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Zapping |
10 de octubre de 2004
Punto y Medio. No debe de ser fácil encontrar cada día un autobús que venga de comprar colchas en Portugal para llenar el plató de Juan Imedio. Juan Imedio o Juan y Medio tiene uno o varios programas solapados o sucesivos gracias a ese trabajo bien hecho en las gasolineras, y es por eso que puede darnos unas largas horas asalchichonadas con una gente que ya viene animada con Perlita de Huelva y el Fari más peleón. El público da por lo menos la mitad del tono de un programa, y si se quiere que éste parezca un tendedero, el casting debe estar a la misma altura que la colada. El viudo buscando moza cuando ya no hay mozas a esa edad; la señora que ofrece su ternura a través del cocido, pues llega un momento en que el amor sólo llega al punto de la sal; eso tiene su público propio como el cuplé. Hay un cupo de buena gente que es el que manejan los productores de Canal Sur pero pesándolo por lo basto, que para ellos es lo auténtico, y que luego en todos los programas de zapping nacionales da la medida de los andaluces, que es la medida de la boina o la del huevo de zurcir. Juan y Medio presenta cada tarde horas y más horas de una Andalucía malbuscada en la tasca, en la mercería y en el hogar del pensionista, pero no sale ninguna consejera diciendo que en Canal Sur odian a esta tierra. En televisión todo está controlado y si hay una señora con risa de loro le ponen enseguida una grúa con un micrófono para ella sola. El público se busca, y en Canal Sur lo que buscan es abochornarnos. Con un saco de bocatas les da para eso, toda la tarde. * Las 1001 noches. Juan Imedio nos martiriza, tras sus viejitos, con un “musical” que nos pone a la portera con su copla y a la chiquilla con su primer taconeo, orgullo virgen de la plazoleta. Hay que cuidar la cultura de la tierra, que es un geranio. Con su estilo ternurista y como si presentara buceando, también Joaquín Petit nos reconduce hacia las raíces de lo nuestro: Navajita plateá, o Mantequita colorá, o Papitas aliñás. El flamenquito, que es sólo un recuerdo de flamenco hecho sin afeitarse y como venido de un Sacromonte con raperos. Antes estuvo de moda la rumbita carcelaria y ahora el flamenquito fusión, confundiendo el arte con el cubateo y la guitarrita flaca. Pero eso sólo es el nivel más callejero. Para los exquisitos, Petit nada de nuevo por el set y nos presenta un flamenco tántrico, un flamenco con claqué y con hormigas proyectadas detrás que a lo mejor fue lo más en la Bienal. A la Bienal la llaman en Canal Sur “el flamenco con mayúsculas”, a pesar de que dicen los críticos que ya es más bien una tetería. Pero vienen todos de la misma subvención, que es lo que hermana de verdad a la cultura andaluza, donde a los flamenquitos de guardia y a sus funcionarios se les paga bastante mejor que a los médicos del SAS. Luego, los profesores de las orquestas andaluzas tienen que ponerse a dar clases a los niños repipis para sobrevivir. Eso no sale en Canal Sur, claro. La música clásica es sólo para austríacos, y mejor si ya están muertos. Dónde se va a poner eso al lado de ese tío taconeando con insectos, o de Mantequita colorá o como se llamen, hombre, un poquito de por favor. * Sexo como pretecnología. Lorena Berdún hace del sexo una divertida tutoría y habla de los penes como si fueran payasitos. La doctora Ochoa tenía morbo porque era igual que si la bibliotecaria guapa te empezara a disertar de repente sobre los orgasmos. Lo de Lorena Berdún es otra cosa, es el sexo natural, sanísimo y claro, explicado como una clase de pretecnología. Muy natural fue también esa mujer gaditana que llamó diciendo que su marido “le quería dar... anal”. La mujer seguramente pensó otra expresión más castiza y luego, tras la pausa representada aquí por los puntos suspensivos, se arrepintió. Con eso y con la barbaridad que le dolía a ella la cosa, el plató se rió más que con todas las pichas de goma del programa. Pura gracia caletera. Seguimos promocionándonos, en nuestra línea. Otra pieza para los programas de zapping. Si nos pagaran por eso, la deuda histórica se iba a quedar en calderilla. |