Por Ernesto Velit
Granda
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Jacques Schlander, profesor de Filosofía de la Universidad Hebraica de Jerusalén decía recientemente que: "la vida de las ideas nos es tan indispensable como el oxígeno", subrayando con esta afirmación que las ideas son un elemento natural de la vida humana, que ellas nos rodean, son nuestro mundo y nos ayudan a medir humanamente nuestra existencia. Debatir las ideas nunca será inútil, al menos si queremos comprender al mundo y con ello transformarlo.
Gracias a la tecnología y la ciencia, en sus alcances impredecibles, asistimos al triunfo de nuevas tesis que nos plantean la necesidad de reestructurar la concepción general de la sociedad, más allá de (o puramente instrumental, de entender al mundo, buscando darle coherencia al conjunto de las interpretaciones y de reconocer que el concepto cientificista de lo humano ha entrado en crisis. Y si pertenecemos a una sociedad cada vez más controlada por (a ciencia y la tecnología, pues debemos procurar a los expertos lugares importantes en el campo de las decisiones trascendentales, a diferencia de lo que sucede hoy en día en que los científicos dan su opinión pero los políticos toman las decisiones. Esto no sería tan grave sino fuera porque estamos en una sociedad política dominada por la monocultura, motivada casi exclusivamente por la acumulación del poder. Se ignora el mundo político y, en consecuencia, se desconoce que éste cambia velozmente y que es preciso imaginar nuevas estrategias. De estos errores, que se pagan a precio muy alto, resultan por ejemplo los debates innecesarios entre derecha e izquierda, como si sólo ellas existieran. Esta es la mejor prueba de la falta de imaginación de la clase política.
Las sociedades modernas necesitan dotarse de valores políticos más diversificados, aunque para ello requieran inventar nuevos caminos y extraer del conocimiento y de la ciencia aportes diferentes que sirvan como orientación de la conducta humana. Todo esta enseña que gobernar las sociedades se ha convertido en una tarea cada vez más difícil; que el acceso a la información cumple un rol decisivo en la organización de la cultura y también del poder, sin desconocer que la desigualdad de oportunidades frente al beneficio de los medios de comunicación crea sociedades de primera y; de segunda, en uno suerte de perversa injusticia creada por las distintos posibilidades de acceder al conocimiento.
Los medios auditivos y visuales, al ingresar con un rol fundamental en la pedagogía del conocimiento, se convierten en elementos claves para el progreso; también de las universidades, para la modernización de laboratorios y bibliotecas, de centros de investigación y, por este camino, enriquecen las organizaciones que el hombre construye para perfeccionar el gobierno de las sociedades. Los medios de comunicación cumplen responsabilidades históricas en la consolidación del sistema democrático, al poner el conocimiento científico al alcance de los diferentes sectores sociales; y, por esta vía, aumentar el ámbito de la libertad individual y colectiva.
Difundir el conocimiento, como lo hacen los multimedia, es luchar por la libertad, por los Derechos Humanos, por la Democracia. Es darle sentido moral y ético al desarrollo de la comunidad humana, es rescatar el valor de la solidaridad, que nos haga difícil vivir felices si a nuestro lado otros sufren.
En este contexto teórico se ubica la responsabilidad social y moral de los medios masivos. Por ello su rol de liderazgo y sus inmensas posibilidades ante las demandas de la opinión pública.
Alvin Toffler sostiene que saber es poder. Este se desplaza desde la
cúspide piramidal hacia la base, contribuyendo a construir lo que
hoy se ha dado en llamar "La Sociedad del Conocimiento", que tiene su propia
dimensión moral y frente a la cual los medios masivos resultan verdaderos
vertebradores de nuestra vida civil, a tiempo que nos enseñan a
valorar y responder por las consecuencias de nuestras acciones.
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