Somos Zapping
Luis Miguel Fuentes

7 de mayo de 2006



El debate. Con perspectivas de catafalco, con soniquetes de algún culto de Bizancio, los debates parlamentarios en televisión son un género de la siesta, como una vuelta ciclista. En éste último que nos ha tocado, el Estatuto andaluz iba como a su entronización mirado sólo por gárgolas y ujieres con un vaso de agua. Los discursos eran los de siempre, los argumentos y los políticos eran una sillería, el micrófono sonaba barnizado y yo caía en sueños breves y pacíficos, como de monja. Un coñazo con molduras, vamos. El parlamentarismo, que un día se practicó como el florete, ahora son tardes y conversaciones de costura. Tengo que darle la razón a Plácido Férnandez-Viagas, la única voz interesante de la retransmisión, cuando llamaba la atención sobre la sustitución de la inteligencia por la mediocridad en los parlamentos. También se la doy en eso que ha dicho otras veces, que quizá este sistema representativo, con tratantes de caballos tomando nuestra voluntad, ya está caducado, cuando tecnológicamente es posible la democracia directa. Círculos en las frases, lenguaje de publicistas o de gallera, maestritos tenores, turnos de sordomudos... Un debate de la nada, y además con actores secundarios, porque Javier Arenas, Julián Álvarez y Diego Valderas no podían sino mirar desde las techumbres, como murciélagos invitados. Sólo me sacó del sopor, con una especie de punzada de asco, Pilar Gómez Casero, mujer soldado del PSOE afierada de orgullosas pamplinas, dedicando alabanzas a la RTVA, a su calidad, independencia y guapuras, ya ven. Canal Sur volvía a decir lo de “día histórico” y en Antena 3 se sorprendían de la teatralidad de la votación final a viva voz. Humillada la palabra, a muchos les basta con terminar la tarde con una reverencia. Aplausos, besitos y a seguir durmiendo a la autonomía.


El fachilla andaluz. Alfonso Arús, con esa escasa gracia suya compuesta sólo de dientes, les preguntó si habían nacido ya con chaqueta. Pero es que Arús seguramente no conoce ese tipo de andaluz de sombrerería pero desabrochado, ese andaluz como de comunión, feriante entre horas, ese andaluz jamonero que se alimenta de medallas y adora a las gambas, o al revés, y que tiene ese uniforme de la chaqueta, a veces incluso cruzada y con botones dorados, sobre un ancho pecho en el que los acaloramientos folclóricos sobrevenidos impiden cerrar un par de botones de la camisa. Arús entrevistaba en este caso a Los del Río, pero podrían haber sido otros muchos. Abundan por la calle y por la televisión estos ejemplares de caseta, que no sólo van de andaluces en el festival eterno de serlo, sino que además añaden igual que una raya antigua del pantalón otros dones como las menciones a virgencitas, un machismo orgulloso como de rejonear a las hembras, la glorificación de las postales y papelones del pueblo, un color de vino perenne y, claro, la nulidad mental respecto a cualquier cosa que no pille cerca de una carreta. Los del Río le contaban a Arús que son “muy tradicionales”, que les gustan “la guitarra, el vino y las mujeres” (“lo más grande que Dios ha puesto en la Tierra”), y que le dejan a la señora (“a la cortijera”) el dinero de cada día en la mesilla de noche. Los del Río recitaron una sevillana donde el Papa se hacía rociero, gritaron “viva Chipiona y la Virgen de Regla”, miraban las cachas de las chicas del programa y les soltaban pildorazos de viejo verde. ¿Los reconocen? Así hay muchos. En televisión, sólo este tipo de fachilla andaluz le hace sombra al puro chistoso.


Otra vez pía. Un satélite dedicado o bendecido, tres horas de retransmisión y el orgullo del locutor de que, un año más, la RTVA haya llevado el importantísimo evento “por todos los rincones del mundo”. El evento era la romería de la Virgen de la Cabeza, que es lo que sigue en el calendario catequista o tribal de Canal Sur, y que cobraba dimensiones levíticas con un narrador ñoño, entregado y feliz de que “la fe aumente” y “cada vez se acerque más gente”. Mientras niños y prendas eran lanzados a la Virgen, el locutor se dedicaba como a una unción de enfermos e insistía en que “hay que vivirlo”. En el nuevo Estatuto, con su garantía de enseñanza laica, ¿habrán puesto también que la televisión andaluza sí puede ser pía y mariana si viene bien con el gusto de la plebe?



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N.A: Este texto original pudo sufrir variaciones durante el proceso de edición.


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