EL Mundo Andalucía

  Somos Zapping
Luis Miguel Fuentes

6 de agosto de 2006



Las tetas y el buche. Cuerpo de goma, cerebro de engrudo, cara de cemento, gaznate hecho al fiestorro... Parece un perfil bastante adecuado para llegar a la alcaldía de Marbella y por eso uno no se ha escandalizado nada cuando Yola Berrocal se ha postulado para tan alto puesto en un ataque de audacia y de tetas. “¿Por qué no? Si es en cuestión de votos (sic), yo ya gané un reality show, que eso fue muy difícil, Hotel Glam, ¿por qué no ganar aquí de alcaldesa?”. Esto decía esta pastorcilla de la silicona, esta mujer esponjada en la neumática de su sexo y en las decoloraciones que le llegan a las meninges, la primera vez que un reportero tomatero le sacó el tema de cachondeo. Pero luego ha buscado unas siglas (YIL, Yola Independiente Liberal, que parece el comienzo de un anuncio de relax), y hasta un programa electoral que incluye cambiar de nombre a concejalía de Sanidad por “Salud y belleza” y “darle a los habitantes de Marbella las operaciones de cirugía estética gratuitas, y sobre todo las de aumento de pecho”. Reconozcámoslo: después de Jesús Gil, Julián Muñoz y sobre todo Marisol Yagüe, Yola no desentona nada. Y si es por glamour, ni siquiera Paulino Plata con todos sus palos de golf a cuestas le hace sombra. Mucha gente en Marbella debería reflexionar sobre lo que han hecho para que camareros, rebañadores, mariliendres y gogós merezcan fundar estirpe en su ayuntamiento, que esto es lo grave y lo triste. No, no me escandalizó nada lo de Yola Berrocal, que sólo ha seguido una moda. Mucho más espeluznantes me parecieron esas declaraciones que se quejaban del “perjuicio económico” que está causando en la zona todo este escándalo. Muy bien lo de Yola. Entre las tetas y el buche, seguro que la gente de Marbella, escarmentada, vota antes a las tetas.


Retratos moranqueños. Regresan Los Morancos, algo más chispeantes y disciplinados en el guión, a los que atiendo con una mezcla de expectación y grima, pues la esperanza de ver un pico de ese genio suyo que a veces enseñan como un muslo se junta con la tristeza de constatar en ellos ese andaluceo de vergüenza ajena que tanto nos retrata. Ahí está la Andalucía que encumbra a los analfabetos en esa parodia de Lopera que dice “vemos conseguío lo que nadie ha conseguío”; ahí está la Andalucía del culto al topiquismo en esos Victorio y Lucchino lanzando vivas al verde de “los pepinos verdes” y “las moscas verdes”, que podría ser parte de un discurso del Julián Álvarez; ahí está ese facha del taco que se parece a tantos que vemos por aquí en ferias y palcos; ahí están los encorbatados con patillas de su espacio Flamenco de alta alcurnia, poniéndole la silla de enea a la Duquesa de Alba como hace la Junta. Cuanto más se afilan Los Morancos, peor quedamos en el retrato. Y con razón.


El oleaje de los horteras. El programa va de serio, de elegante y de vanguardista, aunque esté habitado como por el espíritu de Mike Hammer que le dejó Joaquín Petit, que por eso la banda va de gangsters o de Blues Brothers. En Mil y una músicas, que presenta torpeando David Demaría mediante unos recitativos lacios y lelos, le ponen mucho empeño a la promoción de artistas de la tierra, cosa que a veces no sabemos si es buena o mala. Por ejemplo, hace poco presentaron el último vídeo de Valderrama, otro que está en todas. Desde Glenn Medeiros o las primeras olas en los pies de un Luis Miguel adolescente, no veía uno cosa tan hortera. Playas, amantes, caballos por la arena, orillas con puestas de sol, habitaciones forradas de rojo. Serán artistas patrios, pero, ¿tenemos alguno que no provoque sarpullido estético? Parece que de ésos no encontramos por aquí ni en los tejados con gatos y saxofones que se monta Canal Sur.



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N.A: Este texto original pudo sufrir variaciones durante el proceso de edición.


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