deuda a cambio seguramente de que dejen entrar mucho a la Coca-Cola y al McDonald's... Sí, lo mismo hace falta una cruzada moral. Pero no la cruzada aburguesada de Blair, que es para escucharse a sí mismo en los atriles y para agenciarse un segundo mandato. Otra más de dentro, la de los ingenuos y los idealistas. La que no se menciona en las campañas, porque no vende.