Somos Zapping
Luis Miguel Fuentes

16 de enero de 2005


Política internacional y adobo. Andalucía siempre es una distancia con el resto de España, lo que nos falta por poner y el albañil que no viene. Pero la distancia más difícil, a la que nos enfrentamos como a un taburete muy alto, es una especie de edad mental rebajada que se nos supone o impone, y que nos deja en barbudos con babi o patilargos en el tiovivo. Casi toda la programación de Canal Sur parece pensada para una ciudadanía que padeciera un histórico desarreglo glandular y se paró intelectualmente en el tragabolas. Sólo hay que fijarse en las mañanas de la tele. Escojo un día y la mañana nos trae en las cadenas generalistas a Pedro Solbes, el escándalo de la CBS, Abu Mazen como si Palestina se hubiera quitado por fin la toalla de la cabeza, el barro de gente de Sri Lanka, el plan Ibarretxe como otro tsunami, titulares del Wall Street Journal balcanizando a España. En el resto del país huele a café con periódico, en Telecinco, en Antena 3, en la Primera, el mundo es el pastel que hay para desayunarse, los tertulianos se preguntan por cada arruga del día, discuten los cuchillos que amenazan a España, quedan cerca como la panadería Europa, USA y Oriente. Pero mientras esa televisión de un más allá adulto debate la política internacional y las cordilleras que se rebelan, en Canal Sur, desde la nueve y media, después de un informativo con prisa, están con el primer papelón de churros, con el alcalde con gallinas, con el secreto de los botijos del pueblo. En Mira la vida, Rafael Cremades presenta alfareros, pestiños, adobos, prepara una mesa con un bollo de pan como una calabaza abierta, nos anuncia los temas del día que son la cirugía estética para perros o una empresa que lleva a su casa a los borrachos, y un trío que se mueve y habla como los Lunnis nos cuenta gilipolleces con peluches en la mano y nos informa del tiempo poniéndose las bufandas, como en esas funciones escolares con los niños haciendo de sol o de tomate. Aquí no podemos llegar al Wall Street Journal y sólo somos confiteros o parvulitos. Canal Sur se encarga de eso y la señora con el adobo era en Andalucía el notición de la mañana y el gran debate sobre la importancia geoestratégica de la cebolleta.


Intelectualidad por Europa. Europa tiene que ser ahora una Patria como una embajada y su Constitución un catecismo con los misterios en varios idiomas. La Constitución Europea es un libro que nadie ha leído, igual que el Quijote, pero que hay que llevar al pueblo y hay que creerse a través de la publicidad y de la simpatía del presentador, como algo de la teletienda para hacer abdominales. En Andalucía, para no hacernos leer, las instituciones han decidido que nos traiga el europeísmo nuestra vanguardia intelectual, que son Los del Río y Los Morancos, que salen en Canal Sur hablando de Europa igual que Alfredo Landa hablaba de las suecas, con una especie de admiración cateta y de ganas de mojar en extranjero. César Cadaval dice que hay que estar en Europa para estar “en el taco”, y Los del Río, que cómo van a votar que no, si no se la han leído. Son mensajeros a nuestra medida, la simpática intelectualidad de no pensar que nos sienta tan bien.


Pilar Manjón. Trajeron a la viuda de su hijo y a la madre de toda España, la sumaria dignidad del dolor y de lo negro, la valentía sin desaliento, admirable mujer que carga con la pena por todos nosotros. Y la trajeron para hacerla llorar. Pilar Manjón fue a lo de Paco Lobatón, ese velatorio, y le quisieron sacar todo el morbo al reloj del hijo que lleva ella, al viaje que hizo entre los cadáveres, y le preguntaron cómo fue el último beso antes de irse, y si su corazón de madre presintió la muerte con la primera explosión, y escarbaron en sus noches sin dormir y en la habitación vacía y caliente del muchacho. Lobatón lo que quiere es ese regusto de aceite o pus de hacer revivir las desgracias, y a Pilar Manjón tuvieron que traerle pañuelos de papel. Según aumentaba el dolor de la madre, según iba encogiéndose su pecho y su gesto, en el control iban subiendo con deleite, salivosos de patetismo, el volumen del tristísimo Preludio nº 4 de Chopin. Gran audiencia de córvidos y antropófagos conseguiría el programa.

N.A: Este texto original pudo sufrir variaciones durante el proceso de edición.



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