Luis Miguel Fuentes gana el Premio Nacional de Periodismo
de la Asociación Española de la Carretera



Comunicado de prensa de la AEC

Madrid, 19 de febrero de 2003

Andalucía en Autobús" es el título de la serie de reportajes galardonados con el Primer Premio de la categoría de "Prensa de Información General" de la IV Edición del Premio Nacional de Periodismo de la Asociación Española de la Carretera (AEC). La autoría de estos trabajos, publicados en El Mundo Andalucía entre los días 6 y 10 de agosto de 2002, corresponde a Luis Miguel Fuentes, periodista que tiene en su haber otros premios como el Eduardo Mendicutti de 2001.

A lo largo de los cinco reportajes que componen su serie, Luis Miguel Fuentes hace un recorrido en autobús por las principales carreteras andaluzas en el que nos acerca al lado más humano de este tipo de vías de comunicación terrestres; y lo hace retratándolas a través del mosaico de gentes que transitan por ellas. Para ello, Fuentes nos propone un viaje en un medio de transporte en el que confluyen una inmensa variedad de personalidades, motivaciones, ilusiones y anhelos. Medio de transporte, a fin de cuentas, que, siguiendo la línea argumental del autor, nos devuelve al concepto originario de la carretera como vía de comunicación entre gentes y pueblos de toda índole, por encima de clases sociales y diferencias económicas y culturales (...)

El Jurado, presidido por el también Presidente de la AEC, Víctor Montes, ha estado compuesto por profesionales de reconocido prestigio dentro del sector viario nacional y del mundo periodístico: Javier Belderrain, periodista especializado en el sector de la Carretera y las Obras Públicas; Tito Drago, Presidente Honorario del Club Internacional de Prensa; Antonio García, Gerente del Instituto Mapfre de Seguridad Vial; Alejandro Fernández Pombo, Presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid; Manuel María Meseguer, Director de Comunicación de la Agencia EFE hasta hace unas semanas; Jesús Soria, Director de la revista Tráfico, y Luis Togores, Decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad San Pablo CEU.

Los miembros del Jurado argumentaron su dictamen apoyándolo tanto en aspectos de contenido como en la calidad de la técnica periodística empleada. En su opinión, los trabajos seleccionados responden perfectamente al espíritu que persigue este galardón, puesto que suponen una importante contribución a la promoción de la carretera como elemento de desarrollo de los pueblos, y como exponente de la libertad de movimiento de sus ciudadanos (...)

Más información: www.aecarretera.com/premioperiodismo.htm

 

Discurso de Luis Miguel Fuentes

Recuerdo a Kautar, dormida sobre la maleta como una hada morena con la sandalia quitada, en Algeciras, frente a la sombra madre y montañosa de su África natal; y llegando luego a Sevilla, con los taxis ardiendo como diligencias, bajándose del autobús para enfrentar su futuro soñado de estudiante de farmacia. Recuerdo a Gonzalo, enflaquecido por el luto, la jubilación y la silicosis, que volvía a su pueblo después de limpiar la lápida de su mujer en Huelva y miraba por la ventanilla sus minas de Riotinto también muertas, una boca seca de la tierra con un hambre hacia dentro, gran pisotón que dejó allí la vida. Recuerdo a María, la pianista rubia y lánguida, tímida con sus gafas de mirar corcheas, escapando de una Córdoba en llamas hasta Fuengirola, a sus playas que son un cuarto de baño y un sol de plástico. Recuerdo a Stephania y a Nicholas, la parejita de Alaska con la mirada empinada, azul y extranjera mientras el autobús subía a las Alpujarras granadinas, entrando en un tiempo de águilas, hacia unos pueblos con nombre de castillo o de hechicero, pueblos como surtidores de blancura y perpendicularidad, sólo con muros de cielo y espaldas de gigantes enfrente. Recuerdo a aquella mujer marroquí sin nombre, en la estación de autobuses de El Ejido, que sólo decía “invernadero”, con una lejana sonoridad extraterrestre, como si se refiriera a un planeta.

Los recuerdo a todos, a todos con los que hablé al final de un julio pegajoso, en unos autobuses llenos de dormidos, gente con radiografías, estudiantes, braceros, guiris, ciclistas, exiliados y supervivientes, trazando las diagonales de una Andalucía que me pareció más numerosa y más múltiple que nunca. Y en esos autobuses, donde encontré un alma por cada apeadero, pensé que quizá la carretera es eso, una gran colección de almas en suspenso, montadas en una flecha, aguardando la parada como una resolución o una confirmación de sus vidas; que la carretera es un moverse la tierra mientras se detiene lo demás y queda el tiempo pendiente y el corazón a la espera, hasta que llega algo, un destino, un rayo, un cambio, una paz.

Vemos las carreteras como un diagrama de venas sobre los mapas igual que láminas de un cuerpo desplegado; vemos un cemento que cuesta dinero y un trabajo egipcio que manejan los ministerios y los ingenieros; vemos la velocidad que horada las montañas y deja un acero en ráfaga. Pero quizá vemos menos que, sobre todo, la carretera es ese caballo larguísimo que lleva sobre sí millones de existencias y de historias, que es para lo que sirve, y por eso mismo una carretera vacía es la metáfora más perfecta de la soledad.

Parece que es por ver la carretera en todo lo que tiene de madeja, de buque, de labor, de horas, de humanidad, de pirámide, que dicen que nos han dado, a mí y mis otros compañeros galardonados, este premio que ahora agradezco, en nombre de todos, al jurado y a la Asociación Española de la Carretera. Yo tengo más agradecimientos: a mi amada Rocío, que me ayuda y me inspira; a mi fotógrafo habitual, Pepe Ferrer, que me sufre, el pobre, como sufrió los calabozos de Gibraltar hace poco; al redactor jefe de la edición andaluza de El Mundo, Javier Rubio, a quien confieso que no dediqué demasiados buenos pensamientos en un principio, cuando me apartó unos días de esa placidez comodona que es escribir columnas de opinión para enviarme, con tóa la caló de julio, a recorrer Andalucía en autobús; a mi director, Paco Rosell, que es el jefe y hay que sacarlo... Y a toda la gente con la que hablé en aquellos autobuses, con la que revisité mi tierra y con la que descubrí las carreteras de Andalucía como un gran estruendo de vidas.

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