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Zapping |
13 de noviembre de 2005
La tragedia. En los informativos de Canal Sur hablaban de tragedia, pero una tragedia es Romeo y Julieta y lo que vive la construcción en Andalucía es una hecatombe, siega o diezmo. Los trabajadores de la construcción caen como palomas con guantes, mueren como ángeles atravesados, y cuando el accidente es costumbre ya no es accidente sino contexto. El viaducto de Granada no cayó por un meteorito o por un cíclope, que es lo que parecía que decía Magdalena Álvarez. Las subcontratas no son el CSI, sino un destajo de inmigrantes y cinturones desabrochados que sirven para ganar dinero piramidalmente sin más que pasar papeles. Mientras esto sea así y a los constructores los muertos les supongan lo mismo que una partida de ladrillos rajados, ese porcentaje de despeñados y aplastados al que llaman siniestralidad laboral, como si lo que se perdiera fuera un juego de poleas, no dejará de dar negocio a los sepultureros. La Autovía del Mediterráneo es toda sospechosa, pero eso no salía en Canal Sur. En Almería los encofrados eran de migajón y los inspectores, pescaderos, pero en Granada Caldera enseguida apuntó a la “fatiga” de unos materiales que no están sometidos a esa fatiga, a decir de los expertos. Fatiga o fallo técnico, que es como echarle la culpa a unos dioses que dejaron caer la llave inglesa. La reportera de Canal Sur decía el día del desplome que “hablar de causas es muy delicado y puede abrir muchas heridas”. Sí, sobre todo en la Administración y en las empresas adjudicatarias. Aquí las obras públicas lo que dan son maletines y grietas, ya lo vimos en la A-92. En Canal Sur Carlos María Ruíz hablaba de la tragedia, “cuando el día venía tan feliz con esa imagen familiar y real de la felicidad, con la infanta Leonor y su madre...”. En la tragedia, La Nuestra tiró al principio hacia el amarillismo, hacia los paisanos describiendo a los obreros resbalando hacia la muerte, un poco al estilo de Paco Lobatón, y luego contaban el suceso como otro huracán que nos tocó. Tragedia, decían. Pero de las tragedias siguen viviendo aquí muchos buitres que nunca se manchan de grasa ni de sesos.
Sector porno. Rafael Camacho es ya un hada audiovisual a la manera de aquellos muñecos de La bola de cristal. Rafael Camacho sale en sus propios informativos, como hechos por pintores de corte, diciendo siempre mucho lo del “sector audiovisual andaluz”, que le suena como esas coletillas de reóstatos y filamentos que usaban los electroduendes. Camacho, que está últimamente muy festivalero, promocional y cortocinematográfico, vuelve a hablar del “compromiso [de la RTVA] con el cine europeo, con el sector audiovisual andaluz y su cine”, y uno no sabe si en esto incluye alguna porno, como la del casting que andan diciendo que formó un cámara de Canal Sur con material y sitio público. Claro que esto no se sabe con seguridad, y a lo mejor ese casting sólo fue una “visita guiada sin autorización”, que a ver para qué iba a dedicarse un cámara a hacer visitas guiadas... De haber existido ese casting, no hay aquí ninguna crítica, sino alabanza, pues a uno le parece muy bien que el duro sector audiovisual andaluz, con sus patas u otras extremidades negras, se diverisifique hacia todos los géneros, y ya que el dinero público se está destinando sin mesura a caras producciones ropavejeras de amigotes, una cámara y un sofá de Canal Sur no significan mucho si sirve para que aflore el talento de la tierra en su purísima desnudez. Para una mejor promoción de la RTVA, yo sugeriría títulos como “Palmo y medio”, “Culópolis”, “Mira la minga” o “Mejor nos encamamos”.
Oficio del ridículo. Ha tomado el oficio de andaluza haciendo el ridículo, llenó todo ese programa de Mira quién baila apretando las carnes a lo Lina Morgan contra algún figurín tanguista, y ahora la vemos junto a ese icono del andaluz caballar que es Bertín Osborne en eso de meter la mano en una caja de bichos. María del Monte, que un día cantó sevillanas de rozones rocieros, se ha ido adaptando a esas varietés televisivas con niños y alacranes y es un valor seguro con su susto, su melindre y su acento. Es un trianerismo con faja, es una andaluza de maceta que quiere hacer gracia, y cumple con el penoso tópico para su regocijo y nuestra vergüenza. somoszapping@ono.com N.A: Este texto original pudo sufrir variaciones durante el proceso de edición. |