Somos Zapping
Luis Miguel Fuentes

29 de enero de 2006



Lo malo de Quintero. De Quintero ya he dicho que me gusta cuando saca monstruos, maribárbolas, que entonces hace un retrato verista de lo que somos con mellas y jorobas. Pero mucho menos, o nada, me interesa cuando escarba en serio y con capote en el mundo interior de Rocío Jurado o de Ortega Cano, que últimamente anda don Jesús empeñado en esa saga o colección de baúles. Eso, y sus monólogos, que no sé si se los hace el mismo que a Joaquín Petit. Pero Petit va de detective y Quintero va de abandonado, de triste en medio de una nevada, un poco a lo James Blunt (“You're beautiful”, ya saben). “Mi cama me recuerda a tu cuerpo (...), escucho el eco de tu risa persiguiéndome por los pasillos (...), el humo de mi cigarrillo intenta dibujar tu rostro”, esas cosas de cursi desvelado que a cualquiera con algo de gusto literario le llevarían a tirar el folio, constituyen por lo visto la esencia del Loco de la colina, que parece que es la torpeza de un escritor malo pero sonando con voz de estar metido en una tinaja, que a lo mejor ése es el secreto. Los monólogos, más todo el andaluceo de las épicas de toreros y mujeres luneras, es lo que me produce cansancio y vergüencita. Después de Ortega Cano y los amores de relicario, y por seguir con el ambiente de casta y pellizquito, Quintero nos saca a las Ketchup junto al inventor de su infame Aserejé, esa canción para gangosos. Queco se llama, y es como un hijo de Georgi Dan que trabajara en los tickets de los autos de choque. Queco, orgulloso como un padre de la aviónica, está muy afectado del síndrome de la Macarena, ese ablandamiento de las meninges y esa inflamación del ego plazoletero que sufren los que sacan una tonada que triunfa de mala o ridícula en el mundo, sobre todo si son andaluces, y ya van como emperadores o navegantes. “La noche que la terminé me dio un subidón muy grande”, decía, enfrentándonos a todo el misterio del acto de la creación artística. Mejor vuelva usted a tus hijos torcidos y feos, don Jesús, o saque ya lo de Ynestrillas, que lo demás se cruza con el público del Hola, de Amanda Quick o de los politonos.


La leyenda del Aserejé. Será por el año Mozart, pero Queco va contando una leyenda para ese estribillo enladrillado como si fuera la del Réquiem, un leyenda de aventura familiar y cuentito con niños. Le decía este Queco a Quintero que sus hijos, que son los únicos bilingües de verdad en Andalucía pero porque van a la Academia Británica de Córdoba, se cachondeaban de su acento, y por eso les pidió que le escribieran algo en inglés, pero tal como se pronunciaría. Cogiendo palabras al azar, resulta que le salió el Aserejé. “La última palabra (sic) era Winnie the Pooh, y yo dije buididipí”. Pero no cuela, porque ya creíamos estar seguros de que el Aserejé es el comienzo, pronunciado a lo campero, de aquel “Rapper's delight” que cantaban en 1979 los Sugar Hill Gang, y que creo que es el primer rap de la historia. Decía: “I said a hip hop the hippie the hippie to the hip hip hop, a you dont stop the rock it to the bang bang boogie say up jumped the boogie to the rhythm of the boogie, the beat”. Les invito a que busquen la canción y comparen, pero está clarísimo. Era algo que pasaba o pasa mucho, lo de inventarse las letras de la canciones en inglés. Toda la generación ochentera decía “las maravillas del mailaif” por “Last night a DJ saved my life”, aquello de los Indeep. Pero quizá admitirlo le supondría a Queco demandas, pago de derechos o una suprema vergüenza, no sé. Un hito de la canción patria que en realidad está tomado de las calles de Nueva York queda feo. Mejor inventarse una leyenda, una inspiración con duende y mantequita, una guitarra que le cayó en la cabeza como la manzana de Newton.


Fritur. Así llamaban los guasones de aquella Bahía del Mamoneo a la fritanga de los políticos, los aceites del pueblo y las agencias de viaje. Fitur, otra vez el turismo como esa magra industria de pobres, el tener que vivir del dinero del forastero convertido en orgullo, además de unos días de vacaciones a tutiplén para nuestros prebostes. Y Canal Sur nos hablaba de “la luz y el color” del pabellón de Andalucía, y salía Chaves con el Rey, y Paulino Plata que aplica para nuestra promoción “la última tecnología multimedia”, que no es más que una pantalla táctil como la de la caja de los bares de tapas. Y aquí a vestirnos de feria para el guiri, y a seguir limpiando botas cantando.



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N.A: Este texto original pudo sufrir variaciones durante el proceso de edición.



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