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EL CINICO


Marranadas

El hemiciclo del Congreso, alma de sótano y de arpa de Bécquer, no es la mayoría de las veces más que el abandono señorial de sus ausencias y sus resonancias. Sala de lectura, auditorio de bostezos, iglesia despoblada para las cuatro beatonas, escaños como reclinatorios de meditación trascendental y de rosarios hechos a cabezadas, salón de té grande y pulcro para viejos de algún Ateneo de pueblo, con su prensa y su sordera. Sólo de vez en cuando se vivifica y bulle, se transforma en circo romano, en gallera sangrienta de higadillos o en patio de colegio con sus zancadillas. Ocurre en los grandes debates o cuando se acercan las campañas, que ya hemos dicho alguna vez aquí que son la condición infantil de la política. Por eso, entonces, a sus señorías les da por tirarse bolitas de papel y poner chinchetas y pintar pichas en los escaños del otro grupo, que da mucha risa cuando se sientan.

La sesión del miércoles 1 fue una trifulca de tebeo, pero de tebeo con dos rombos, porque en los tebeos para chiquillos, cuando algún personaje decía alguna barbaridad, en los bocadillos sólo aparecían chiribitas, espirales, nubarrones y algún dibujo de un gorrino. Aquí aparecieron los gorrinos pero con todas sus letras y todas sus acepciones, y salivazos y encaramientos de taberna, y a punto estuvieron algunos de quedar fuera, al pie de los leones, para arreglar las cosas como las arreglan los hombres (hoy también las mujeres).

Martínez Noval (que a mí siempre se me ha representado a Luis Escobar y por eso lo veo raro oficiando de portavoz y no de aristócrata de Berlanga, que es lo suyo) tenía preparada una preguntita capciosa sobre Villalonga, el Señor de los Anillos de las "stock options". Aznar la despachó en dos segundos dando la razón a Piqué, su ministro figura de cera, sin convencer mucho. Después, Martínez Noval no tuvo reparo en hablar de "embusteros" y ahí empezó la cosa a animarse. Trillo, tan cabal, culto y oxoniense, tuvo que levantar la voz y llamar al orden varias veces al personal cuando Marugán, despeinado de barbas, comenzó a increpar a Piqué y a arrojarle la basurilla de Ercros y estalló el cruce de lindezas y el uyuyuy de bronca a la japonesa reverberaba en la Cámara. Luego se supo que más tarde, por esos pasillos de la venganza, Piqué mandó recado a Marugán para que se considerara formalmente insultado como "hijo de puta", con esa mensajería chiquillera de los correveidiles. Ahora ya ha pedido perdón, por lo menos.

Pero el plato fuerte de la comedia llegó unos minutos después, cuando, desde los voladizos, la desconocida diputada socialista Enedina Álvarez ganó la inmortalidad en un confortable edén de pocilga con su empeño de llamar "marrano" al presidente del Gobierno. Se creía que estaba haciendo purismo lingüístico a lo Cela y que quedaba bien por haberse empapado del Diccionario de Autoridades y por ver el mundo desde la cruda sabiduría etimológica, que no conoce modales. Pero sólo fue una grosera. Al tercer o cuarto intento por colar sus guarradas, Trillo, ("que ha escrito", decía la oronda señora apelando sin pudor a la sagrada masonería de los eruditos) le quitó la palabra. Poco fue, que debería haberla castigado, como a Bart Simpson, a escribir tantas veces como millones volaron de los fondos reservados "no diré marranadas en las sesiones". Chancho limpio nunca engorda, decían Les Luthiers en alguna de sus parodias, y a lo mejor la señora Enedina piensa que sin cochinaditas los diputados no lucen, que las peleas en el barro están mejor, ponen más cachondo y atraen más a los votantes.

Toda esta sarta de marranadas puede que sea un punto más en la estrategia de "confrontación" que viene a ser la bandera del PSOE para esta campaña, y que ya maneja Chaves muy bien. Pero el PP tampoco aprende, y cuando los ponen de gorrinos siguen contestando "y tú más", que tampoco es un argumento muy contundente. Martínez Noval comparó los millones de las "stock options" con la opulencia de los faraones, y tiene razón. También es verdad que algunos Tolomeos socialistas se hicieron unas pirámides graciosísimas en sus tiempos, hasta una esfinge con cara de González/Moisés, y que se llevaron, como el Nibelungo Alberich, todo el oro del Rin para forjarse un joyón. Pero eso no quita para que el monopoli libertino de Villalonga dé arcadas y para que esté claro que el PP sólo ha parcheado la ley cuando se ha visto con los dedos cogidos y con la opinión pública y currante, que no llega a fin de mes, insultada. También lo del "y tú más" es una marranada y un ejercicio de mal gusto, señores del PP, casi tanto como la parla verdulera de doña Enedina.

Las únicas marranadas televisadas que hay que admitir, en fin, son las pornos del Canal Plus, que son más didácticas que los documentales de bichos de La 2 y que es bueno ver tomando apuntes. Pero en el Congreso, ni hablar. Ni siquiera pensando en las taquígrafas, que tienen su morbillo mecánico y dócil de eficiencia. Las marranadas, para la intimidad, señorías.

 

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