ESTRELLA JOVEN - LA ESTRELLA DIGITAL |
EL CINICO |
Toda España va por la calle con el teléfono en la oreja, igual que si escucharan el Carrusel Deportivo, ese programa tan castizo y macho. Nos dicen, de pronto, que el país flota en las (tele)comunicaciones con dulzura de litosfera. El progreso y el desahogo de la economía se notan, por lo visto, en los horteras con móvil al cinturón y en Internet, que crece con la pompa de jabón digital de esa Terra modesna y hueca, fábrica vana de sonrisas con gorra para sus directivos, que parecen disc-jockeys de algún megamix para niñatos. Pero esta España tan bien comunicada y cableada, ensartada de alambres y junturas, que parece cabalgar en la modernidad milenarista del bit como una walkiria con tarjeta prepago, no tiene que ver mucho con la de verdad. La de verdad se sigue pareciendo más a la de Gila, que llama todavía, por si las moscas, con su teléfono estilo Luis XIV, negro y ferroviario como un insecto o un viajante de provincias. En las comunicaciones (en las tele y en las otras, las de siempre), España sólo va a medio ganchete, por mucha propaganda y espuma que hagan. Algo de culpa tendrá este ministro de Fomento, Arias-Salgado, que parece que sólo fomenta el cachondeo y el negocio de los bares de los aeropuertos, que durante los retrasos se hinchan de vender bocatas revenidos a precio de trufas blancas. Mucha culpa tiene, también, ese Villalonga bacilón que reparte sus "stock options" pero nos tiene crucificados con sus facturas, su Infobirria y su monopolio de facto. Villalonga se cree que todo lo arregla poniendo esa escolanía de voces blancas del servicio de información, sirenas de Ulises con rodete y auricular a las que llaman mucho los salidos que no tienen para el teléfono erótico, y Arias-Salgado, que debe ser su primo o así, también se cree que todo lo arregla con el canturreo ildefonsino de unas cifras de desastres inevitables, con el consuelo de tontos del revoltillo crónico que son las comunicaciones aéreas en toda Europa, dice. Por todo esto y algo más, Arias-Salgado se enfrentaba por tercera vez a la reprobación del Congreso, a esa regañina por las calabazas del primer trimestre que le querían dar y de la que se ha librado, de nuevo, gracias al auxilio de CiU, que vota, ya se sabe, con un pie en la Carrera de San Jerónimo y otro en el Parlament de Cataluña, con un ojito en el Imperio y otro en casa, presto a cambiar de pitón a la mínima que el morlaco lo mire mal. Arias-Salgado hizo lo que se suponía, o sea, intentarnos camelar con su aire de simpática incompetencia, de chico discretamente aplicado que, a pesar de todo, hace sus deberes pero tiene la mala suerte, como nos ha pasado a todos, de que la tarea se la coma el perro o la destroce el hermanito pequeño, sempiterno subterfugio escolar, alivio de todas las generaciones de colegiales. Arias-Salgado sigue con el "no es culpa mía" y no se da cuenta de que sí es suya porque para eso está. Eso va en el oficio de los gobernantes, y hay que aceptarlo con clase y sin llantinas ni jaculatorias. El ministro se libró, pero no convence. Le faltan todavía muchas tablas de feriante para encasquetarnos el muñecote de plástico y hacernos olvidar la moto que relumbra en las tramoyas de la tómbola. A Arias-Salgado le fallan, sobre todo, el espacio aéreo y el ciberespacio, y esto es lo que le está emborronando el folio a su gloria de las comunicaciones y del milenio, y lo que nos está afeando a los demás la postal de Navidad, más todavía que el anuncio de Freixenet, tan largo y kitsch. Al aéreo espacio le fallan a cada momento los resortes y los parches, y, ya ven, en cuanto se pone el ambiente nevado y neblinoso, la cosa en los aeropuertos queda en caravana de pastorcillos a Belén que buscan un faro en el cielo y comen bocadillos de mortadela esperando un trineo o un autobús. Aeropuertos como belenes, sin que falte el zagal que duerme sobre en el zurrón, ni el que caga absorto en las tazas acristaladas de Barajas, ni el que se arrodilla ante las vírgenes lacias y desdeñosas de los mostradores. En cuanto al ciberespacio, seguimos pidiéndole a los Reyes de Fomento una tarifa plana digna y seria, y sólo nos traen el carbón de siempre, un carbón contra reembolso con factura y recochineo, mientras esa Telefonica tan maña y apañada, con su cesta de jamones y "stock options", se tira a la juerga de los millones con el oro que nos dejamos los navegantes en los pares trenzados de la red. Pero Arias-Salgado no se entera. Él siempre comunica. Es que está llamando a todos los afectados del puente de la Constitución para decirles: "Hola, soy Arias-Salgado. Feliz Navidad". |