LA BAHIA DEL MAMONEO (BAHIA DE CADIZ)

LA TRAMPA DE ULISES


Cruz Roja de Sanlúcar

En las mudanzas políticas siempre se pierde algún papel, algún bedel, algún millón, y, a cambio, sólo se queda en los cajones un pintalabios o una horquilla de una secretaria. La extraña pareja PP-PA, esa Hidra bicéfala y cheposa, llegó al poder en Sanlúcar muy extática con la canonización del Cunete y lo primero que hizo fue prepararle una hornacina con mariposas, para la contemplación y el rezo. Lo divino obnubila, eleva, y entonces uno se preocupa menos de las vulgaridades de la vida terrenal, tan ingrata. Entre el barullo de las cajas de cartón, de los limbos empíreos y la soberbia que da el poder, al actual Gobierno Municipal se le olvidó la Cruz Roja, que se caía a pedazos de abandono y tenía a los voluntarios comiéndose los caliches para sobrevivir.

La antigua Casa de Maternidad, caserón ruinoso de escombros y fantasmas donde esta ONG ofrece sus servicios a la comunidad, iba a ser remodelada, la iban a adecentar de cristaleras y aluminios, la iban a poner bonita y afrutada como el burger de un centro comercial, según rezan planos y convenios. A cambio de la aportación del Ayuntamiento, la Cruz Roja cedía una parte para la Casa de la Juventud. Pues de todo esto, que se acordó con el antiguo equipo de gobierno pero que mantuvo el PP en el peloteo previo de la campaña, se olvidó el alcalde, Juan Rodríguez, engolado de poderes y de corbatas por estrenar. Ahora, a la Cruz Roja se le han hundido techos y tabiques y no ha habido muertos de milagro. Se han tenido que suspender todos los servicios y los voluntarios montan guardia contra las ratas en la calle, con un cartelón en la puerta que dice "cerrado por ruina"

De los treinta millones que prometía el Instituto Andaluz de la Juventud, Juan Rodríguez dice que no sabe nada. El papel se perdió entre alguna factura de clips o entre el papel Albal de los bocatas de los jardineros, y el director del Instituto no se le ponía al teléfono, que le decían que "no se encontraba". No. Es otra cosa. Es lo que me dijo el otro día el delegado de juventud entre copa y copa en un bar, que "el Ayuntamiento no tiene la obligación de dar dinero a una ONG" y que "le conviene más dárselo, por ejemplo, a Protección Civil". Estos funcionarios, que no saben filosofía, es que todavía no distinguen entre deber legal y deber moral, esa ley universal necesaria para no morir en el individualismo hedonista (en el que tanto caen los políticos), eso que llevó a Kant a su imperativo categórico, que no estaría mal que repasara el PP, pese a las pegas que se le pueden poner a Kant. En sus finas contadurías no les cabe el deber moral, no les entran las vidas que salva Cruz Roja, y esos enfermos a los que estos chicos les quitan las babas todos los días, los discapacitados a los que ayudan, los inválidos a los que trasladan, los enfermos de Alzheimer a los que acogen les deben parecer un hatajo de desharrapados, miserables y subhumanos, gente despreciable de "tierra de misiones", que es como llaman los pijos a los barrios obreros. Es más importante gastarse el dinero en chóferes o en cenas, en pagar el sueldo de los once flamantes concejales liberados, en la gratificación a sus adláteres por los servicios prestados, en el jornal por esa lealtad insincera y sórdida de los pactos políticos.

Ante la protesta, ante el cabreo de los jóvenes voluntarios y de otros colectivos ciudadanos por la tomadura de pelo, el señor alcalde sólo les dice que "se callen la boquita", que con los cascotes le están estropeando la decoración del salón, tan mono y arregladito. En el colmo de la desfachatez y la inhumanidad, todavía les acusó de estar "manipulados políticamente". Sí, cuando fue él el que, aquel día en Balbino, se acercó hasta el vicepresidente de Cruz Roja y hasta éste que escribe para prometer solidaridad, oros y grandezas e incluso solicitar "voluntarios jóvenes capacitados" para las filas de su partido.

A este Juan Rodríguez se le ve un entrecejo de torpeza, de poca capacidad y hasta de poca hombría -acusar de "politizada" a una ONG como Cruz Roja es de una ruindad y una cobardía mayúsculas-. El poder le viene grande, anchote de mangas y largo de tiro, y así va, pisándose los perniles y cayéndose de boca en cada declaración. Es que siempre fue algo pusilánime, que ya lo conocemos de sus correrías de juventud, que un pueblo todo se sabe. Pero el paso de la pusilanimidad al descaro debe ser cosa de una alergia que da el cuero de los sillones. A lo mejor lo suyo se queda en organizar excursiones para ver al Papa y no sirve para otra cosa. Mientras, por su incompetencia o mala sangre, ahí está la Cruz Roja con los muebles en la calle, sin poder ayudar a la gente, sin poder salvar vidas, que es lo suyo, y gratis. A Juan Rodríguez (o mejor, directamente a nuestra Teo, que sabemos que lee esto) hay que decirle que hacen falta un convenio y un edificio, ya mismo, tal como se prometió, por el bien de Sanlúcar y sus gentes. Que lo consulte con la almohada o con la estampita de Escrivá de Balaguer, a ver si se aclara en sus prioridades.

 

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