El Mundo Andalucía

Hacia el referéndum del Estatuto de Andalucía
La urna catódica

Luis Miguel Fuentes

12 de febrero de 2007

Nuestro medio barco hundido

En Cataluña es andaluz y en Andalucía es catalán, con lo que Montilla representa algo así como la orfandad ontológica que deja esta “España plural”, esculpida en la cara de un señor triste que parece echado con la maleta de todas las pensiones a las que llega. Se diría que España se va esquinando en sus diferentes estatutos con el objetivo principal de señalar traidores y enemigos en la propia casa o en una diagonal del país. Además, cada región con su contrapeso no nos deja sino un mapa de balancines. Todo esto ya es razón para que me cuestione la bondad de este gran meneo. Cataluña y su Estatut como una gran cuchara que entraba en España ya estaban en la campaña andaluza bastante antes de que viniera Montilla a traernos saludos de hermano o de sahib, según se vea. Que el Estatuto andaluz ha interesado al PSOE como subrayado de ese otro en el que se jugaban más dineros y más banderas, es innegable. Que la reforma catalana aquí a unos les ha servido de modelo para el traje de domingo que querían y a otros como enciclopedia del mal, también es cierto. Lo que no se puede decir es que Andalucía haya liderado nada, como tanto gusta decir Chaves, sino que hemos sido discípulos, imitadores y acompañantes, haciendo un seguidismo de escolta o de revancha, pero seguidismo al fin y al cabo. Ha sido el PA quien más ha mencionado a Cataluña porque ha sabido dar sus bocados y forrar de hierro sus reivindicaciones o sus vanidades, cosa que ellos envidian para Andalucía, que se ocupa más de buenismos universales. Ya vimos en el debate de Canal Sur a Pepe Núñez sacar a Cataluña como una cimitarra: quería sus bilateralidades, sus blindajes, su pela y su tipito entrando en las instituciones estatales señalando lo que va a llevarse. Por cierto, Amparo Rubiales le contestaba alabando el Estatuto andaluz por “nuestro”, como si esa obviedad bastara (nuestros son igualmente los malos indicadores económicos y sociales y no veo que eso sirva como condecoración). En el fondo, lo que se discute no son los buenos o malos hermanos que tengamos por el norte, sino el modelo de Estado que queremos.

Cataluña ha abierto la puerta al confederalismo y piensa en embajadas en Madrid. Hacia ahí apunta la rebeldía del PA. Pero si el PA pide el no precisamente porque no llegamos al techo de Cataluña, ¿qué clase de eje Cataluña-Andalucía es ése que vienen a sellar Montilla y Chaves? Sería un eje con nuestro lado hundido como medio barco, la aceptación de sus privilegios confederados mientras aquí un Estatuto tibio y pastoril, que hasta el PP insiste en calificar de “plenamente constitucional”, se limita a repartir sopa y a recitar versos. Esta es la gran contradicción. Si en verdad Cataluña y Andalucía están “pilotando” la modernización del Estado autonómico, se trata de una modernización que santifica la desigualdad y la gradación de las regiones españolas. El fallo es que se ha empezado al revés. Yo no creo en una España eternal o en piedra, ni me asustaría verme en una federación de autonomías (la confederación ya me preocupa más porque la historia nos enseña que suele salir mal). Pero para meternos en esos berenjenales, el primer paso debería haber sido la reforma de la Constitución. Ahora, la salida no es fácil. De momento, diría que sólo nos quedan dos opciones, a cual más inquietante: intentar dar los mismos bocados que Cataluña, ya que esto va de orgía caníbal (opción del PA), o aceptar quedarnos en esa mitad del barco que está hundida (la del resto). Salvo que el Constitucional tumbe el Estatut (tampoco sé yo si quiero ver los muertos de esa guerra), parece que será lo segundo. Y no pasará nada. Siempre hubo privilegiados, y nunca nos tocó estar entre ellos.


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