Somos Zapping
Luis Miguel Fuentes

17 de octubre de 2004


Rosa cibernética. Rosa de España, que canta como un ángel negro y siente como una panaderita, la voz bostoniana de Graná, un poco niña y un poco triste y un poco rota, con la fama sobrevenida, con los peluches todavía en su cuarto, con los ojos y las palabras del pueblo, ya es el hada de todas las alegorías andaluzas. A través de ella han ejemplificado la Logse fracasada y la tierna ignorancia de esta tierra. Nuestra educación sigue dando chachas que cantan, ésa es la lectura. Rosa, contratada para hacer publicidad de un ordenador portátil, explicando lo bonita que es la pantalla y que el cacharro puede hacer muchas cosas que no sabe, la pobre, era en la tele el icono ridículo de la Segunda Modernización: el analfabetismo funcional al que le ponen al lado una tecnología que da calambre. El portátil era una pecera muy inteligente y Rosa lo presentaba como un misterio al que sólo pudiera quitarle el polvo igual que Gracita Morales. Daba pena. La Junta no ha contado con la cantidad de gente que aquí es como Rosa. Para su Segunda Modernización, tendrán que explicar que los portátiles no planchan.

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La buena educación. Juan y Medio ocupa todas las franjas horarias y toda la pirámide de población. Ahora también saca unos niños sabihondos, odiosos o encantadores, a los que enfrenta al famoseo y al absurdo. Pero, ya que hablábamos de Rosa como referencia educativa, Juan y Medio nos ha mostrado el contrapunto. Hay esperanza, hay futuro: El chiquillo, de 5 años, es capaz de imitar, como en una grave gimnasia, la postura y el matiz de todos los cristos de la Semana Santa sevillana. Con La lanzada hace como el dolor de alguien que se durmió de pie; con La Borriquita, un Cristo que le queda como un guardia civil a caballo... Y aún más: identifica a la primera todos los escudos de las cofradías, que para él serán como tazos, y reconoce cada marcha procesional con un solo compás, asumiendo enseguida todo el sentimiento y la mecida de la música, como si llevara él un clarinete o un gladiolo. Eso es un modelo, ahí está Canal Sur en su labor educativa. Este crío ya tiene de sobra todas las diplomaturas de lo andaluz. Con este entrenamiento como búlgaro, que uno imagina hecho entre la emoción y el sadismo de la familia capillita, el chiquillo podría llegar a ser, fácilmente, alcalde socialista de Sevilla, un poner. Para qué queremos más. Nuestra cultura está a salvo. Lo demás es afrancesamiento.

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El golf de Plata. Nada de educación. Lo que necesita Andalucía son campos de golf, ese billar con petulancia, esa exagerada alfombrilla de baño de los pudientes. La tierra de la pobreza es el estuario al que vienen los ricos a parecer más ricos, pues los paisanos sólo dan el tipo de jardineros o de ojeadores. Andalucía se llena de campos de golf para una gente como alemana o como friolera, con su deporte de vago, de tiempo largo y de domingo de podenco. Tan importante es el golf aquí que la televisión autonómica le dedica un programa (“En el green” ) en el que parece que toda Andalucía se va a hacer unos hoyos después de llegar de la obra. En él, el consejero Paulino Plata, muy esportivo, nos vende la salvación a través del golf, verde que llama al verde, dinero que dejan los de fuera sin mirar la cartera. Nuestro horizonte económico ya vemos que pasa por seguir en esa disposición de botones y de ofrecer la toalla en el lavabo. El primer oficio del pobre es el servilismo. Traducido a la autonomía: un turismo con la misma esperanza que una jinetera. Confiesa Paulino Plata, algo avergonzado, que él todavía no ha conseguido manejar bien la madera. Bueno, ése es un problema de muchos andaluces, sin duda. Conozco a algún parado que no acierta ni con la madera ni con el putt, y casi ni con la cuchara.


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