LA TRAMPA DE ULISES
Luis M. Fuentes
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1/03/99
Fiebre.
Estos son días de fiebre y tiritonas. Una gripe pegajosa, empecinada y guerrillera se me ha unido a los huesos y a la mollera. Pero hasta la enfermedad tiene algo bueno, porque regala un estado diferente de conciencia, un vidrio que agiganta y deforma el mundo y afila las sensaciones que nos llegan, igual que el amor o las drogas. Pensar en la actualidad y en sus personajes durante el duermevela de la enfermedad, sobre ese telón de angustia estancada que sólo tienen las pesadillas y la fiebre, hace curiosos reajustes en las imágenes y en las ideas.
Por ejemplo, mi Teófila de la gripe no es la de siempre. La Teófila que sale ahora en mis tiritonas, en mi fiebre de madrugada, no va disfrazada de Zorro, sino de Leticia Sabater disfrazada de Heidi, y baja de las montañas, de un país hiperbóreo de bosques, vacas lecheras y boinas. Tiene guasa tener que bajar de las montañas para ascender en Cádiz. Pero la guasa se deja sentir poco con la fiebre, es un paréntesis tan sólo, un pico de lucidez momentánea. Va Teófila disfrazada de Leticia Sabater disfrazada de Heidi y tiene un cántaro de leche y canta y dice no sé qué de comprar una vaca y ser presidenta del PP de un país de fantasía, un país extraño de pequeños gnomos que trabajan todos en astilleros, en cortijos o cantando flamenco con el cigarro en la boca. Me extraña que cante bien, con una potente voz de tenor abaritonado, aunque a lo mejor no es ella la que canta, sino Chaves, a quien también veo por ahí vestido de Curro Jiménez, con toda la faja llena de rosas que parecen alcachofas y afilándose una navaja descomunal con toda la calva. Chaves cabalga saltando sobre charcos de aguas malolientes y balsas de decantación, y hay algo desolado en su estampa, como de viejo maestro de ceremonias en un circo pobre. Y a mí me da por pensar, tiritando, que lo mismo se lían los dos a cabezazos para ver quien se queda con la presidencia de Andalucía, que así se llama el país de los gnomos porque lo dice una aparición de Pacheco que llena todo el cielo y que además recuerda que hay que hablar bien el andaluz, igual que él, que no tiene fronteras. Y digo yo que, si se lían a cabezazos, la pobre Teófila-Leticiasabater-Heidi tiene todas las de perder. Eso no es justo. Pero bajando una colina soterrada vienen dos chiquillos disfrazados de Pedro: Enrique García-Agulló y Jorge Moreno, con tirachinas en la boca y los bolsillos llenos de piedras, para defenderla. La pobre Teófila quiere a los dos, pero no sabe a cuál dejar con su abuelito cuando compre la vaca y, quizá con ella, se líe a cabezazos con Chaves. Parece tan triste. Pero la imagen se pierde y veo a Abel Matutes, que va vestido de policía con Don Gato en el hombro, como si fuera el loro de Long John Silver, y a Robin Cook, ese ministro que en su tiempo libre escribe novelas de intrigas médicas y de higadillos desparramados, jugándose al tute el Peñón, que lleva el inglés colgando de la oreja porque va vestido de corsario.
Esto se nubla cada vez más, sí, y es que debe ser la hora de las pastillas, ya, por fin. El próximo artículo lo escribiré desde una convalecencia feliz y oronda, lleno de vitaminas y paseos al sol. Todo será diferente. Pero ahora todavía me queda una gran duda: ¿Paracetamol o ácido acetilsalicílico?