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EL CINICO


Falsos Cándidos

El Cándido de Voltaire, ingenuo optimista, alma doliente sin dobleces, soporta con resignación las calamidades con que le va azotando la vida animado por la máxima de su maestro, el preclaro Pangloss: Las cosas no pueden suceder de otro modo porque, estando todo hecho para un fin, todo lleva necesariamente al fin mejor. Es esa causalidad dada la vuelta que nos desenmascara el principio antrópico, la falacia de un finalismo que hace del Universo el diseño que le sale a un delineante loco. La torpe construcción del mundo, que es la más clara prueba de que ningún ser medianamente bueno pudo mediar en la obra, se transmuta así para Cándido en falsa belleza y falsa armonía, que el sueño de esferas girando musicalmente siempre ha consolado mucho al hombre.

Al PSOE y a su borrascosa meteorología poselectoral los están adornando columnistas y tertulianos de frases lampedusianas, y se les olvida que lo que mejor les va es Voltaire y su Cándido, pero un Cándido simulado, ilegítimo y perverso travestido de inocencia. El PSOE sigue siendo para la Tabla Redonda de Ferraz el mejor de los PSOEs posibles, con su causa final bien nítida en ese triángulo que se le pone encima de la cabeza a González en sus apariciones a los mortales. Las patadas en el trasero, los pescozones y latigazos que le van dando sólo sirven para que el PSOE, como Cándido, se aferre con más fuerza a las comas de sus viejas sentencias. Las glorias del PSOE, sus pelusas, clavas y michelines dorados por años y sillones, siguen mamando del optimismo finalista de Cándido y su maestro, pero con la diferencia de que no es por la convicción de ninguna filosofía, sino por el supremo mandato de la conveniencia y la flojedad.

Renovar el PSOE, orearlo, que huela a pino o a váter con Don Limpio, no es fácil cuando se tiene esa concepción teleológica de la política. Significaría renegar de toda su cosmología, de todo su jesuitismo de dogmas y santos y mártires desguazados. Ya oímos, con el primer revés del 93, aquel mea culpa, aquello de que habían entendido el "mensaje" del electorado. Ahora, igual que entonces, igual que en el 96 también, nos repiten el mismo ritornello cascado y facilón, que llega ya como un regüeldo aceitoso de después de todas las comidas. Pero sabemos que tras las disculpas, los exámenes de conciencia y los contritos meneos de cabeza, volverán a la eucaristía de siempre, a sus misas negras de corporativismo y cafelitos, a la arbitrariedad de la logia impenetrable del "aparato" que casca a las bases, tan ignorantes.

El felipismo tiene vocación de zombi o de asesino de Viernes 13 y pico. Es lo que le gusta, salir de vez en cuando de la tumba o de debajo de la cama con el tijerón o el hacha en la mano. La Santa Alianza del felipismo ha vuelto a poner las cosas en su sitio en el Comité Federal y no habrá congreso extraordinario. La Junta de Salvación de una gestora oficialista llevará la cosa hasta el congreso ordinario de julio, y después seguirá la inercia haciendo su oficio con tiempo y gusto. Los borrellistas, los guerristas y los miembros de la corriente Izquierda Socialista se han estrellado de nuevo contra el tapial desconchado del sector oficial, tan adornado de cabezazos (los desconchones no hacen más que engalanarle la arquitectura al felipismo), y todo vuelve, da capo, a sonar como siempre, al minimalismo bostezante de su política.

Con ocho millones de votantes rezándoles todavía, dicen, es que no tienen por qué cambiar. Pero la realidad que se adivina, entre sus falsetes, es que hay demasiadas nombradías, demasiados caciques antañones con el culo hecho al sillón a los que tendrían que prejubilar, a los que habría que buscarles un balneario o un despachito templado en algún sitio, para dormir las glorias haciendo de asesores de constructoras o empresas papeleras. Almunia, cordero del dios Felipe, asume toda la responsabilidad de la derrota, porque tiene que hacerlo, sabía que tenía que hacerlo. Acepta el cáliz y bebe sudando sangre por la calva, y así la vieja guardia del PSOE se purifica el semblante, aunque siga por dentro con el mismo panal de gusanos viejos y sabios. Es que es así como tiene que ser. Lo diría Cándido y lo dice el PSOE. Al final todo terminará con Felipe y los suyos cultivando un jardín y comiendo dulce de cidra y pistachos, como el personaje de Voltaire. Es el mejor fin posible, dirán.

 

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