El
sexo en la Publicidad
Germán Uribe
Una
de las discriminaciones que con mayor énfasis -y vistosidad, por
supuesto- se manifiesta en el mundo femenino, ocurre en el
ámbito de la publicidad. Allí, mientras se esclaviza la imagen
de la mujer, se hace de ella un "producto" rentable. La mujer
viene aportándole, sin habérselo propuesto, y sin consideración
alguna a su dignidad y a su decoro, la materia prima a uno de
los negocios más poderosos de la era moderna. Están ellas, pues,
en manos de una publicidad sexista, aprovechadora, que sin
escrúpulos viene conduciéndolas hacia una única y perversa
valoración posible: el "objeto sexual" estereotipado como gancho
de enorme atracción entre consumidores y productores de toda
clase de mercancías que, probablemente también, sirve para
encarecer, en relación directa con la belleza femenina que los
anuncia, los "artículos" ofrecidos.
"En
los últimos años los anuncios de pantalones vaqueros, perfumes,
y muchos otros productos", refiere un analista, "han ofrecido
imágenes provocativas que fueron diseñadas para activar
respuestas sexuales de tan amplio espectro de la población como
fuera posible, para dar una sacudida eléctrica por su
ambivalencia, y para apelar a menudo a los deseos bisexuales
reprimidos que se piensa comportan una mayor carga emocional." Y
el mismo Calvin Klein rotulaba a los pantalones vaqueros como
afirmación de sexo, y añadía que "la abundancia de carne desnuda
es el último intento de los publicistas de dar a productos
redundantes una nueva identidad".
Simplificando, observamos a una sociedad de consumo apalancada
en la utilización del erotismo y los cánones de la belleza
femenina "confiscándole" sus atributos en aras de alcanzar unos
propósitos expansivos de tipo comercial.
Sin
embargo, previas estas apresuradas observaciones, la
preocupación que me mueve en esta ocasión es otra.
De
entrada sé que abordando este tema como lo haré, inculpando
también a tantas de "ellas" que no han reflexionado frente a la
sutil maniobra, quedo expuesto a su irritación. No importa,
porque lo que importa, sí, es evitar generalizaciones insinuando
que lo son todas por su condición de género. De igual manera,
también importa mencionar a manera de respetuosa súplica para
que modelos y publicistas revisen lo que viene sucediendo, los
excesos del día a día en la sugestión sexual como instrumento de
persuasión mercantil.
Y es
que en asuntos de banalidad, impresionan los "avances" y la
"frescura" desbocada de tantas mujeres en la televisión
colombiana de estos días. Hace algunos años pensaba que el colmo
consistía en la transmisión de unas cuñas publicitarias en donde
la "mujer-objeto", con su consentimiento, era manipulada y
degradada, lo que de por sí ya era censurable.
¡Pero
qué decir ahora!
Algunas mujeres, naturalmente entrampadas y encandiladas por la
fama y la fortuna, sin pundonor ni recato, están ofreciendo los
encantos exquisitos de su cuerpo en cuanta promoción comercial
las requiera, promocionándolo todo a cambio de una efímera
prosperidad. Dinero para vivir bien y fama para seguir
acumulando dinero en el mismo oficio. Pero tales "modelos", en
esta carrera enloquecida, y sin racionalizarlo bien, están
matando ellas mismas la gallina de los huevos de oro. A diario
rebotan de la pantalla a nuestras miradas ávidas tal cantidad de
senos sublimes y voluptuosos, cinturitas eróticas, piernas
seductoras y “derrière” pluscuamperfectos, que no tardará la
hora en que aquellas miradas libidinosas, terminen por
saturarse.
Ya la
sabia expresión popular tras siglos de experiencia lo señaló:
“Bueno es culantro pero no tanto”.
Y es
que para nadie es un secreto ni constituye vergüenza lo que la
madre natura con generosidad gratificante les entregara a ellas
para hacer florecer doblemente la vida con sus dones para la
creación y el placer, ya que cuánta fascinación "perturbadora"
no está contenida en sus cuerpos; cuántas pasiones embriagadoras
no despierta su desnudez; cuánta valía no tiene para el hombre
su piel cautivante, sus líneas sensuales, sus contornos, sus
colinas y sus profundidades. Pero si la ración diaria que se nos
ofrece es siempre la misma, invariable, si todos los días
estamos precisados a alimentarnos sólo de coliflor o de atún, si
ya no es un enigma nada y el atractivo del misterio y la magia,
de lo por descubrir o de lo cambiante se pierde en la monotonía
de una reiteración, aquí y ahora, estamos comenzando a perder
todos: hombres, mujeres y publicistas.
Qué
bueno sería que la mujer, que intrépidamente viene librando y
ganando batallas por su autonomía, por sus derechos a la
igualdad, por su honra, repasara a fondo y abriera sus bellos
ojos ante las nuevas formas de esclavitud y servilismo a que la
viene sometiendo esta sociedad mercantilista y machista. Con el
espejismo de ciertos derechos ahora reconocidos ampliamente y
que le permiten un trato equivalente, la mujer, no obstante,
está dejándose conducir al retorno de su ancestral infortunio:
ser la explotada y sumisa servidora de la utilitarista, exigente
y caprichosa voluntad del hombre… publicista.
Aunque rechazan que se las tilde de simples objetos sexuales,
por estas nuevas tendencias pareciera que se están empeñando
precisamente en eso. En serlo.
Y no
es que no las codiciemos así. Nosotros, los hombres. Pero, ¿y
ellas? ¿Acabarán por acostumbrarse a ser justipreciadas
simplemente por ello? ¿A que el mayor de sus méritos y su seguro
de vida estén directamente relacionados al embrujo de su
desnudez o al fulminante impulso de su desenfado y osadía que
ahora parece habitarlas como huésped constante?
Pero,
en fin, para disculparme con ellas, concretamente con las
"historiadas" aquí, terminaré admitiendo con Oscar Wilde que
“las mujeres han sido hechas para ser amadas, no para ser
comprendidas”. Y con Sor Juana Inés de la Cruz, en acto de
extrema y debida contrición, repetiré:
“Hombres necios que acusáis
a la
mujer sin razón,
sin
ver que sois la ocasión
de lo
mismo que culpáis”