También vale aclarar, que la afinidad del pensamiento taoísta con el orden natural, no debe llevarnos a asociar el concepto de "orden" con implicaciones éticas como la idea de lo "bueno".
Tianli esta operante en todas las cosas porque todas son manifestaciones del tao, y nada puede escapar al imperio de su necesidad por que el tao todo lo abarca y nada queda fuera de él.
Ahora bien, si se identifica al tao como el Camino de la Naturaleza, (expresión usada por Alan Watts en sus cuantiosas conferencias de difusión de las enseñanzas taoístas), comprobaríamos una vez más, que todos los conceptos que vamos introduciendo para explicar el funcionamiento del mundo, ya estan comprendidos en el tao como idea originaria y fundante de toda la doctrina.
Pero es saludable que reflejemos aquí una importante controversia planteada por Toshihiko Izutsu, al expresar que cometeríamos un grave error si imagináramos que la Vía -Tao- concebida (o, mejor dicho, "encontrada") por los sabios taoístas era un Absoluto puramente metafísico. Para él, el Tao ha sido considerado también como un Dios personal, y las referencias al tao como "Hacedor-de-cosas" no debe ser considerada como expresión metafórica o figurativa del Principio metafísico. Es en esta línea de pensamiento que las expresiones Tianli y Tianming, contienen el vocablo "tian" significando el aspecto "personal" que adquiere el tao en el mundo del Ser, y que daría a ambas expresiones el valor de "Ley divina" y "Mandato divino".
La controversia queda planteada. Carmelo Elorduy, en sus Sesenta y cuatro conceptos de la ideología taoista de Lao Tse y Cuang Tzu comparte esta posición, y si bien se lamenta que en solo cuatro oportunidades, los Maestros usaron un léxico categórico para referenciar su creencia en Dios, deja sentado: "Estaban acostumbrados, más que nosotros, a personificar los seres cósmicos, por ejemplo el Cielo. (...) Es un hecho que el Tao no es sólo la razón u ordenamiento de los seres. Tiene existencia firme en sí mismo(...). Nuestro Dios es muy amoroso y gusta que se le ame. El Tao es un Dios más frio en su olímpica eminencia."
Quizás esta polémica esté contaminada por nuestra insistencia en querer rotular el pensamiento de Lao zi y Zhuang zi en términos de deísmo/ateísmo, más relevantes para nosotros que para ellos mismos. Pero de todas maneras, sea tianli ley impersonal coincidente con el tao mismo, o mandato del tao personalizado, en ningun caso el taoísmo concibe a tianli como dando lugar a acotecimientos infundados o caprichosos.
Hay que insistir en esto, porque sólo es posible entender la "tragedia humana" -como la califica T. Izutsu-, desde la perspectiva taoísta, si estamos dispuestos a erradicar (o al menos a suspender o dejar entre parentesis) la actitud opuesta: el voluntarismo.
La unidad hombre-naturaleza y las falsas dicotomías
De lo expuesto hasta aquí podría implicarse, erróneamente, que estamos ante una visión antropológica que no le otorga a los seres humanos otra calidad que la de automatas, ciegamente sometidos a las fuerzas cósmicas. Parecería ser ésta la implicancion forzosa luego de haber afirmado que nada de lo que acontece escapa a la Ley Natural, tianli.
Sin embargo, asociar el concepto de tianli en la esfera de la conducta humana, con el comportamiento automático, tal como si fuéramos marionetas del destino, responde a una lectura del mundo desde un paradigma filosófico muy arraigado en nuestra cultura pero extraño al pensamiento que estamos analizando.
Cuando la únidad hombre-naturaleza que experimentamos cotidianamente, la desmembramos a nivel del pensamiento por presiones ideológicas (filósoficas, religiosas, morales, etc.), oponiendo al ámbito humano de la la voluntad y la responsabilidad, el ámbito natural de la causalidad mecánica y la fatalidad, generamos un serio problema intelectual: ¿cómo restablecer la vinculación entre el hombre y la naturaleza separados por semejante abismo ontológico?.
En la historia de la filosofía occidental, fue Descartes quien instaló tal perpectiva dualista de la realidad humana, de la cual no hemos logrado liberarnos hasta hoy. Esto nos dificulta la comprensión de las visiones antropológicas que, por sustentar la únidad originaria hombre-naturaleza no la viven como problemática.
Desde la visión del dualismo cartesiano, en el hombre hallamos dos realidades confrontadas: su ser corporal exterior (animal) sometido fatalmente a las leyes naturales (entendidas como coherciones externas) y su ser mental interior, que piensa, siente, desea y orienta su voluntad. En esta visión dual, la mente es un fantasma emplazado en un cuerpo y la filosofía debe explicarnos cómo es posible que uno influya sobre el otro.
Para el pensamiento taoísta nuestro comportamiento no se halla vinculado a la Ley Natural por "estar aprisionados en un cuerpo" . No es por el hecho de "tener un cuerpo" que la Ley Natural mos condiciona desde fuera de nostros mismos, permitiéndonos ser de cierta manera e impidiéndonos ser de otra distinta.
El hombre no "tiene" un cuerpo, ni "tiene" una mente.
el hombre es una unidad psico-física inescindible de la totalidad de la naturaleza.
De alli que, la Ley Natural como modalidad intrínseca de la manifestación del tao, no puede vivirse como exterior al hombre mismo. No tiene sentido postular algo exterior al tao.
Ya lo hemos señalado con anterioridad y reaparece aquí: el sentido metafísico del Uno como condición de toda existencia. Y no pudiendo haber dualidad de naturalezas, en la visión antropológica taoísta no tiene cabida lo mental (aislado de lo corporal), como un ámbito en que supuestamente se atenúaria el imperio de tianli para dar lugar al libre arbitrio.
No hay para el taoísmo filosófico un ambito mental en el cual elejimos y decidimos con total arbitrio la conducta a seguir, y otro ámbito bio-físico, corporal, en el que deben armonizarce los mecanismos naturales con nuestras intenciones previas: Cuerpo y mente son aspectos de una misma unidad.
Tanto en el proceso de la toma de decisiones como en el de su ejecución podemos observar con igual relevancia aspectos mentales como corporales y tanto los unos como los otros se ajustan a la forma específica de manifestación de la Ley Natural en cada campo.
Descartada la necesidad de recurrir al paradigma de la dualidad cartesiana para comprender al hombre, estamos en condiciones de afirmar que cada uno de nosotros es una unidad en la Gran Unidad.
Desde este punto de vista, afirmar que la Ley Natural rige los acontecimientos humanos no significa en modo alguno que fuerzas exteriores al hombre le impone los pasos que debe dar.
Recurramos a un ejemplo: si Juan es un agricultor de bajos recursos, con familia numerosa, que ha vivido episodios muy traumáticos en su niñez y esta hoy acediado por una sequía inusual, que le crea dificultades económicas y desaveniencias con otras personas. Juan se comportará, ante la situación que le aflije, como lo que el es: como un agricultor de bajos recursos, con familia numerosa, que ha vivido episodios muy traumáticos en su niñez, etc. etc.
Ninguna imposición exterior, desde fuera de lo quee es, le obliga a actuar como lo hace. Ni tampoco él podra actuar a su absoluto arbitrio independientemente de su lugar en el mundo. Parafraseando a Ortega diríamos que Juan es Juan y su circunstancia, y por tanto, Juan solo puede actúar desde lo que es.
Ahora bien, si Juan no puede a capricho llevar a cabo lo que haría un granjero rico, que ha tenido una infancia feliz, que no padece ninguna calamidad, etc., etc., es porque Juan no es ese granjero que tal vez hubiese deseado ser.
Libre arbitrio y necesidad; indeterminación y fatalidad, son conceptos que nos presentan falsas alternativas del comportamiento humano. Si tales términos dicotómicos los referimos a la unidad de la persona en si y los consideramos desde la perspectiva de la unidad originaria hombre-naturaleza, pierden su falsa apariencia de opuestos contradictorios, y se tornan meros reflejos mentales de una realidad que los supera.
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