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EL DERECHO Y EL REVES |
El fin del milenio dicen que nos está trayendo el desleimiento de todas las ideologías y, como un reflejo en la literatura y en las artes, esa moda de la mezcla o la muerte dulce de los géneros en una cama redonda y gozosa. Se lleva eso que llaman fusión, que es como darse cuenta ahora de algo tan viejo como que el arte no vive a gusto rodeado de cercados y siempre salta para ver que hace el vecino y copiarlo un poco y hacer una fiestecita juntos. Mezclar géneros o matarlos a todos, quitarle a la literatura esa fealdad de oficina de correos donde todo se sostiene sobre un casillero, es poner la escritura en una meseta de libertad y pureza. A pesar de esto, hay quien está más cómodo encasillado, por ejemplo Pérez Reverte, que hará por siempre literatura del diecinueve, en forma y en fondo, y seguirá sacando sus libros del Capitán Alatriste como tomos de El Guerrero del Antifaz. Umbral cuenta en este libro los últimos y vertiginosos veinticinco años de España desde la atalaya de Madrid, que es su ciudad fortaleza o su ciudad catedral, mostrando un bestiario a veces tierno y a veces feroz de personajes y andanzas. Madrid, tribu urbana de las vanguardias, de los “pelotazos”, del nuevo “capitalismo chachi”, Madrid donde crece España entera como en un vientre de piedra y túneles. Pasan estos años de España ante la melena blanca y el dandismo canallón de Umbral, que va contándonos la vida y la historia desde el palco de una fiesta, de una cena, que nos explica todo un terremoto político o social a partir del bolso de una amiga y la corbata de un empresario. La prodigiosa capacidad de Umbral para el retrato nos regala en este libro una descripción implacable de González como hombre-Estado, de la Monarquía como un minué, de la nueva derecha como un guateque de contables y funcionarios, de la muerte como una ingravidez progresiva en los bellísimos párrafos dedicados a Carmen Díez de Rivera. Despiadado con el “exilio”, viene a reivindicar el “posibilismo” como única reacción inteligente del escritor en la dictadura y ataca a muchos cuyo mérito literario se redujo a llegar en una columna de fusilados vivos. Eso y sus amores reales o inventados, líneas líricas para esa mujer que es una o varias, poderosa en el sexo o subyugadora de fragilidad, según. Es el toque de narcisismo que siempre pone Umbral en sus diarios, porque Umbral en el fondo es un golfo tierno que gusta de contar sus fornicaciones como en el casino, y también un señor de izquierdas algo vergonzante que, para disimular a lo mejor, saca a muchos amigos ricos en sus libros. Mirar los últimos veinticinco años de España con un ojo literario, irónico, sabio, quedón, urbano, deslumbrante; eso es lo que hace Umbral en Madrid, tribu urbana, libro bacilón y magistral en el que se aprende mucha vida y mucha buena literatura, aparte de subirle las enaguas a nuestra historia más reciente y dejarnos ver una cacha o un escándalo, que siempre viene bien. |