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Hacia
el referéndum del Estatuto de Andalucía |
16 de febrero de 2007 ¡Mañana! Mañana todo se parará y Andalucía parecerá un samurai que se viste y pasa los dedos por sus espadas. Reflexionaremos, barajaremos este Estatuto con sus promesas, propagandas, trucos, mentiras, bondades, caras de políticos en las nubes atravesadas de banderas como de aviones. Cuando todo ha de ocurrir mañana es que vivimos en el tiempo descalzo de los profetas. Creo que no hay mejor palabra para definir Andalucía: mañana. Todo pasará mañana, todo vendrá mañana, siempre hay un mañana hacia el que se estira nuestro cuello y señalan nuestras manos y miran nuestros ojos, como adanes. Los políticos nos llevan de horizonte en horizonte como de oasis en oasis. Ese mañana en el que Andalucía llegará a una salvación o a una playa, no dejan de hablarnos de él, y una vez fue la Segunda Modernización, y ahora es este Estatuto, pero tras la duna seguirá el desierto, y este lunes, volado de papeletas y barreduras, con el mismo sol de pobre sobre los hombros, nos dirigirán ya hacia otro mañana, quizá el cobro de la deuda histórica, otra fecha como de un eclipse que llegará, otra espera, otra caminata. Cada vez cansa más ese mañana como el de las princesas durmientes, como el falso fin del mundo de las sectas. La campaña de este referéndum, hecha por bardos y cantareras, ha sido fe y marianismo, enamoramiento y rizados, bronca y confitería. Los políticos nos han explicado más sus carrozas que el Estatuto, jardín con laberinto que ocupa toda Andalucía. Muy andaluz, muy español, muy vertiginoso y muy cuchillero, el Estatuto lo ha utilizado Chaves como propaganda de su política, Arenas como brida de la España desbocada, Valderas como lupa de sus pequeñeces, Álvarez como último cabezazo de ese andalucismo suyo que les ha ido fracasando en el purismo y la pela. La cháchara de los debates televisivos, reducidos a gallera de segundones por la sumisión de Canal Sur; la mirada de fakir o de domador de Chaves (de “ayatolá”, dijo Esperanza Oña), que parece que quiere hipnotizar a toda la pecera que somos; el prorrateo de los síes, noes, abstenciones con significado pirata; la acumulación de polideportivos, arabescos, clepsidras, eucaristías y olimpismos andaluces... Todo esto, para remitirnos a otro mañana, de nuevo. Ojalá este Estatuto vista a Andalucía como de sábanas limpias, ojalá crezca un trigo de oro y nos broten coronas en la frente, ojalá se levanten los enfermos con sus alas mojadas, ojalá se lleve el polvo muy pisado de la miseria, ojalá venzan las madres y los poetas, ojalá pasen por Andalucía la felicidad y la abundancia como una rueda de molino. Pero nos han anunciado tantos amaneceres, nos han engañado con tantas reolinas... En televisión los políticos han hablando como desde dentro de una copa o de un arcón, cubiertos de aguamiel o de ropa vieja. El sí les sabía a lluvia y el no dolía como una coz. Nos piden que nos pronunciemos sobre el baile de los astros, pues este Estatuto habla como los oráculos, en hexámetros sobre planetas que caerán. Y yo escucho ahora aquel lied de Richard Strauss, Morgen!, con letra de John Henry Mackay: “Y mañana el sol brillará otra vez / y por el sendero que recorreremos / la felicidad de nuevo nos envolverá / en el seno de esta tierra embriagada de sol…”. Lástima que la realidad destrone cada día a la belleza. Yo ya no creo en los mañanas vendidos como alfombras. Pero aquí somos eso, siempre, un mañana, otro, que agota a los políticos y nos ciega a los demás. El mañana se pinta más azul si no se alcanza nunca. |