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Zapping |
26 de diciembre de 2005
Bajunerío con filipinos. Todo comenzó un día con Inmaculada Casal vestida de árbol de Navidad, en un prodigio del camuflaje o del escaparatismo. A partir de ahí, Canal Sur se fue embizcochando, se fue adentrando en la borrachera que es esta época del año, se fue mudando en pastorcita, en Papá Noel tajado, en estrellita de Belén con patas, en flamenquito con zurrón. La Navidad se sufre en televisión como un empacho, pero Canal Sur le pone siempre un plus de vulgaridad como medio queso regalado. Canal Sur no es que sea una televisión para la plebe, sino para hacer plebe, que es distinto. Y esto se consigue poniendo el castrojismo como modelo, cumbre, normalidad, orgullo, tradición. La Navidad de Canal Sur, bolazo folclórico en la cara, olla de las vecinas, religión de panderetazos, el niño Manué de mazapán, la zambra de los pobres y la felicidad de ser así. Es la complacencia que buscan nuestros gobernantes y en Navidad funciona a toda máquina. En Punto y Medio, el musical, veo pastorcitos revoleados por el suelo. Son los hijos o nietos de los que están cantando los eternos villancicos de la tierra ya como hartos de moscatel y alfajores. Las Carlotas, el Mani, la Canastera, han traído al programa una como playa de Omaíta. Carlota le da una magdalena a su niño, pregunta dónde está la otra caja de filipinos que ha traído, cuenta que el chiquillo “se cayó el otro día en la fuente de la Plaza Cabildo y en la farmacia de Don Migué lo tuvieron que cambiar de ropa, ponerlo en cueros”. Qué gracia tiene el bajunerío, qué medida de buena gente es carecer de educación y aparecer en la tele igual que cuando estás en babuchas por la cocina de tu casa. Dejaron el plató lleno de papel albal, donetes y medios bocadillos. La Navidad en su tapergüé se destapaba a lo grande.
La fritanga y la suerte. Videoteces superpuestas, cocteleras, refritos. La zurrapa de la televisión sumaba horas y la “Navidad para todos” que anunciaba Canal Sur se rellenaba de batacazos antiguos y galas pasadas donde El Arrebato se nos aparecía eterno como el niño Jesús y Son de sol volvían a sus brujerías en pompa. El espíritu navideño entremetido en la programación de La Nuestra no daba para mucho más, aparte de un cierre de informativo con todo el Parlamento andaluz de zambomba, donde Zarrías parecía Doraemon en un portalito y Antonio Sanz el fiscal de Morena clara que terminó arrancándose por villancicos. Eso sí, pudimos ver el debate gallineril de Rafael Cremades superándose en su propia estupidez, que ya es difícil. Si la semana pasada tomaban como un enfrentamiento de teologías lo de la Navidad consumista frente a la Navidad curil, esta vez nos lanzaban esta pregunta absolutamente imbécil: “¿Qué vale más en la vida, la suerte o el trabajo?”. Se me fundieron los plomos. Imaginen la altura del debate ante semejante pregunta y con astrólogos, tertulianos del corazón y Rupert definiéndose como espiritualista e induciendo las leyes del Universo a partir de su peluquería. Quizá es que la otra opción que manejaban era un debate entre partidarios del belén y del abeto. Bodrio de Nochebuena. En la íntima vergüenza de los guionistas de esa Nochebuena andaluza pregrabada, quedará otra vez el horrible bodrio, el penoso intento de ensartar esas actuaciones con candeladas de siempre a través de una dramatización que no llegaba a la altura de las funciones escolares: una familia aburrida y bien, con Miguel Caiceo, con ese Linterna gritón que ya queda raro si no va travestido, con una actriz malísima que imitaba no sé por qué a la Yerbas de Aquí no hay quien viva, con otra chica que se pasó la noche apretándose el canalillo; más unos jóvenes de botellón, bebiendo litronas a morro y diciendo “de muerte”, “rollo” y “qué guapo”. Los diálogos, merecedores de excomunión o destierro, hacían desear las actuaciones, por supuesto sin ninguna aspiración de originalidad: un flamenquito de puchero y otro flamenquito cani, Falete como Cleopatra, el Mani como embutido, Chiquetete en un intento de resurrección, un triunfito o un grupito estilo Navajita Plateá o Mantequita Colorá, adornados con jaquetonas de buena pechuga entre pavesas. Lo de siempre. Mientras, en Canal 2 Andalucía, creí ver, o fue un sueño, una viola da gamba, un laúd o una tiorba, alguien cantando villancicos del siglo XVII. Parecía una broma. O la prueba de que toda la vulgaridad que desparramaban en la otra cadena era intencionada, cínica, malévola. somoszapping@ono.com N.A: Este texto original pudo sufrir variaciones durante el proceso de edición. |