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Hacia
el referéndum del Estatuto de Andalucía |
2 de febrero de 2007 La lástima y la falacia El niño en pijama, el niño con mascarilla, con el frío de los hierros en la barriga, con la peste y la pena de los hospitales, se lo decía a la cámara sonriendo entre burbujas de ozono: “Que tengo un riñoncito malo, y cuando venga el riñoncito, voy a ir a bañarme y a hacer bolas de tierra...”. No se puede ir ya más allá en la obscenidad, una vez que se han sacado niños medio calvos, autistas chascando los dedos, viejos temblando o cantando por el Alzheimer; una vez que se han enfocado las babas que resbalan por las sillas de ruedas y el puré que cae sobre el pecho, los bracitos torcidos, los paralíticos que piden “tocar, sentir, besar”, y hasta mantas en la acera empapadas de sangre de mujer. Gente como pajarillos heridos o ateridos, carritos en los que pasean la enfermedad, la miseria y los meados; cacillos del pobre, hervores de gato, unos ojos idos que miran pizarras o balones medicinales, el rezo de una población llagada, demediada, sufridora, que espera redención. Todo para alabar el nuevo Estatuto, el que los salvará a todos, el que los curará como una enfermera bonita. Fue repugnante. Han vuelto a poner esta semana ese programa de Los reporteros en el que parecía que el Estatuto visitaba leproserías como una infantita. Es cierto que, como denunció el PA, la primera parte era un publirreportaje de Chaves entoallado de banderas. Pero nada comparable a esa segunda parte en la que el Estatuto llegaba cargado de prótesis, sopitas, pisos, camilleros, lápices, trenecitos, liberaciones, paisajes, regalos. Por cada derecho, un damnificado que espera tendido, niños y viejos, mujeres y transexuales, obreros y fauna, como tortugas boca arriba a los que el Estatuto dará por fin la vuelta. El Estatuto traerá riñoncitos para los chiquillos enfermos, rescatará a las esposas, dará techos al inmigrante, purificará el cielo. Un programa iluminado de ojos de cachorro mentía de la manera más perversa, que es con la lástima. La gran falacia de toda esta propaganda es que una norma general como es un estatuto de autonomía parece sustituir a la acción de gobierno, a las leyes para cada cosa que son las que lo mueven todo y a la Administración que debe poner las ganas y los recursos. Los derechos son sólo poemas que no hacen nada por ellos mismos sin un mazo por detrás. El helicóptero con el riñoncito del niño no está parado esperando la aprobación Estatuto, los asilos no se han quedado sin jarabes en este impasse, los maltratadores no van a ser abducidos por la nueva norma más que por la ley vigente y los albañiles no serán enganchados en plena caída a partir del 18-F. Pero de alguna manera tenían que justificar el tiempo y las fotocopias gastadas, estos años con la Autonomía esperando un veredicto, con los políticos jugando a su parchís y Andalucía otra vez pendiente de una nueva salvación por llegar. Gran Bretaña no tiene ni siquiera constitución y eso no le impidió manejar un Imperio en el que cabían todos los elefantes del mundo. No, al chiquillo se le puede operar incluso con el Estatuo del 81. La propaganda nos miente, es el disimulo de unos gobernantes flojones que intentan conmover con nuevos focos para la patria y las manitas abiertas de un niño burbuja. El Estatuto no es que sea malo. Lo malo es que ha ocupado todo el sitio de la política y que le han otorgado poderes mágicos como si sólo hubiera que leerlo para ver ocurrir milagros. Ya comprobarán que tras el referéndum siguen escupiendo los enfermos y siguen llorando los sufrientes. Pero los de siempre se inventarán pronto otra excusa y otro horizonte. |