El Cínico
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14/06/99
Los pollos, el lino y las paranoias.
Es bonito que la actualidad se llene de esa naturaleza vivificante y en cueros de lo campestre. A ver si no queda precioso tanto lino y tanto pollo en los noticiarios y en las portadas. Es, al menos, una mirada de soslayo a ese mundo del campo, perdido, antiquísimo, originario, que sufre el desprecio de esta sociedad devotamente industrial y urbanita que ha olvidado el encanto de las atmósferas limpias, de los horizontes sin romper y de la vida sin bonobús.
En las fotos de los periódicos, entre los caretos de los candidatos, un pollo desplumado y descabezado, crucificado entre hierros con su repelús enternecedor y mártir de comida recién muerta, nos retrotrae además a esa condición fundamental, hermosa y predadora de nuestra especie, a la verdad de la vida y de la muerte y de la cadena alimenticia que decían en "El Rey León", una cadena alimenticia que no es, como creen muchos, eso del Continente o del Pryca. Y el lino, ese lino que de los trajes de los señores mediterráneos y de los jugadores de póker de las películas ha pasado, chamuscado y todo, a las cajas de caudales como un nuevo metal precioso que vale sin más que ser él mismo, a ver si no es una alegoría hermosísima de la trascendencia intrínseca de los entes, toda una lección de ontología.
Pero el caso es que la gente no parece que esté apreciando mucho la belleza bucólica, antropológica ni metafísica del asunto, y es que cada vez nos volvemos más banales. Cerca de mi casa, donde hay un asador de pollos (los pollos asados son el cáterin dominguero y cutre de los curritos sanluqueños), el dueño se está planteando cerrar el negocio y poner una mercería, y es que últimamente la gente no deja de hacerle asquitos al género, a pesar de que él jura y perjura, persignándose con profusión de aspavientos, besitos en el pulgar y ojos puestos en blanco en plan muy místico, que es sanota mercancía española, lozanos pollos carpetovetónicos, cebados sin pasar de los Pirineos.
— Mira, Manué, que ese pollo tiene mu mala cara, hombre, a ver si va a ser de la Bélgica esa.
Y Manuel se persigna otra vez y se besa ese pulgar coloradote y rechoncho que tiene, que es como un muñón que no terminó de cuajar.
— Que no, doña Pura, que es de una granja que tiene mi cuñá en Dos Hermanas, se lo juro a usté por mis chiquillos.
El otro día, en el bar donde suelo desayunar, un señor pedía la tostada de tal guisa:
— A ver, Pepe, cafelito y una tostaíta con mantequilla salá, y que la mantequilla sea a lo más lejos de Cuenca, no me vaya a intoxicar con el mamoneo este de las dioxinas.
— Tranquilo, don Arturo, que de Bélgica no traigo yo ni papel del váter, que ya van diciendo por ahí que sale sarpullido.
Y así.
Menos mal que lo del pollo no ha sido culpa nuestra, que si no vaya campaña que hubiéramos tenido, con lanzamiento de menudillos entre candidatos y cosas aún peores. El lino, en cambio, sí ha dado mucho juego en este zafarrancho electoral. Ha sido la animación, junto con los atriles de Aznar, la mierda repodrida de González (con perdón) y el cuello larguitieso de Rosa Díez, que parecía buscar continuamente Bruselas desde ese cuerpo vivaracho, nervioso y como de artista gitanilla que tiene.
De Palacio, esta dama discreta y algo proletaria del PP, que es como el reverso estético de Tocino (ministra ésta de vaporosidades y peinados y volutas y utillaje glamuroso) se las ha tenido que ver durante la campaña con las miserias del lino, asunto que tiene más pringue que lo del aceite y los olivos, sin duda. Al final, después de tanto tira y afloja entre administraciones central y autonómica, entre De Palacio y Bono, la cosa se queda en lo de siempre, esto es, échenle la culpa a Europa, que es el chachachá de las subvenciones, que es la que ha puesto de moda el choriceo de los cazaprimas y ha creado el agricultor interactivo, on-line con el web de la UE.
Yo, desde luego, con esto del pollo y del lino, me quedo con lo positivo, con esa aura horticultural y granjera que ha cogido, así, por estas casualidades, la actualidad. Uno, que es de campo (a mucha honra), agradece estas cosas. Y lo demás son paranoias de la gente, hombre, que lo que no mata engorda, y que todo lo que podemos sacarle a la Europa que nos sigue tratando como a una península africana, pues mejor que mejor. Por pringaos.