Las cumbres obtenidas por Arrate se refieren, sobre todo, a las naturalezas muertas, protagonizadas por la vieja y popular damajuana curvilínea, sin su protección exterior de paja.

Waldemar Sommer, Diario El Mercurio, 15 de junio 97

Sin duda alguna, la pintora Herminia Arrate merece ser mucho mejor conocida. Para ello, una exhibicìón completa de su obra resulta indispensable.

Por el momento, la actual retrospectiva suya en el Instituto Cultural de Providencia abarca sólo parte de su producción. Dentro de lo que ahora se nos ofrece encontramos seis desnudos, algunos paisajes y rincones campesinos o de urbe, naturalezas muertas ya con objetos, ya protagonizadas por vasijas de vidrio. Todos esos temas aparecen sometidos a una estructuración austera y de mucha firmeza, a una monocromía sombría, donde los valores determinan las gradaciones de la luz.

Llama la atención el tratamiento especiaimente certero del primero y del último de aquellos asuntos. En ambos, el parentesco con Enriqueta Petit surge fructífero. Asimismo, positivo resulta el empleo de soportes de madera aglomerada, cuya textura particular comunica calidez a cada cuadro.
Respecto de las figuras femeninas, constituyen éstas síntesis manejadas con recia seguridad lineal y capaces de entregarnos la torsión natural y las carnaciones del cuerpo desnudo.

Pero las cumbres obtenidas aquí por Arrate se refïeren, sobre todo, a las naturalezas muertas. protagonizadas por la vieja y popular damajuana curvilínea, sin su protección exterior de paja. A través de ellas alcanza la autora efecto monumental y genuino dramatismo formal: "Botellón III", "Botellón II". "Naturaleza muerta" -con libro detrás- "Botellón IV", "Estudio en blanco invierno" -un recipiente de vidrio rectangular-. "El sombrero de mi marido".

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