Somos Zapping
Luis Miguel Fuentes

20 de marzo de 2005



Somos Zapping

<big>Somos Zapping</big>

Ballena blanca. Con las chaquetas en la cabeza y los bufetes por fumigar, Marbella abría todos los noticiarios y esperábamos ver por algún lado el sombrero de Eliot Ness. Los abogados parecían cogidos en el póker y las secretarias eran cantantes con raja en la falda. La mafia con botines, los picapleitos con el pañuelo de seda y la policía tarde. Nada nos sorprendía. La Costa del Sol tiene desde hace años la nariz plateada y la temperatura del dinero sucio, pero hay pereza en los papeles y mucha gente untada. Ya resultó vergonzoso ver en la tele hace poco, en un debate sobre mafias, a esa Marisol Yagüe que parece la cocinera del Ayuntamiento de Marbella pero que ve crecer todos los días entre sus geranios perlas negras y mágicas. En la tele, o salimos de pobres y tontos, o salimos de alijo y redada. Mientras Chaves se iba a Marruecos para volver sin nada o con un cántaro de leche, las televisiones de toda España hacían catálogo de joyerías, cochazos, husillos y palacios costasoleños con pistoleros y cocodrilos, como decorados de Playboy o de Miami vice. “Marbella es desde hace años sinónimo de lujo –decían en Telecinco--. Se nota a primera vista que el dinero rebosa”. Son esos andares de guardaespaldas, esas limusinas fregadas de sangre y ese contraste entre riqueza y pobreza que nos ponen a un nivel como congoleño. Pero ahora que el gobierno andaluz culpa de todo al “desorbitado crecimiento urbanístico de Marbella” y deja la mierda en lo municipal, habría que preguntar por qué se dejó engordar y pudrir de esta manera la Costa del Sol, quién consintió o sostuvo a Gil y a su camada, y cuántos políticos o togados están pringados, durmiendo con o sin cabeza de caballo. La Junta, que enseguida retiró las competencias de urbanismo a El Puerto de Santa María por poco más que un saloncito de té, ¿qué hizo en Marbella? En televisión salen un par detenidos y organigramas de lavado de dinero igual que una plantilla para bailar el mambo. Como siempre, han trincado a los panolis. Los gordos están a salvo, con los diamantes y la guapa. Y Andalucía, de nuevo en los contenedores.


Mantilla para todos. Líbrenme los dioses de juzgar la sentimentalidad de nadie, pero la estética semanasantera empieza a dar en la tele blandenguería y arrobamientos. En Mira la vida han estado dedicando una tertulia o coro al tema cofrade, que es un subgénero de la pastelería que a uno le sonroja en su acumulación de volutas, ripios, madrerías y archicosas. Se trata de recordar esquinas, romanos que se parecen a un vecino y sobre todo mucho barroco, la gloria o negrura del barroco que, con toda su amplitud, aquí se queda en el Cristo de cada cual como el panadero del barrio. Mejor todavía si se puede meter, como vi en este programa, a Don Juan de Austria, Lepanto y el Concilio de Trento, pues se trata de hacer un hojaldre de siglos donde puedan estar el Imperio Español, Pilatos, Martínez Montañés, el alcalde y el último candil comprado por la cofradía. “Lo importante es lo que [la Semana Santa] cuenta”, decía, catequizante, Rafael Cremades. Si es que cuando yo escribía que el laicismo de estos socialistas es de pega... Otro poetizaba, en plan flores a María, que en esta semana “se abren las puertas de todo el corazón de Andalucía”. Sí, se abrirán los corazones de algunos para enseñar la medalla, y a otros se nos abrirán las carnes de vergüenza ajena. A uno lo que más le fastidia es la homogeneidad, que igual en esto que en otras cosas nos quieran poner a todos los andaluces con mantilla, con puñal o con guitarrita, según toque. O que salgan con lo del arte. ¿Acaso ven ustedes una cofradía por cada poema de Cernuda o cuadro de Picasso? Y a tanto amante del barroco, ¿les da por hacer una hermandad para cada cantata de Bach? No, es otra cosa: olor de la infancia, baile social, orgullo provinciano, paganismo con bujías y una estética salvífica del floripondio y la llaga. Y la tele pública andaluza, pues a evangelizar, a esparcir el incienso de la mismidad y a ser púlpito de vanidades. Pero es que los capillitas también votan. Eso sí lo saben en Canal Sur.



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N.A: Este texto original pudo sufrir variaciones durante el proceso de edición.



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