Historia de este sitio


En 1998, Hotmail no era aún parte de Microsoft y Geocities no formaba parte de Yahoo. Era la época en que los que queríamos tener un sitio o al menos una página web debíamos ser ricos y pagarle a algún especialista o ser movidos e hincarle el diente al código HTML con editores más o menos artesanales que bajábamos de alguna parte. Era la época en que uno podía elegir el nombre de la casilla electrónica sin recurrir a números ni símbolos extraños (yo tenía algo tan simple y hermoso como "Fernando.Zuniga@hotmail.com", si mal no recuerdo), el spam no existía y cuando uno buscaba algo común en AltaVista los resultados eran 20 ó 30 enlaces en vez de 3.000.000.

   En aquella época estaba yo de estudiante visitante en Colonia, Alemania, y seguí el ejemplo de otros estudiantes de tener un sitio web propio desligado de la universidad. En mi sitio había artículos de lingüística, comentarios, bibliografías —ese tipo de cosas. Para los estándares de aquellos años, sin Photoshop ni Flash ni nada, mi sitio era casi profesional.

   Pero pronto comenzó la decadencia. Los gigantes adquirieron a los pequeñines; gente ociosa empezó a enviar imeils solicitando que avaláramos espurias tranferencias de miles y luego millones de dólares de supuestos herederos de tronos africanos, y entusiastas empresarios dieron rienda suelta a sus promociones de tratamientos de elongación genital, casinos virtuales y, por supuesto, sitios web. La búsqueda de información se transformó en una fuente de frustraciones: el reino de las máquinas nos regalaba maravillas como el famoso "404 Error — Page not found", páginas y páginas de enlaces sospechosamente similares y probablemente inactivos, y ventanas que se abrían sin que lo quisiéramos, diciéndonos que nuestros jefes u oscuras agencias gubernamentales utilizaban su precioso tiempo para monitorear nuestro comportamiento virtual. Si buscábamos un hotel donde pasar unos días en Gran Canaria, encontrábamos cientos de páginas sobre crianza de aves. Si queríamos saber algo sobre la Edad Media, nos inundaban de enlaces de publicidad de Viagra y otros supuestos rejuvenecedores. Hasta cuando buscábamos libros sobre cualquier tema aparecían burdeles brasileños y obscenos cartoons japoneses.

   Yo aproveché el comienzo de aquella decadencia para hacerme invisible. Limpié el sitio de lingüística y me orienté a la literatura y la música, ya que en aquel entonces me dedicaba a ambas actividades manteniendo un perfil suficientemente bajo. El sitio, según periódicamente me recordaba un counter, tenía muy poco tráfico. Supongo que podría haber hecho el experimento de incluir pornografía ilegal o propaganda neonazi, más recientemente detalles acerca de probables secuestros de aviones o nóminas de oficiales ejecutivos de Al-Qaeda, u ofrecer cursos online sobre cómo fabricar explosivos caseros o mutilar cadáveres para hacer desaparecer pistas comprometedoras —a ver cuánto tardaban las oscuras agencias gubernamentales en dar conmigo. Nunca cedí a la tentación.

   A fines de 2003 decidí reactivar el sitio incluyendo textos que pudieran ser de algún interés para alguien. Éste es el sitio con el que has dado tú.


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