LA TRAMPA DE ULISES

Luis M. Fuentes

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4/10/99

Aniversario.

El calendario, que se inventó para calcular las siembras y los menstruos de las mujeres, lo convirtieron los romanos en un listín de dioses y emperadores triunfantes o muertos (cuando le dijeron a Julio César "cuidaos de los idus de marzo", le advertían de que algunos tenían previsto santificar el nuevo calendario juliano con el pellejo recosido de su patrocinador). Después, la Iglesia, que siempre hace reconversión industrial de la Historia y de las mentes, acabó dejando el calendario en lo que es ahora: un vademécum de batallas gloriosas y martirios de vírgenes. Este calendario tiene la ventaja de los puentes y las fiestas de la patrona, que llaman mucho a la comunión de las gentes y a compartir los embutidos del pueblo, pero sobre todo del confort del tiempo circular, que da esa confianza de que en realidad nada cambia y todo se repite.

Son todas estas casualidades las que llevan a la masa a preparar fiestorros para el 2000 (aunque el siglo y el milenio empiecen en el 2001, que eso lo sabe hasta el Rey) y, en nuestro caso, a celebrar el primer aniversario en la red de este Mamoneo transgresor y chuflón. Cualquier excusa es buena para un cachondeíto, incluso el hecho banal de que la Tierra haya completado otra órbita más con esa languidez circunspecta de los cuerpos celestes. Pero mejor que celebrar ese milenio falso que se han inventado aprovechando la redondez de los ceros, y mejor que el coñazo del Xacobeo con sus gaitas, me parece a mí celebrar el año mamoneístico.

Porque somos algo dejados, que si no lo suyo hubiera sido que los mamoneófilos (y mamoneófobos también, hombre, que está de moda la tolerancia, como el flamenco fusión) nos hubiéramos puesto las sandalias para hacer un peregrinaje a La Caleta, parando para ofrecer libaciones ceremoniales al dios Momo en cada bareto del camino. Hubiera estado bien una caterva desplazada a Cádiz desde El Puerto, San Fernando, Puerto Real, Sanlúcar, Rota, Jerez, desde donde sea, llenando el puente Carranza como trabajadores de Astilleros, cantando himnos a Teófila, a Nadía y a Franquito Román con la guasa que nos enseñaron el Trasmallo en la Bahía y los Infogramas Editoriales.

En un año, esta publicación, de la que soy sólo un invitado a pesar de que Piosa me endosara un día su paternidad a voleo, como si fuera yo Julio Iglesias (ay, qué poca vista), ha sabido consolidarse a base de gracia y valentía. La leen los políticos y los quitapelusas temiendo ver sus nombres, la leen los funcionarios en las oficinas para hacer chistes del jefe en el lavabo, la leen los parroquianos de los bares y las barberías para animar sus tertulias de mus y tinto, la leen allende los mares los inmigrados y los nostálgicos... El Mamoneo ha ensanchado la Bahía de Cádiz como un útero acogedor y tibio para amparar a toda la buena y sana gente que gusta del humor y aborrece la hipocresía y la comedia mala de las bribonadas y el chapucerío.

Ha sido el primer año, el comienzo tan sólo. Al Mamoneo le queda todavía mucho, más que al dichoso soterramiento, por lo menos. Y seguirá dando guerra, aunque les pese a algunos, de eso estoy seguro. Mártires de la Bahía, compañeros y amigos todos: esto es el Mamoneo, y aquí... eso mismo.

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