Somos Zapping
Luis Miguel Fuentes

28 de noviembre de 2004


Eurojunior. Con sus piernecitas de alambre, con sus zapatos de lunares, con sus coletas de llegar tarde al colegio, María Isabel ya está en su Olimpo de caramelo, para alborozo de los catetos. María Isabel, esa niña resalá, sabihonda, ese desparpajo con calcetines de deditos, no tiene la culpa. A la gente le gustan los niños que hacen de adultos igual que los monitos que parecen niños. El negocio de Eurojunior se edifica sobre padres monstruosos, público vencindón y chiquillos torturados por el claqué. Sorprende que el Departamento de Menores de la Junta no diga nada de esta explotación infantil que tuerce la niñez llevándola a los casinos. Andalucía parece abonada a Eurojunior, quizá porque esta tierra da los más jóvenes palmeros, limpiabotas y maletillas. El año pasado fue Sergio Jesús, niño madrero del que me cuentan que va desarrollando una personalidad como de joven Calígula (cuando le llaman la atención por revoltoso en algún sitio, ya responde: “¿Pero tú sabes quién soy yo?”). A María Isabel le van a poner en Ayamonte un parque, una estatua; es hija predilecta, es embajadora universal del pueblo; la gente la quiere como a una infantita por sonarse tiernamente los mocos y le terminarán poniendo su nombre a una barra de pan, como pasó con alguna reina. Somos catetos con satisfacción y a la pobre niña la zarandearon y glorificaron como a una pequeña Virgen del Rocío que viniera de una piñata. Sí, catetos, y antes muertos que dejar de serlo. Ése es de verdad el estribillo. La niña, una ricura, no tiene la culpa. Es como si la hubiera corrompido Ronald McDonald con las abuelas y el alcalde aplaudiendo.

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Sisí en San Telmo. Añoranzas palaciegas, el roce de los grandes bigotes en el canalillo de princesas o pastorcitas, los imperios del vals, las reverencias hasta el suelo, los salones con espejos y alabarderos. Un día alguien hará un estudio sobre el sentido de las películas de Canal Sur, que quizá dejan una enseñanza porque nada se les escapa a sus programadores, que son como conductores de ganado muy bien entrenados. Quizá las películas de Canal Sur nos dirigen a ser pobres con gracia, toreritos con relicario, paletos en el autobús, no sé. Habría que medirlas y ponderarlas. Yo lo hice un día y me salió la tarjeta de un baile para el que no tenía nada que ponerme. Hace poco Canal Sur nos ofrecía la saga de Sisí con sus diferentes corsés, estas películas como para solteronas tristes y lavanderas que esperan una carroza de merengue con novio espadachín, con lo que quizá los que planean Canal Sur quieren que seamos así. Pero no contentos con eso, el otro día pusieron encadenadas El príncipe y la corista y La panadera y el emperador, empeñados en hacer parejas desbarajustadas, con la chica deslumbrada siempre por una realeza prusiana, esmeraldada, con el sable con borlones, con alcobas como transatlánticos y una ópera en cada tetera. Alguna razón debía de existir para tanto miriñaque, hasta que por fin caí: Si quieren hacer de San Telmo un Versalles y de Chaves un real mozo con palafreneros, esto va predisponiendo al público, enseñándoles el protocolo de los cubiertos y de la polka e ilusionando a las mujeres. Claro. Si Chaves pide alguna vez churros, la churrera de la esquina podrá ser como Romy Schneider con su pan para el emperador, llegando como una patinadora. Quizá Chaves se deje bigotazos. La carroza de oro ya la están preparando.

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La jaquetona. Se ha rozado por la pana y el jergón de varios toreros o guardavacas, afirma, y es una hembra bastorra, jaquetona, prototípica del basureo seminal, que seguro que se lo hace con los botos puestos. Vuelve la tal Verónica Salas, sanluqueña que nos da vergüenza a los sanluqueños, a dejar bien alto en las televisiones el pabellón patrio, que está a la altura de las bragas, allí donde tiende la familia Janeiro. Moza de polvo del camino, está entre mentirosa y asequible por un rebujito. Cuando mencionaba Sanlúcar, me entraban ganas de hacerme australiano. Casi prefiero a la Juani de Médico de familia. Fuera, se creen que somos todos o chachas o busconas.



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