Somos Zapping
Luis Miguel Fuentes

31 de octubre de 2004


Daños cerebrales. Con sabios de gafas gordas, con intelectuales de un pensar redondo, todos como en un comedero de búhos, se pretendía buscar la dignificación de la televisión pública. Pero el político ya tiene su idea y su proyecto, que es un papelón de pescado frito, y por ello los sabios terminarán haciendo de sus reuniones catas de vinos. Ha dicho el PSOE andaluz por boca de su secretario de Comunicación, Miguel Ángel Vázquez, nada menos que Canal Sur es el ejemplo a seguir, y ya estará sin duda la BBC intentando fichar a Juan y Medio para salvarse de la mediocridad. Están de moda los protocolos y las deontologías televisivas, la protección al menor, los pitidos sobre los tacos, pero la basura en la caja tonta es bastante más que una tipa despatarrada y los debates donde flotan lechosamente los cuernos. Canal Sur, dice Vázquez, ha “eliminado los programas de contenido indeseable y dañino”, pero sabemos que no es verdad porque eso dejaría a Canal Sur con la carta de ajuste. En el magno plan para la cretinización del espectador, el tomateo rosa es lo menos grave. Mucho peor son los informativos con la música del Partido, el pueblo tomado como vacada, la cultura reducida a la tesitura del pito rociero, la complacencia en la catetez, ese portal de Belén con toreritos, tonadilleras, jacas, fandanguismo... Entre un pendón que ha catado muchas taleguillas y una actuación de “Siempre así”, uno casi se queda con el pendón. Produce, sin duda, menos daños cerebrales irreversibles.

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Princesas serbobosnias. En “Contraportada” vemos precisamente a “Siempre así”, ese concepto de la música como una torta de aceite, ese grupo que mezcla las rumbitas con las preñeces simultáneas, esos montañeros del pijerío sevillí, ese coro parroquial hecho con niñatos pasaditos de años, de gomina y de rebujitos, comuna ursulina de horteras. César Cadaval, Omaíta en persona, les compone, los produce o los arropa, con lo que la Andalucía más pura y toda la calidad de la que presume Canal Sur se nos reflejan monstruosamente en un segundo. Los hermanos Cadaval andan en una decadencia muy bien pagada por el dinero público y mantienen un programa que es siempre la misma berza. Su humor burdo, hecho alternativamente a partir de la escobilla del váter y de la jamonera, esa “gracia” que sólo de vez en cuando dejaba rastros de genialidad (su princesa serbobosnia, Rosita de Jericó, ya cansa) se les ha pegado en la olla. Nos meten unos sketches sin guión, artificialmente largos, desbarajustados, improvisados y malos. Repetidos, desganados, Los Morancos son ahora el peor humor de la televisión, lejísimos del fantástico Homo Zapping o de Cruz y Raya, que son capaces de convertir a un torero trianero en Darth Vader, o al revés. Hasta las princesas serbobosnias se mueren un día. Canal Sur los mantiene como a viejos acordeonistas acabados, pero su talento no se esfuerza y su castrojismo, todo un símbolo, huele como nunca a calcetín. Eso, para los socialistas, no es dañino, claro.

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Píldora postcoital. La televisión va más deprisa que esta columnita y vuelvo un par de semanas atrás para traer aquí el sexo de los jóvenes andaluces, que es un sexo a manotazos. En Antena 3, “Siete días, siete noches” ofrecía un reportaje sobre la píldora postcoital y un paradigmático hijo del botellón andaluz nos contaba cómo la llaman ellos: “La pastilla de después de follar”. La píldora, que el SAS da gratis y sin preguntas, ya es aquí el tercer método anticonceptivo, cuando no es un método anticonceptivo. Tras buscar las bragas, viene la pastillita regalada, y los jóvenes andaluces salen en la tele nacional como folladores a pelo y potrillos que no se leen los prospectos. Nuestras autoridades sanitarias se han saltado un par de pasos: educación y control. Quieren que en Andalucía se pije muy alegremente, a juego con todo lo demás.


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