LA BAHIA DEL MAMONEO (BAHIA DE CADIZ) |
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La ofensa del norte tiene que venir en números, que es lo que manejan ellos. Nosotros manejamos Vírgenes, botijos, aljofifas y serones, y ellos manejan números, arborescentes macetones de números, y tienen siempre a un ingeniero que te suelta un insulto en un porcentaje, como un taxista de las calculadoras. A nosotros, mejor que mentarnos a la madre, se nos mienta una estadística, que nos hace sentir como el hijo del pecado de un banquero, como el huerfanito de una caja registradora, como el colillero de todas las calderillas de España. Lo que pasa es que nosotros no somos pobres porque no tengamos dinero, sino porque vivimos en ese analfabetismo del número y su metalurgia, solos con un sol y una cepa, y nuestros empresarios únicamente llegan a contar con los dedos y a hacer los balances en papel de estraza, equivocándose en las llevadas. Aquí medimos y contamos de otra forma. Los números que se gastan por ahí no los entendemos y por eso nos resbala mucho lo que diga ahora la Caixa, que es lo que dice todos los años, que están bajos nuestros guarismos, que seguimos con la pulmonía de las cifras y nos vamos a morir todos del raquitismo de una coma y de una artritis hecha de lápices muy afilados. Aquí tenemos matemática propia, aquí, en este universo combado que es Andalucía, fallan todas las leyes del dinero como en la singularidad de un agujero negro que se formara en el saquillo de los contables. Aquí ajustamos las cuentas tan de otra manera que Chaves dice que la situación de Andalucía es envidiada por otras regiones. ¿Se referirá a alguna región de Sierra Leona? ¿Ha aprendido Chaves a dividir con decimales? ¿Le falla la neurotransmisión porque no le llega la sangre gorda a la cabeza? La guaxa de la Caixa, con sus anuarios como bofetones plastificados, puede sonar mucho a agravio regional y a venganza de unos malages norteños, pero alguna razón tienen, aunque nos pese. Lo que ocurre es que cuando vienen sus agrimensores de oro a buscar los bonos, los negocios y las cuentas corrientes, se les olvida mirar el bidón de billetes verdes que esconde la familia en el tollo, y les faltan las plantillas para cuadrar las chapuzas y los trasteos del estilo compadre. Así les salen números muy gritones y una ciudad como un zoco magrebí que no lo es tanto, a la cola menesterosa del país. Los chanchullos del paro, los empresarios que no aseguran, el dinero invisible que cruza Andalucía como un carretón lento y nocturno, todo eso no sale en el anuario de la Caixa. Andalucía, Cádiz, es más culo de Europa que nunca cuando se mira desde una Cataluña tan alta como la luna, pulcra de subtotales, y un poco menos desde aquí, donde conocemos muchos pobres con todoterreno y subvención, aparte de otros que lo son de verdad. Tiene guaxa la Caixa recordándonos nuestras miserias con puntualidad y recochineo. Tendríamos que hacer nosotros otro anuario donde se midieran apaños, triquiñuelas y esa primera ingeniería financiera que es esconder el dinero en una lata. Seguro que en esa estadística quedábamos la mar de bien. Pero me permitirán ustedes que termine el artículo y deje estas divagaciones para otro día, porque escribo desde Sanlúcar, la ciudad más pobre de España según la Caixa, y, como no tenemos correo electrónico, esta cuartilla tengo que mandarla en la próxima diligencia, que se me va ya mismo con una prisa perezosa, digna y ferroviaria, como el tren rumiante de los pobres. |