LA BAHIA DEL MAMONEO (BAHIA DE CADIZ)

LA TRAMPA DE ULISES


Carnaval con hielo

Siguen cayendo aerohielitos como meteoritos de un planeta de pescaderos, como cachos del hielo de los cubatas de un dios borrachín y patoso, como peluázos de alguna gamberrada cósmica contra las cristaleras de la capa de ozono. Caen de las cavernas del espacio, de las fresqueras del cielo, de las neveras de los guasones o de los aviones (puede que hasta del "Rafael Alberti", ése en el que el poeta paseará su nombre y sus palomas y María Asunción Mateo su viudez arácnida, usufructuaria y venenosilla). El de La Viña era de mentira, no tenía más de alienígena que el minúsculo repelús de bicho de las patitas o los ojillos de algún camarón fosilizado de frío y levedad, espantoso en ese estupor ensimismado de todos los bichos muertos. Se fraguó en las nebulosas del frigorífico de Felipe Martín, cristalizó con la gracia del lugar e hizo su entrada en la atmósfera de la calle Palma tranquilote y benigno como el vaporcito, para acomodarse en la historia gaditana como aquellos duros antiguos, ya verán ustedes. Pero hay otros de verdad, y si no que se lo pregunten a mi paisana Mari Chamizo, a quién le cayó el otro día en su venta de Bonanza uno a dos metros.

El Carnaval, que maneja el microscopio de la vida mejor que estos señores tan esdrújulos del CSIC, seguro que hará sus análisis propios sin espectroscopio ni nada. Verán cómo todos los misterios de estos hielos son explicados convenientemente por los doctores del Instituto Tecnológico de La Viña y afines. Los aerohielitos serán la estrella junto con -aventuro- el web de Teófila (esa mezcla de tebeo y anuncio de compresa) y el afane de Afanas (esto es, el mangoneo por homofonía). Bueno, y la Bahía del Mamoneo, que digo yo que caerá en alguna coplilla.

Llenar los cuplés de aerohielitos no está mal porque enfriará un poco el ambiente en este Carnaval raro de cismas, elecciones y broncas radiofónicas. Los aerohielitos, ya puestos, podrían enfriar la pugna entre autores, agrupaciones y clanes, esa vivisección del Carnaval que le va tajando arterias y que terminará despiezándolo en una matanza gorrina, en un absurdo caníbal de salpicones y pringue. También podrían enfriar la pelea entre autores y emisoras de radio, esos novietes que se quieren y se desean pero que hacen desplantes de orgullo y plazoleta como en La Verbena de la Paloma. Y, sobre todo, sería bueno que enfriasen las soflamas de la lucha electoral, de la chirigota de la campaña que vendrá, por una vez, a cuento. La política no deja de ser un Carnaval sin gracia, con sus vivas apasionados al pueblo y sus parodias con entonación de tombolero o corresponsal en Moscú. Todos los políticos, en el fondo, tienen alma de comparsista: se embuten en tipos dolientes, entre derrotados y esperanzados, y constriñen el gesto y hacen falsete cuando quieren dar más penita.

Vamos a vivir un Carnaval con hielo y campaña, con aerohielitos en la memoria, chirigotas en los mítines y urnas el Domingo de Piñata para ir con la papeleta vestido de indio o pitufo, con el resacón y la guiri que nos hemos ligado por la noche cantándole pasodobles de Martínez Ares, que no los entienden las guiris pero que camelan con tanto requiebro. Y yo, que soy optimista, sólo espero que tras el hielo venga el güisqui irlandés, que es lo que pega. No sé si para eso tendremos que ponerle una velita al Meteosat o a quién.

 

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