CAMPAÑA ELECCIONES ANDALUZAS 2004
Luis Miguel Fuentes

 8 de marzo de 2004

UN DÍA EN LA CAMPAÑA

Partido Andalucista
Andalucismo fusión

CÁDIZ.- Todos los mítines son un fraude. Una troupe que incluye políticos, feriantes y gente de cartón, un público hecho como de tragabolas, va repitiendo el mismo ballet y la misma boca abierta una y otra vez. Un mitin es un acuario montado para que en los medios parezca una lucha y un buceo que no descansan, pero si en mitad de estos actos se fueran las cámaras y los plumillas, todo se desconectaría como un tiovivo. El mitin quiere dar la sensación de que se van sublevando ciudades sucesivas, pero el salón lo llenan siempre los mismos traídos de fuera en autobuses: familias de los concejales y colocados de la provincia. El sábado, al comenzar el mitin del PA en el hotel Atlántico, daban la bienvenida a la gente de Cádiz, pero los que estaban allí mayormente eran gente de Espera, de Vejer, de Ubrique, de Bornos, de Jerez, de Sanlúcar, que eran los mismos del mitin del día anterior en otro pueblo. Así llevan toda la campaña multiplicando el andalucismo con trampa y con sobrinitos. Se conocen ya como de viajes a Portugal para comprar colchas, y sus saludos de todos con todos lo que dan es un ambiente de picnic y de cumpleaños del abuelo.

Mitin con Antonio Ortega, con Antonio Prats “El Bolsitas”, iconos los dos de lo más morrocotudo del PA; mitin con Papá Levante que son la morería con ombligo; mitin de lo que queda del andalucismo en todos sus estratos y refundaciones. El salón tiene el techo acolmenado, manos rojas proyectadas en las paredes, globos blancos y verdes suspendidos sobre los asientos, música de guitarritas y flamenquito ligero-fusión-fashion. Esa musiquita es quizá la metáfora de todo el andalucismo. Lo que había allí ya no tiene que ver con ese ideal un poco de ropavejero romántico, de noche de serenatas por los olivares, de gente del campo como mineros por arriba, de tierra reconquistada, de orgullo de malcomido y nostalgia de entre Boabdil y Carlos Cano. Todo eso que quizá fue un día el andalucismo, antes de que el quejío se sustituyera por las niñas de las agencias de viajes. Ya no es el tipo Jarcha o el tipo jornalero con poesía lo que abunda, sino la novia con minifalda del chaval que en el pueblo lleva la cosa de los polideportivos, o una señora de lila o con armiño falso o con las amigas de la peluquería hermanadas por el cardado y el callista, o el chico de gomina y camisa a rayas blancas y azules como un tenista recién ascendido en la Casa de la Juventud. Claro que también está el señor mayor de la gorra campera, que parece venir directamente del huertecito o de tirar los cohetes en la verbena; y la mujer medio de luto y rebeca raída, que quizá acaba de cerrar el quiosco; y la esposa serrana de un concejal que, con el chándal, casi se trae, la pobre, las pantuflas; y el hombre con aire de maestro que tiene la barba a lo Rojas Marcos, y los hijos o los nietos de todos ellos, chiquillería con los globos atados a la oreja. El andalucismo de base diría uno que, por detrás de los viejos veteranos, ha ido virando hacia una juventud que parece que está como para ir a algo de Nochevieja o para entrar en la recepción de un hotelito, una cosa siempre como de primos hermanos que se van colocando en la Fundación Municipal de Cultura o de guías de bodegas.

Los políticos, los ediles, los que ya van de cargos orgánicos y de cabezas de lista, se esperan entre ellos en el hall, respetando los grados, de concejalillo a alcaldón o a personaje, y cuando se colocan en las sillas es como si se situara un coral de feos. Van desde la pana al traje de padrino, aunque Ortega se ha puesto ese día un jersey que le hace parecer un poco más zapatudo todavía. Están felices entre pines de la blanca y verde y sus lemas como de parabrisas, eso de “Andaluz, vota por tu tierra”, que quiere decir que la tierra son ellos aunque luego la tierra les de lo mismo y una consejería les tape todo su romancero. No han abandonado el discurso del partido andaluz fuerte aquí y en Madrid, “como los catalanes”, dicen, “que sí que han sabido hacerlo”. Eso y que el PP y el PSOE son “el mismo perro con distinto collar”. Pero al collar del PSOE, desde luego, han estado un poco más pegados.

El salón está lleno cuando llegan los último autobuses. La gente sube las manos, aplaude en oleaje cuando el orador eleva el tono, igual que ocurre en los pregones. Las coreografías se las saben hasta los chiquillos. En la conversaciones entre particulares, de vez en cuando sale Pacheco como si les sobrevolara un búho traidor y cabezudo. “Pasó su época”, dice alguien. También desconfían de los sondeos. “A mí pueblo no han llegado a hacer encuestas”, dice una mujer. Otros preguntan al que está mejor colocadito qué hay de lo suyo. El andalucismo era en el mitin un retemblor verdoso y las chicas de la organización aplaudían hasta de espaldas, mientras corrían a cerrar una puerta. Todo ese ruido es lo que llega después a hacerse pasar por campaña y por política.

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