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6 de febrero de 2005
Chaves en la Luna. Chaves aprendiendo a tocar la marimba, contándoles a los escolares cosas de mandatarios o al revés, con banda en el pecho como una miss de los calvos, condecorado de cruces lejanamente prusianas o de llaves como del portón de una carabela. El viaje americano de Chaves le ha dado a los noticiarios de Canal Sur un aire de cosmopolitismo o de crucero que no tienen normalmente, entretenidos como suelen estar en la pava de Cazalilla o en la bombona que explota ese día. Quizá es el sistema de vídeo que utilizan por allí, que aquí queda siempre un poco borroso y un poco californiano, como si Chaves se fuera a colar en cualquier momento en la retransmisión de un huracán o de la Super Bowl. Por esto, por el salto trasatlántico o por la consigna de importancia del viajecito, los presentadores y enviados especiales de Canal Sur parecían que estuvieran retransmitiendo la llegada a la Luna del presidente. Aquí es que no hemos sabido valorar la verdadera dimensión ni la necesidad del evento, que están muy claras: La pobreza y la riqueza son relativas, y si en el Viejo Continente Andalucía es sólo otra de las regiones que no llegan al 75% de la renta media de la Unión Europea, en Centroamérica, sin embargo, Chaves puede hacer que va civilizando, romanizando, como si les llevara el primer tren, el primer crucifijo, la primera inyección de penicilina. Andalucía en sus misiones evangelizadoras, Chaves y Zarrías reconocidos como Reyes Magos o dioses centauros, verse por una vez transmutados de pedigüeños en dadivosos. Mientras Chaves se iba a la Luna, el país se tensaba entre las cejas de Ibarretxe y Zapatero, nos llegaba otro submarino nuclear a Gibraltar y crecía el paro. Pero había que ir a América, que allí dicen que cambian oro por baratijas. Como en aquello de Les Luthiers, quizá Chaves vuelva con montones de baratijas.
La radiografía. Por un momento, creí que era un plano para montar algo de Ikea, porque tenía varias páginas de párrafos liosos, cuadraditos, ángulos, gráficos y acotaciones, que al final daban una cosa retorcida y horrorosa. Pero resulta que era el dossier que mandaba Canal Sur para explicar paso a paso que fueron “líderes absolutos de audiencia en enero” y que a ellos la cosa horrorosa les gusta mucho en el salón o quizá en el cuarto de baño, que no están todavía muy seguros de dónde ponerlo. No era, pues, una estantería ni un escurreplatos de diseño, sino la radiografía de su Andalucía mostrada sin vergüenza, como si hubieran repartido orgullosamente unas fotocopias de su culo. Y la radiografía lo que dice es que la altura del andaluz viene dada por la altura de esos diagramas de barras, que es la del bigote de Juan y Medio, la de las tetas de Omaíta, la de la panadería de Rafael Cremades, la de los áticos mentirosos de Arrayán y la del foco más potente de los informativos, puesto para que brillen las calvas orondas de Chaves o de Zarrías. Ea, pues felicidades, señores de Canal Sur. Han conseguido que la audiencia andaluza les mire el culo cada día y disfruten con ello, y encima ustedes se sienten muy satisfechos con la hazaña. Puro teatro. El concurso del Falla me divide el corazón, un poco como dividía el tren a Cádiz. El Carnaval gaditano es pueblerino, genial, demagógico, deslumbrante, grosero, creativo, todo a la vez e inseparablemente. Me conquista la buena chirigota, gracia que explota en las manos; no soporto a la comparsa, rasgueo de tripas, melancolías de gato, y que da gente que tiende a creerse enseguida poeta o compositor por emocionar a los coquineros. Pero más triste que sus deshollinadores tristes fue el recuerdo de Modesto Barragán para los gaditanos emigrados a Levante, que ahí se ve lo bien que funciona Andalucía. Y casi igual de triste, la creciente aspiración de funcionariado del Carnaval, fiesta del pueblo pero que está pidiendo taco y paganini cada año con más ganas y conflictos. También se referían al taco los de la gala de los Goya, aunque lo llamaban “excepción cultural”. Para hacerle la pelota a Zapatero (“Peta Zeta”, dijo el glorioso, hilarante, hiperbólico parodista de Raquel Revuelta, el sevillano Paco León), hasta sacaron para dar un premio a los guiñoles de Pedro Solbes y Carmen Calvo, a la que ponen de avecilla lírica andaluza. La vida es puro teatro. Pero en los teatros, ay, lo que piden es la tela. N.A: Este texto original pudo sufrir variaciones durante el proceso de edición. |