Somos Zapping
Luis Miguel Fuentes

22 de agosto de 2005



Isi Sayago. A Isi Sayago, con una feria encima de otra feria como una enagua encima de otra enagua, ya le anidan pájaros en la peineta, ya le crecen hortalizas en los estampados, ya se le vinifica el micrófono. Creíamos que nada podía compararse a los torreznos de Rafa Cremades o a la rijosidad agropecuaria de Juan y Medio, hasta que uno ha acabado convenciéndose de que todo lo supera esta diosa madre de lo hortera, tanto en la magnitud de su repetición como en la intensidad de lo kitsch. Isi Sayago en otra feria, esta vez la de Málaga, qué importa... Ya es mucho más que su presencia de posadera, es todo un ecosistema y por detrás de ella podemos ver muchos de los males de nuestra televisión y de nuestra sociedad como en una charca podemos ver toda la biología. ¿Y qué vemos? Primero, el pavoneo de los mediocres: una locutora con una dicción y una soltura en el idioma que sólo merecerían trabajo en un bingo, reinando en la tele pública. Segundo, la glorificación de un chauvinismo chocante por lo itinerante y por lo intenso: Esté donde esté, aquello es para Isi Sayago lo mejor del mundo, un tiovivo de marcos incomparables, el abrevadero de todo el arte, la cuna de todos los olés. Isi Sayago hace así un catetismo recortable y sucesivo que consiste en enardecer las pasiones localistas de las filas de mellados, suegras, concejales y reinas de la verbena que tenga detrás. Luego, está ese plato único del folclore y esa odiosa uniformidad de la cultura y del carácter de sitios y gentes, el tópico en el que Isi Sayago aplana todas las ciudades por las que pasa. Y como remate, sirve de vocera del poder dejando hacerse propaganda al funcionariado y a los politiquillos afines, que tanto gustan de identificarse con la “esencia” del pueblo, sus cantes y sus cocidos. Se lo dijo una vez Anguita a Quintero, que mientras no salgamos del graciosismo y el folclore, no llegaríamos a nada. Pues miren por dónde nos conducen. ¿Cómo quejarse viviendo en una Andalucía representada en esta Isi Sayago que va de baile en baile y de vino en vino, satisfecha en esa estupidez idiosincrásica de las oficinas de turismo? Isi Sayago es todo este cúmulo de infecciones, nuestros lunares convertidos en llagas. Canal Sur sublima con ella la demagogia cansina, la plazoletería con morritos, los chicharrones que salen de refreír la tradición y el escaparatismo.


Que venga Jólivu. Antonio Banderas les va a vender Andalucía a los de USA como una papa frita, para que vengan a hacer películas y otras cosas de americanos. Está visto que nuestro sino es vivir de lo que se cae de la cartera de los de fuera. No hemos salido de Berlanga y de la propina de limpiabotas. Canal Sur nos saca la firma del acuerdo como un matrimonio raro de tres mariachis: Banderas, Paulino Plata, Rafael Camacho. Atentos a las palabras del ínclito Rafael Camacho, director general de la RTVA, voz de su amo, idiotizador supremo de Andalucía: “Tenemos una industria audiovisual que al calor de la RTVA se ha ido desarrollando (...) y que es una industria fiable con capacidad para prestar servicios a la producción de cine...”. Indiscutible verdad. Sí, cómo se ha ido desarrollando la industria audiovisual andaluza alrededor de RTVA, qué gran comedero de amigotes a costa de lo público, qué pajareo y qué putiferio. Sí, a ver si cae algo más a costa de Hollywood, que aquí se dice Jólivu. Que vengan los americanos y que Camacho y la Andalucía Film Commission, miren qué fino nombre, se coman toda la tostá.


Sabina en el roneo. No te vi en Canal Sur, en esos resúmenes con caballos húmedos, pijos lacios, empachos de puestas de sol como de tortas de aceite, pero alguien me dice que estuviste, y no me lo creo, Sabina, tío. Tú en un “marco incomparable”, tú al lado de esos apellidos preñadores de criadas, con peperos, sociatas, señoritos, marquesones; tú en el roneo de las castas, entre los banderilleritos del poder, junto a la carcajada de los constructores. Yo te hacía presentando algo en la librería Elcano, pero tú en los palcos de las carreras de caballos de mi pueblo, Sabina, tío, que no me lo creo, joé, que no me lo creo...



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N.A: Este texto original pudo sufrir variaciones durante el proceso de edición.



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