Después de haber convivido durante cuatro años en una casa de formación de los jesuitas de la Provincia española de Toledo, recogí parte de la experiencia y de lo que durante este tiempo aprendí sobre la formación de los jesuitas en esas tierras. Llevaba la experiencia de haber trabajado durante tres años en la formación jesuítica en Colombia y me preparaba para volver a prestar este servicio en nuestra tierra.
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Pontificia Universidad Javeriana
escritas por el
Padre
Hermann Rodríguez Osorio,
de la misma Compañía.
Se añaden algunas reflexiones y comentarios sobre la formación de los jóvenes jesuitas en otras latitudes
Ad Usum Nostrorum Tantum
Matriti, Anno Domini
MCMXCVII
Hay experiencias y situaciones de la vida que no podemos abarcar con las palabras y las descripciones. La vida durante cuatro años en una comunidad de formación de una provincia distinta a la mía, me ha ayudado a ampliar mis horizontes y a descubrir nuevos caminos. Toda la experiencia, en su conjunto, es absolutamente inabarcable y se escapa al deseo de la pluma por fijarla y congelarla en una sola imagen.
Sin embargo, aun con el riesgo de ofrecer solamente algunos rasgos o caricaturas... con el riesgo de poner los acentos en unas cosas y no destacar suficientemente los contrastes y los claroscuros de la realidad, he querido poner por escrito algunas pinceladas que me quedan grabadas en la mente y en el corazón. Será un intento, a lo mejor no siempre afortunado, por retratar lo que vi y experimenté en medio de esta comunidad cambiante, por cierto, en estos últimos cuatro años.
Me inspiro para ello en el estilo literario de los exploradores de distintos países, que al volver a su tierra natal llevaban escritos en crónicas y narraciones, las costumbres y usos de los pueblos conocidos y del medio natural que habían encontrado durante sus recorridos.
No es una lectura 'objetiva' ni 'inocente'; no hay miradas sin supuestos. Mucho de lo que veo y describo lo llevo clavado yo mismo en mi ojo de cronista. Otro poco será lo que está allí y espero que lo que pueda decir tenga algún parecido con la realidad. Por lo menos se parecerá a la realidad tal como me 'aparece' a mi delante. Otros mirarán las cosas distintas y tal vez dialogando y confrontando visiones diversas, podríamos ir aproximándonos un poco más al que es la Verdad, que siempre nos desborda y nos trasciende, pero que no deja de revelarnos sus secretos en cada regalo que recibimos de él.
Tomo, evidentemente, posición frente a muchos puntos y espero que el benévolo lector no se sienta ofendido, sino invitado a tomar también alguna posición con respecto a los puntos más polémicos. Estas crónicas podrán ayudar a las personas que viven lejos a hacerse una ligera y remota idea de cómo funciona la formación de los jóvenes jesuitas en estas tierras. Pero como el mapa es incapaz de reemplazar la aventura de sumergirse en la selva amazónica, así también estas líneas son incapaces de reemplazar la experiencia directa de vivir en este lado del océano la aventura de ser jesuita.
Sobre las distintas etapas en que está dividida la formación de los jóvenes jesuitas en estas provincias
Las primeras etapas de la formación, hasta antes del magisterio, las hacen juntos, pero no revueltos, los jóvenes jesuitas de dos de las provincias en que está dividida, más que organizada, la Compañía de Jesús en estas tierras.
El noviciado está en territorio de Hispalis, capital de la provincia Baetica. Ocupa un viejo cortijo o caserón campestre, que está hacia las afueras de la ciudad. La disciplina y el orden son algo distintivo de la vida que llevan los jóvenes durante sus primeros años. Es un auténtico rompimiento con el 'mundo' joánico, pero también con sus 'mundos' familiares, de amistades, etc.
Algún jesuita mayor, no sin cierta malicia picaresca ha descrito esta primera etapa como el proceso de 'atontar' a los jóvenes... Y el que no se deje atontar, se va de la Compañía. Las etapas posteriores tendrían, según este comentarista nativo, el objetivo de 'desatontar' a los que han sido previamente atontados... y de nuevo, el que no se deje desatontar, se va de la Compañía.
Digamos, para resumir, que se vive en el noviciado en medio de una austeridad muy grande, personal y comunitaria, un ambiente de piedad, oración frecuente y abundante, devociones, estudios, oficios humildes y algunos trabajos pastorales.
Una vez hechos los votos, al llegar a la capital del Reino, donde se desarrollan las siguientes etapas los jóvenes de ambas provincias son distribuidos en dos comunidades distintas. Viven ya no en medio de los naranjos en flor del noviciado, con su aroma particular a azahar, sino en apartamentos, que en estas tierras llaman 'pisos', ubicados en grandes edificios multifamiliares de clase media. Nuestros vecinos son empleados de rango medio o bajo en empresas públicas o privadas. No es fácil comparar, pero se trata de un medio sencillo y austero dentro del contexto de la sociedad española.
En esta primera etapa del postnoviciado pasan 2, 3 o 4 años haciendo estudios humanísticos y de filosofía... Pero sobre esto volveremos más adelante. La siguiente etapa, llamada 'intermedia', está ya unificada en una sola comunidad; allí llegan de las dos casas anteriores, para continuar y terminar su filosofía o alguna carrera distinta. Esta casa está en un medio similar a las anteriores o incluso un poco más sencillo. Se trata de una vivienda justa, estrecha, con habitaciones pequeñas y espacios comunes un poco apretados. Los espacios más amplios son los que compartimos con el vecindario: hay en los alrededores bonitos y amplios parques, grandes avenidas, un centro comercial enorme, y otro tipo de lugares para el esparcimiento colectivo.
El sector donde están las comunidades de formación parece un inmenso bosque de grandes edificios, casi todos de trece pisos, con doce apartamentos por piso. Nuestras comunidades ocupan cuatro o cinco de estos apartamentos. La gente común vive también la estrechez de estos cubículos y los atafagos de la multitud que rodea las calles vecinas, que padecen una sobreabundancia de coches (como llaman aquí los carros) parqueados por doquier y con mucha frecuencia en doble fila.
Al terminar la licencia en filosofía, que la hacen los menos (no en calidad sino en número), o las distintas carreras que estudian en este tiempo 'intermedio', viene el magisterio que dura uno o dos años, dependiendo de la necesidad de cada sujeto. Hasta este momento se suele decir que la mayoría de los jóvenes han mantenido un pie dentro de la orden y el otro por fuera. el magisterio es el momento clave en el que se acaban de meter los dos pies en la Compañía (que no es lo mismo que 'meter la pata' entre nosotros), o se opta por otro camino.
El magisterio ya distancia a los muchachos que han venido de las dos provincias distintas. La teología la hacen los béticos en Granada o en otras facultades de la Compañía universal y los Toledanos aquí en Madrid. La casa del teologado sigue el esquema de las etapas anteriores y mantiene la ubicación sencilla, el estilo de vida austero y la libertad responsable de la que iremos hablando más adelante.
Sobre el elemento que fundamenta todo el proceso de la formación de los jóvenes jesuitas en estas provincias y que explica el modelo en su totalidad (Me parece...)
Entre los compañeros de comunidad que he tenido durante estos cuatro años de convivencia en la 'etapa intermedia', puedo contar algunos que han entrado después de acabar sus estudios de bachillerato o de formación profesional (que equivaldría entre nosotros al bachillerato técnico); otros han entrado con uno, dos, o tres años de carrera. Alguno ha entrado ya con la carrera terminada y algo de experiencia profesional. Esto significa que han entrado con edades que varían entre los 18 y los 25 años; claro que hay casos en los que se entre aún mayor, pero no son tan frecuentes.
Lo que sí es cierto es que todos y cada uno de ellos, son considerados, por lo menos en lo que toca a las etapas de formación que he conocido más de cerca en Madrid, como personas adultas. Y lo son, evidentemente. No tienen siempre toda la madurez deseada, ni a nivel humano, ni en lo que toca a la vida religiosa en la Compañía de Jesús. Pero ciertamente me ha impresionado muy positivamente que en ningún momento he visto que con la palabra, ni mucho menos con las actitudes de los formadores o del mismo Prepósito Provincial, se les transmitiera que son adolescentes inmaduros y necesitados de una estructura y una supervisión propia de un internado.
No hay horas de llegada fijadas por la noche, no hay un control de sus salidas, tienen una gran libertad de movimiento y de iniciativa en muchos campos.... Podrían multiplicarse los ejemplos y de hecho en los capítulos que siguen se irán desarrollando las consecuencias de este elemento básico que le da cuerpo a toda la formación.
Yo diría que se les da plena libertad y se les exige plena responsabilidad en sus vidas. La respuesta no siempre es la mejor y pueden darse de vez en cuando abusos de uno u otro tipo. Pero la reacción general frente a esa puerta abierta y a ese trato adulto, es un crecimiento notable en conciencia de la propia vocación recibida y aceptada en libertad. Ninguno está en la Compañía vigilado o cuidado. Cada uno está porque así entiende que Dios se lo pide. Y si se le ocurre algún día salir del redil para ir a buscar lo que puede amenazar su vocación religiosa, lo hace con la conciencia de que es lo que él mismo está buscándose.
En una sociedad en la que abundan los medios, en la que las seducciones del consumo, del placer, del poder y del dinero están abiertas a casi todos de una manera permanente y cercana, no podría ser de otra manera. Aquí nadie se mete a la Compañía en busca de la seguridad de unos estudios, ni buscando escalar posiciones en la pirámide social, ni mucho menos por asegurarse un techo digno o la alimentación. La mayoría de los que entran a la Compañía en estas provincias vienen de familias medias; algunos de familias más pudientes o más sencillas. Pero todos ellos han dejado atrás la seguridad de un hogar establecido, las posibilidades de unos estudios universitarios y un proyecto profesional más o menos estable.
Sobre la manera como se administran los bienes económicos y las consecuencias que trae esto para la vivencia de la pobreza entre los jesuitas jóvenes de estas provincias
Un ejemplo claro del trato adulto del que he venido hablando y de la libertad responsable se refiere al manejo de la economía de las comunidades. Conozco dos modelos diferentes que pueden contrastarse con los esquemas tradicionales que conocemos y con los que funcionan la mayoría de las economías de las comunidades jesuitas alrededor de todo el mundo.
El primer modelo lo utilizan en las casas del postnoviciado. En las dos comunidades a donde llegan a vivir los jóvenes una vez hecho los votos, cuentan con una caja común en la que normalmente hay dinero disponible. Junto a la caja, que se encuentra siempre abierta y en un sitio común, hay un libro. Cada uno de los miembros de la comunidad toma de la caja el dinero que necesita para sus distintos gastos personales y anota en el libro el destino de ese dinero.
Para los estudiantes que llegan de un noviciado austero y estricto, el esquema les impresiona un poco al comienzo. Alguno me decía una vez que cuando se pasaban de mil pesetas de gastos al mes (unos seis dólares), les llamaban la atención en el noviciado. Pues aquí no hay límite, estrictamente hablando. Si sacan 20.000 pesetas para comprar zapatos, se anotan y ya está. No es fácil establecer ejemplos y comparaciones, pero la impresión que se recibe es grande. No hay que hablar con el ministro, que generalmente es uno de los jóvenes en formación, ni hay que preguntarle al superior si esto o aquello se puede gastar. Habrá casos en que sí, claro, pero en lo ordinario esto no existe. Cada uno debe saber qué necesita y qué gasta. Cada uno es responsable de cómo administra sus recursos y los recursos de la comunidad.
Este modo de funcionamiento tiene detrás un presupuesto hecho por el ecónomo de la comunidad y con base en los gastos del año anterior. Los rubros son muy variados. Además de los gastos comunes que hacen el ministro o los encargados de distintas servicios, la gente anota sus gastos en medicinas, libros, fotocopias, ropa y calzado, elementos de aseo, limosnas, gastos personales, transportes, vehículos (gasolina o arreglos), correo, papelería, revistas, alimentación... y otros gastos que se consideran extraordinarios: médicos, pago de matrículas o estudios, cursos especiales...
Ninguno de estos gastos necesita respaldo de un recibo o factura que constate el pago. Esto lo digo porque en mi provincia todo, absolutamente todo necesita, para efectos fiscales y creo que también como forma de control, un justificante. Hay cosas que se escapan y son excepción, pero es la excepción. Pues aquí la excepción sería la contraria; alguna vez se necesitaría para efectos de reclamaciones, cambios, devoluciones o garantías, algunas de las facturas que guarda el interesado o el encargado de hacer la compra que corresponda.
El control que me parece que de hecho funciona es que mensualmente se le entrega a cada uno un informe que incluye todos los gastos de la comunidad y en el que se especifica detalladamente los gastos de cada uno de sus miembros. Me imagino que de vez en cuando el superior podría preguntar a alguno por uno u otro gasto más sobresaliente, o los mismos compañeros pueden hacer notar a alguno su descuido o exceso en determinados rubros.
Esto no es el ideal ni funciona perfectamente. Alguna vez se descuadra la caja y faltan 10 o 20 mil pesetas que nadie ha anotado, por olvido o por... Además hay quien dice que los estudiantes cargan los gastos anotados en los rubros que luego se hacen comunitarios en el informe común, y disminuyen el rubro de 'gastos personales' que es como la medida del aceite y del autocontrol de la pobreza entre algunos. Si tengo una cifra pequeña en gastos personales, no importa que haya gastado en exceso en otros rubros que no se ven reflejados en mi informe. Pero esto sería lo raro en mi opinión.
Lo cierto es que dar responsabilidad efectivamente va formando personas responsables. Desde ya se van formando criterios muy claros e interiorizados sobre el manejo de los gastos de cada uno. Doy fe que hay personas de mi comunidad que viven una pobreza muy real y una austeridad muy estricta que no viene de fuera de ellos sino que nace de la llamada que han recibido del Señor a vivir en pobreza y sencillez.
El segundo modelo que conozco y es el que ha funcionado en mi propia comunidad en los tres últimos años; cada uno hace un presupuesto previo de los gastos que va a tener en el mes siguiente y le pide al ecónomo, que es un joven en formación, la cantidad necesitada. Al final del mes se hace un informe en el que cada uno especifica cuáles han sido sus gastos. Igual que en el modelo anterior, mensualmente se ofrece a toda la comunidad un informe con los gastos comunes y los personales de cada uno de sus miembros. Además se va reflejando mensualmente el avance de los gastos anuales y se registra el porcentaje de lo gastado con respeto al presupuesto global de la comunidad en cada rubro. Parece difícil, pero no es tan complicado con un sencillo programa de computador.
Estos dos modelos de manejo económico, como anotaba más arriba, crean a veces cierto desconcierto y desajuste en un primero momento. Sin embargo lo que yo constato es que ayuda notablemente a asumir más responsablemente una pobreza auténtica y querida voluntariamente. La norma no viene de fuera sino que se va formando en el interior de las personas.Esta actitud ante el dinero se traduce luego en otras actitudes ante los bienes comunes, ante los estudios, ante la pastoral, ante la vida misma. La plena libertad va creando la conciencia de la plena responsabilidad a todos los niveles de la vida. Llama la atención que la gran mayoría de los estudiantes reclaman una mayor austeridad en la vida comunitaria y se exigen notablemente en una austeridad de vida personal.
Sobre el funcionamiento de la autoridad en las etapas de la formación de los jóvenes jesuitas en estas provincias
El superior de cada una de las comunidades ejerce un papel fundamental en la orientación y dirección de las comunidades y de cada uno de sus miembros. Generalmente es el acompañante espiritual de los jóvenes en sus primeras etapas y es el responsable de la formación académica y pastoral.
En cada una de las comunidades viven uno o dos jesuitas mayores que acompañan el proceso de formación pero que, estrictamente hablando, no tienen una responsabilidad o autoridad sobre los estudiantes. Los cabestros, como se les llama aquí a los sacerdotes o hermanos formados que acompañan a las comunidades, sirven de referencia para los jóvenes y desarrollan sus labores fuera de la comunidad. La segunda acepción de 'cabestro' en el Diccionario de la Real Academia Española (211992) que tengo a mano dice: "Buey [toro castrado] manso que suele llevar cencerro y sirve de guía en las toradas". Cualquiera entiende por qué casi nadie quiere prestar este servicio en las casas de formación...
Se podría decir, parodiando a san Pablo, que en las casas de formación hay "un solo Señor, un solo bautismo y un solo Superior y Padre de todos" que lleva todos los hilos del proceso formativo. Hay superiores que tienden a consultar más a los cabestros para la toma de ciertas decisiones que conciernen a las personas en particular o a la comunidad en general. Pero, de hecho, el único responsable de todo es el mismo superior.
Esta manera de proceder tiene, en mi opinión, ventajas y desventajas. Por un lado centra el proceso de los jóvenes y les va ayudando a vivir su formación en un sentido integrador. No hay dicotomías entre las dimensiones espirituales, académicas, pastorales y comunitarias. Se pierde, sin embargo, un sentido de equipo de formadores que puede ayudar a tomar con más tacto ciertas decisiones a través de las consultas y el discernimiento en común. Además, los estudiantes no llegan a entender cuál es el papel de un 'acompañante espiritual' y su diferencia con el papel del superior.
Sobre los 'equipos' o subcomunidades que funcionan en cada una de las casas y en las que se desarrolla gran parte del proceso de formación
Del superior se reciben los destinos y la orientación. Sin embargo los compañeros de formación tienen también un papel importante en el proceso de los jóvenes. En cada una de las comunidades funcionan 'equipos' en los que está presente un formador. Estos equipos imprimen una dinámica muy particular a la vida de las comunidades. Los equipos responden a una concepción 'comunitaria' de la formación y son el espacio en el que cada uno de los jóvenes se contrasta abiertamente con los demás y recibe los comentarios y críticas de sus compañeros.
Los equipos, que se reúnen unas tres veces al mes, discurren sin temas preestablecidos y respondiendo a las necesidades de sus miembros; cada uno va comentando su proceso personal, sus logros y dificultades en todas las dimensiones de su vida. Allí se comentan los planes que se van a presentar al superior para los tiempos de verano, para la pastoral, para la orientación de los estudios, etc. Se habla de la manera como cada uno va viviendo su oración, sus votos, su crecimiento en el proceso de formación.
La intuición fundamental de estos equipos es el hecho de que todos son responsables de su propia formación y de la formación y el crecimiento de sus hermanos. Esto se asume con mucha seriedad y da muy buenos resultados. Hay que decir, de todos modos, que los niveles de profundización y de comunicación de los distintos equipos, formados por unas siete u ocho personas, varía y no siempre es constante. A veces se hacen repetitivos y las conversaciones no tocan los puntos fundamentales.
Esta manera de proceder ha logrado tener una tradición y una historia que los jóvenes valoran y defienden con mucha convicción. Los equipos nacieron hace varios años como expresión de dos corrientes distintas que se fueron fusionando. Por un lado estaba la corriente que marcó los años 70 y que se expresó como búsqueda de una vida comunitaria de mayor implicación y compromiso; lo fundamental es que seamos 'amigos en el Señor' en la famosa frase ignaciana que resucitó por esos años el venerable padre Osuna.
La otra corriente que alimentó el nacimiento de los 'equipos' viene de la psicología de grupos. La dinámica de grupos o la terapia psicológica grupal tiene grandes amigos entre los formadores y los padres graves de estas provincias. Esta dinámica no se sigue estrictamente, ni se pretende que los equipos sean 'psicoterapéuticos' en sentido pleno; pero sí hay elementos de esta corriente en esta tradición. Lo cierto es que el resultado es bastante bueno y va creando conciencia de cuerpo. No se puede hablar de una situación ideal, pero ciertamente hay una importante implicación mutua en los procesos de formación y hay que destacar el valor que tienen los mismos compañeros en el crecimiento de los jóvenes jesuitas.
Sobre la práctica de la oración, el examen, las costumbres en la celebración de la eucaristía y otras devociones
Los novicios, como casi en todas partes, son de una devoción admirable. No puedo decir lo mismo de los que están recién llegados a las casas de formación de Madrid; no faltará el que sea fiel a su oración y a sus prácticas espirituales, pero en términos generales, el bajón de nivel en la vida espiritual y en la práctica de los distintos ejercicios que forman parte de nuestro modo de proceder, deja mucho que desear.
Es muy difícil hacer un balance general, pero me parece a mi que después de los dos o tres primeros años de estudios humanísticos y de filosofía, se reinicia un proceso lento de recuperación de la oración y del examen. En la etapa intermedia se fortalece un poco más esta refundación de la espiritualidad. Algunos incluso no llegan a una estabilidad en este campo sino más adelante.
Contrastando con lo anterior, la eucaristía hace parte central de la vida de casi todos los jóvenes durante estos primeros años de formación académica. Es un lugar privilegiado para compartir comunitariamente la experiencia de fe y también el momento para comentar, en un ambiente de oración y de profundización envidiable, lo que van viviendo en todos los campos.
Algún superior motiva a los jóvenes para que vivan la eucaristía diaria en su propio lugar de estudios o de trabajo. Igualmente se invita los domingos a unirse a la celebración de la comunidad parroquial a la que se pertenece, sin que necesariamente se tenga que implicar la persona en una acción pastoral directa. Una vez a la semana se tiene una celebración más cuidada de la eucaristía, sea de toda la comunidad o por equipos. Otro día se suele tener un rato de oración en común al que se invita a todos a participar, pero que muy raramente cuenta con la presencia plena de la comunidad.
La confesión me da la impresión que no es una práctica frecuente ni buscada explícitamente. Algún superior la promueve a través de alguna celebración penitencial, pero no es algo que entre dentro de la vida ordinaria, según creo. Cada uno tendrá con su espiritual, que generalmente es el mismo superior, una confrontación sobre estos puntos de la vida sacramental.
Los ejercicios anuales, el triduo de renovación de votos y los retiros mensuales (2 o 3 al año) sirven de estaciones de alimentación fundamentales en el camino de la vocación. Los viven con mucha seriedad y hondura. El silencio, sobre todo en los ejercicios, es absoluto.
Sobre los estudios que realizan los jóvenes jesuitas en estas provincias
Durante estos cuatro años en esta etapa intermedia he tenido compañeros estudiando las siguientes carreras: medicina, filología trilingüe (hebreo, griego y latín), ingeniería de caminos (civil), derecho, psicología, filosofía, sociología, educación primaria, periodismo y trabajo social. El próximo año llegará uno que estudia química, otro que hace filología hispánica y dos que van a terminar su filosofía.
Algunos de estos estudios se han comenzado antes de entrar en la orden, pero muchos de ellos responden a la planificación de las provincias. Los casos se analizan y se deciden individualmente con el provincial. Habrá alguna políticas comunes, pero se responde a la realidad de cada uno de los sujetos, a sus capacidades y a las necesidades de la misión. No tiene sentido esperar a terminar la teología para comenzar a estudiar hebreo y griego como bases para una especialidad en biblia.
Todos los escolares hacen el ciclo básico de teología que dura 3 años y luego los dos de la licenciatura. Estos dos últimos cursos se hacen a veces fuera de la provincia.
Por lo menos en la comunidad intermedia hay una gran riqueza de perspectivas y de enfoques. El hecho de estar en facultades y centros universitarios distintos, haciendo carreras diferentes, hace que los ritmos de vida comunitaria no puedan llevar la misma regularidad que tienen los benedictinos en sus monasterios... Pero las discusiones y las conversaciones que se suscitan entre nosotros alrededor de todo tipo de temas, cuenta con los aportes de cada uno.
La motivación y el impulso que recibe un joven al que se le confía prepararse responsablemente en un área del conocimiento, es impresionante. Cada uno empieza a sentir que su 'misión' se va concretando y se va encarnando. Cada uno de ellos es una presencia viva y explícita de la Iglesia y de la Compañía en las facultades civiles más variadas; algunos son más lanzados para formar un grupo de cristianos entre los ingenieros; otros son más tímidos y se mueven menos de lo deseado entre sus compañeros y compañeras. Pero ciertamente cada uno está convencido de que la Compañía lo necesita muy bien preparado en su campo y se siente también disponible para prestar un servicio en cualquier otra labor.
Los que se dedican a la filosofía lo hacen con buena conciencia y aprovechan todo lo que pueden. Hay algunos más 'encarretados' con ello y otros que la toman como una buena base para hacer una teología inteligente. Lo cierto es que la diversidad es una riqueza incuestionable.
Sobre las actividades pastorales y otras labores no académicas que desarrollan los jóvenes jesuitas durante sus formación
Cada uno de los jóvenes estudiantes recibe del superior una misión a comienzos de curso. Generalmente responde a las necesidades en el proceso vital y religioso del sujeto. No se conforman equipos apostólicos como en nuestra provincia, sino que los jóvenes se incorporan a un equipo real que ya existe en el lugar de trabajo: un colegio de la Compañía, un grupo juvenil de la pastoral de una parroquia de la Compañía o del clero, un centro de atención a enfermos de sida, un colectivo que visita cárceles, una comunidad de vida cristiana, un grupo que trabaja con drogodependientes o una institución que ofrece educación informal para jóvenes con riesgos delincuenciales.
Los jóvenes se insertan, pues, en equipos de trabajo que tienen su propia dinámica y que les ofrece una labor sencilla y concreta que debe ser planificada y evaluada en común. Normalmente dedican una tarde o una mañana a la semana en la actividad y tienen alguna otra reunión con el equipo correspondiente.
Estos destinos se comentan antes en los equipos de cada una de las comunidades y se reciben los comentarios de los demás compañeros. A algunos se les recomienda una labor evangelizadora más explícita o un contacto mayor con alguna obra de la Compañía; a otros se les invita a tener un contacto más directo con las situaciones de pobreza. En la primera etapa del postnoviciado se insiste más en la relación con las obras de la Compañía y en una labor pastoral, mientras que en la etapa intermedia se busca un trabajo de mayor cercanía al 'cuarto mundo' o de marginación; pero todo está abierto a las necesidades y procesos personales.
Los tiempos de verano (julio y agosto) son momentos de trabajo más intensos para algunos. Se va durante tiempos más largos participar en campamentos de trabajo o de formación con alumnos de nuestros colegios o a otras actividades pastorales que se planifican centralizadamente en toda la provincia. Otros dedican un poco más de tiempo al estudio de lenguas en el exterior, respondiendo a las necesidades y a la situación de cada uno.
Sobre los órganos de comunicación supracomunitarios que tienen establecidos los jóvenes jesuitas
Habría como tres niveles de comunicación supracomunitarios que vale la pena señalar. Por un lado los escolares de cada una de las provincias se reúnen una o dos veces al año para discutir problemas que les interesan y para intercambiar las distintas experiencias que van teniendo a nivel académico, comunitario, pastoral y espiritual. Estas reuniones generales, están preparadas por reuniones que aquí llaman 'verticales', es decir, en las que hay dos o tres miembros de cada una de las comunidades, desde el postnoviciado, hasta la teología. Se forman así cuatro o cinco pequeños grupos que buscan hora y lugar para encontrarse alrededor de un tema que ha sido fijado con anterioridad a través de una pequeña consulta. Todo esto es coordinado por un representante de cada una de las comunidades.
Un segundo nivel de comunicación sería el que se establece a través de un grupo de se llama 1.4.4. Una o dos veces al año se reúnen el provincial (1), los cuatro superiores de las casas de formación de Madrid (4), y un representante de los estudiantes de cada una de estas cuatro comunidades (4). De antemano se establece un orden del día, que se elabora con el aporte de los jóvenes y de los superiores. Hay un intercambio muy enriquecedor y en el que se discuten temas de mucho interés para todos. Las conclusiones de estas reuniones, que casi nunca son de tipo práctico, se comentan luego a nivel informal en las distintas comunidades.
Un tercer nivel sería el que se establece a través de la reunión de los escolares europeos. Cada provincia nombra anualmente un delegado para asistir a estas reuniones. Son momentos de un intercambio muy valioso. Normalmente tienen juntos los ejercicios espirituales y tratan algún tema que ha sido propuesto desde el año anterior y que el delegado de cada provincia ha debido preparar a través de consultas informales con los demás estudiantes de su provincia.
Este tipo de comunicaciones a varios niveles ayuda a que los jóvenes puedan ir manifestando sus inquietudes y al mismo tiempo recibiendo reflejos de otros ambientes a los propios; es muy enriquecedor el intercambio con los formadores y con el provincial, lo mismo que ir aprendiendo de las otras etapas de la formación de una manera regular y de los procesos que se viven en otras provincias.
Sobre el contacto que tienen los jóvenes jesuitas con otras provincias de la Compañía a lo largo de su formación
Como ya decía en el capítulo anterior, un escolar distinto viaja cada año al encuentro de escolares europeos; no todos pueden pasar por esta experiencia, pero ciertamente el número de los que se enriquecen con estos encuentros es bastante alto a lo largo de todo el proceso.
Otra manera de entrar en contacto con otras provincias de la Compañía es aprovechando el tiempo del verano para hacer estudios de idiomas. Muchos de los estudiantes consiguen trabajo en parroquias o casas de formación de la Compañía en Inglaterra, Irlanda, Alemania o Francia. Con algunas horas de trabajo en una biblioteca, en el mantenimiento de los jardines o en los oficios humildes de las comunidades jesuíticas, logran ganarse el hospedaje y la comida. Pagan un curso de idiomas y sobre todo practican lo más posible la lengua que están interesados en aprender.
No siempre es fácil conseguir estos intercambios, pero ciertamente muchos buscan y aprovechan estas posibilidades que ofrece un continente lleno de lenguas distintas con distancias no muy largas.
España es un país buscado por muchos latinoamericanos para hacer sus estudios especiales en distintas ramas. Esta fuerte afluencia de jesuitas de otros países es acogido con mucho gusto por las comunidades, aunque el nivel de peticiones sigue subiendo y ya las comunidades casi no dan abasto recibiendo gente. En concreto es muy interesante la experiencia del teologado, donde conviven jesuitas de siete provincias distintas; el año pasado había un coreano, un zaireño (República Democrática del Congo desde hace poco), un argentino, dos peruanos, un portorriqueño, un mexicano y el resto españoles.
Esta acogida de extranjeros es una gran riqueza para los estudiantes de estas provincias y les permite ir creciendo en una conciencia cada vez más universal. De todos modos hay que tener en cuenta que se trata de comunidades pequeñas y con una identidad muy definida y una línea de formación mantenida muy claramente. Es decir, no se trata de colegios internacionales en los que nadie es anfitrión y cada uno vive como está acostumbrado a vivir en sus provincias. Aquí se ofrece un estilo muy concreto de formación y se procura que el número de españoles sea siempre mayor que el número de extranjeros, de modo que el ritmo esté marcado por la provincia anfitriona y no se haga una Babel en la que cada uno habla en su propia lengua y nadie llega a entenderse.
Sobre otros elementos que me llaman la atención del estilo de vida de las comunidades de formación en estas tierras
Quiero resaltar algunos elementos muy simples, pero también muy significativos. Las comunidades de formación (que están formadas por grupos entre 10 y 17 personas) no tienen más que una empleada que se ocupa fundamentalmente de la cocina y del aseo de algunos sitios comunes. El resto de las labores domésticas es asumido por los jóvenes y sus formadores. Lavar la ropa, hacer aseo de baños y habitaciones, hacer mercado, arreglar daños pequeños y otros oficios comunes son asumidos como parte de la vida ordinaria de los estudiantes.
No voy a decir que siempre he visto cumplidos estos trabajos de una manera ejemplar; hay que ver algunos que dejan que en sus cuartos crezca la maleza o que les cuesta lavar los baños. Pero poco a poco se va creciendo en un compromiso de servicio sencillo, como parte de la vivencia del voto de pobreza que han asumido con libertad y alegría.
El uso de los carros (hay dos o tres en cada comunidad) es bastante democrático; exceptuando algún superior que usa de una manera más exclusiva el suyo por motivos apostólicos, se entiende, las otras comunidades tienen una lista pública en la que cada uno apunta las horas en que necesita determinado vehículo. Normalmente por las mañanas se dedica el carro para transportar a los jóvenes a la universidad, pero por las tardes se utilizan según la discreción de cada uno. Evidentemente tiene prioridad el uso comunitario sobre el uso particular, pero normalmente se dialoga y se busca que este servicio sea utilizado por todos. Frecuentemente se estimula la utilización de los medios de transporte públicos.
En la perspectiva de la libertad responsable, hay que añadir que en la casas no hay nada bajo llave; ni los cuartos, ni el dinero, ni las despensas, ni los licores... Todo está a la mano del que lo quiera tomar y se supone, en mi opinión con mucha razón, que lo que forma en la responsabilidad no es la habilidad del que 'controla' desde fuera, del que fiscaliza, del interventor que no permite que nada se mueva sin su consentimiento, sino en la libertad que se recibe y se asume con una madurez cada vez mayor.
Sobre algunas preguntas e inquietudes que me deja este estilo de formación. Más orientadas a los formadores y estudiantes de las provincias ibéricas
Una primera pregunta que aparece en mi al reconsiderar todo el proceso, que en líneas generales me parece bastante acertado, es si hay una coherencia suficiente entre la etapa del noviciado y el resto de la formación. El golpe que se recibe en el postnoviciado es demasiado fuerte; podría prepararse un poco más a los estudiantes, desde el noviciado, para el uso de la libertad responsable que se van a encontrar después.
En esta misma línea, pero con menos posibilidad de solución, por ahora, es la incoherencia que se puede percibir entre este proceso y lo que los jóvenes jesuitas se van a encontrar al terminar su formación. Las comunidades apostólicas tienen un ritmo y una manera de funcionar que se parecen muy poco a lo que se ofrece en este proceso de formación. Parecería evidente que lo que tiene que ir cambiando no es la formación sino las comunidades de padres y hermanos mayores; pero esto, se sabe, es bien difícil. Y los jóvenes que llegan a estas comunidades muy pronto pueden llegar a asumir una manera de ser jesuita que tenga poco que ver con lo que recibieron en su formación. Una luz de solución se la he oído al provincial de Toledo, cuando habla de su interés por ir creando algunas comunidades que sirvan de puente. De hecho, ya hay varias comunidades que se van acercando a este modelo, sin que se conviertan, Dios nos libre, en comunidades de formación.
Un elemento que me crea dificultad en este modelo de formación que he ido describiendo, es la superposición de las funciones de superior y acompañante espiritual. Y más aún, la centralización de todas las funciones en un solo sujeto. Ciertamente se trata de una manera de proceder que busca la progresiva unificación en el proceso de maduración de las personas. Sin embargo, creo que la distinción, entre el superior y el 'espiritual' (exceptuando el caso del maestro de novicios, por lo menos en la Compañía) recomendada por Iglesia, san Ignacio y la práctica centenaria de la Compañía, es sabia y tiene sus motivaciones. Son funciones distintas y debe aprender a distinguirlas.
Una cosa es que el superior deba estar enterado de todo (cuenta de conciencia) y llevar el proceso de formación de los sujetos en todas sus dimensiones, y otra es pensar que eso lo hace ya un buen acompañante espiritual. El acompañamiento espiritual es para otra cosa. El joven religioso necesita quién le escuche sus desahogos, necesita hablar de sus prácticas espirituales no en términos de 'disciplina religiosa', sino en términos de experiencia de Dios.
Qué duda cabe de que el superior, en un caso determinado, pueda también servir de acompañante espiritual para uno u otro individuo; pero esto no puede generalizarse. Debería ofrecerse el acompañamiento espiritual de otro sacerdote o hermano de la misma comunidad, sin dejar por ello de referir todo el proceso de formación al superior.
Y aquí entraría una inquietud más: La formación está demasiado centralizada alrededor de un superior que termina siendo el único referente, por lo menos oficialmente, de los jóvenes en formación. Me parece que tener equipos de formación, en los que los otros padres o hermanos (cabestros) tengan una palabra significativa, puede ser muy positivo. Servirían de consulta del superior, no para casos de conciencia, pero sí para situaciones en las que varias personas puede ver más que una y aportar su visión de las cosas, de modo las decisiones del superior estén más matizadas y tomen en cuenta la complejidad de determinadas situaciones.
Otro elemento un poco problemático, por lo menos, es el hecho de que se recurra con demasiada facilidad a la terapia psicológica como forma de crecimiento personal. Las normas de la Iglesia y de la Compañía recomiendan esta práctica para casos muy determinados y más motivada por la petición del individuo en cuestión que por recomendación o exigencia de la Institución. No hay duda de que en ciertos casos puede considerarse necesaria una terapia psicológica; pero no debe dársele todo el peso del crecimiento de la persona, sin recurrir antes a otros caminos posibles.
Una última inquietud frente al modelo de formación que he descrito, es el hecho de que entre los escolares, y a veces también entre los mismos formadores, se crea una exagerada aversión a la norma; todo lo que no sea 'espontáneo' o 'libre' puede interpretarse como coerción y represión. Las comunidades, por su propia naturaleza, van creando normas de convivencia y de funcionamiento; normas que, evidentemente deben ser siempre revisadas y discernidas de acuerdo a los tiempos, lugares y personas. Pero hay normas que hay que tener para que la comunidad tenga un funcionamiento mínimo.
Encuentro a veces una alergia ante todo lo que no sea fruto de la 'interior ley de la caridad y amor que el Espíritu Santo escribe e imprime en los corazones'. Sin embargo, ésta a veces no basta. San Ignacio mismo, que creía absolutamente en esta primera y principal ley interior, vio la necesidad de escribir, no solo constituciones, sino muchas normas de funcionamiento práctico. Otra cosa es que se fueron eternizando y dejaron de ser revisadas y actualizadas cada cierto tiempo. Ni los superiores, ni las mismas comunidades de formación, deben tener miedo a lo que sea necesario declarar como norma general. Lo que sí se debe hacer es revisar frecuentemente estos acuerdos mutuos para que no dejen de ser alimentadas por el único Espíritu que nos mueve.
Sobre algunas preguntas e inquietudes que me deja este estilo de formación. Más orientadas a los formadores y estudiantes de mi provincia
Una vez terminado esta descripción, quisiera recoger algunas conclusiones que me suscita esta experiencia, frente a lo que he recibido como formación y sobre lo que se hace en nuestra provincia colombiana. No son dogmas de fe, sino aproximaciones para discutir.
Contemplando este proceso de formación que he conocido en estas provincia ibéricas, llego a la conclusión de que el elemento básico de este esquema es bastante simple: los que entran en la Compañía, son adultos que vienen con libertad a responder a una llamada de Dios. A este respecto, he oído decir en mi provincia que el proceso de maduración de los jóvenes se detiene durante el proceso de formación, y que la adolescencia se prolonga más allá del tiempo normal. Pero este supuesto que fundamenta una práctica controladora de la formación de los NN. no se yo si es causa o consecuencia. Mi impresión, después de haber estado fuera de mi país durante cuatro años es que un estilo de formación para adultos, hace que la respuesta de la gente sea de adultos. Mientras que un esquema de formación para 'eternos adolescentes', aunque tengan una carrera terminada y ya vayan llegando a los treinta, produce una respuesta adolescente, en la que se busca aprender a evadir los controles externos, a jugar doble, a tener 'agendas ocultas'.
Nuestros antepasados indígenas fueron maltratados y oprimidos por un pueblo que era inmensamente superior en fuerza y en armas. Los que pudieron sobrevivir fueron, no los que se enfrentaron con la fuerza, sino los que se sometieron a los invasores y aprendieron a evadir la presión externa; sólo así lograron mantener algunas de sus tradiciones ocultándolas y viviéndolas sin ser notados; incluso, algunos las supieron disfrazar con la forma externa de las tradiciones religiosas que llegaban de fuera. Uno de los frutos de esta forma de proceder fue el sincretismo religioso que todavía hoy se vive en muchos sitios. Y la raíz de donde brota esta actitud, algunos la llaman 'malicia indígena'.
Este último comentario viene a propósito de la forma de proceder de algunos formadores y de sus respectivos formandos entre los nativos de nuestras tierras. El refrán popular dice: 'hecha la ley, hecha la trampa'. Y la realidad es que entre más leyes y normas se impongan, más trampas de aprenden. Algunas veces aparecerá el enfrentamiento directo; pero los hijos de nuestras tierras saben, por saber popular colectivo y tal vez inconsciente, que enfrentarse con el que tiene más fuerza y poder es inútil; que si se quiere sobrevivir en un determinado ámbito social, hay que aprender a sacarle el quite al ataque y mostrar la cabeza gacha, pero sin perder ni la razón, ni la dignidad. La malicia indígena, por lo general, no discute ni enfrenta la ley que le viene de fuera, pero apenas puede, se la brinca...
Evidentemente, este esquema de respuesta social ayuda a explicar parte de la situación que a veces vivimos. Puede ser un poco caricaturesco lo que estoy exponiendo, pero me parece que ayuda a entender un poco la realidad. Este esquema no tiene cuándo acabar. Es un círculo vicioso del que es importante salir y ayudar a salir a los que caigan en él. Cuantas más leyes, más 'casuística' y ésta a su vez, va exigiendo que la ley sea más precisa cada vez.
Otro elemento que añadiría yo sería el gregarismo que se crea en los grupos humanos que se van separando y distinguiendo entre 'opresores' y 'oprimidos', 'amos' y 'esclavos', 'poderosos' y 'débiles', 'invasores' e 'invadidos', 'los de arriba' y 'los de abajo'; este no es el modelo que nos propone la Compañía de Jesús, ni la Iglesia. Pero no veo otra forma de explicar lo que yo llamaría el 'encubrimiento' mutuo que aparece entre los formandos, para defenderse de la normatividad impuesta por los formadores. Descubro entre los jóvenes jesuitas españoles el deseo de ayudarse y corregirse mutuamente para crecer. Todos se sienten responsables de todos y se ayudan con su estímulo, pero también con sus mutuas correcciones fraternas y llamadas de atención.
Señalaba más arriba que había una incoherencia entre el modelo del noviciado y el resto del proceso de formación en el esquema que he descrito. Igualmente se descubre otro bache entre las etapas de formación y la vida de las comunidades adultas de la Compañía. En el caso colombiano, y espero no exagerar, creo que la formación en su conjunto es bastante coherente y organizada; el vacío mayor se da en el paso a la vida apostólica o cuando se sale a hacer estudios fuera del país. el golpe de la libertad responsable, que aquí se dan en los comienzos de la formación, allí se reserva para los que terminan su formación. Desde luego las situaciones personales varían, pero en términos generales se puede decir que se recibe el título de 'adulto' en la Compañía cuando se termina el proceso de formación y no antes. Hasta la etapa de teología se mantiene un estricto control externo y se descuida la formación de actitudes interiores de respuesta responsable y libre a la vocación que el Señor nos ha regalado.
Evidentemente esto que he llamado 'control' no es más que una serie de estructuras que pretenden 'ayudar' al formando en su crecimiento gradual y progresivo. Pero igual que las madres sobreprotectoras son pésimas ayudas para el crecimiento de los niños, los formadores sobreprotectores y los esquemas de formación sobreprotectores ayudan poco a la maduración de sus hijos. Hay que permitir que las personas se den sus golpes por su propia cuenta y se recuperen de ellos, cuando los golpes que se pueden dar todavía permiten solucionar las cosas con algunos puntos de sutura o un poco de hielo y agua fría. Pero los golpes que se suelen dar los que ya están creciditos y mayorcitos, suelen ser golpes que necesitan del quirófano, cuando no son golpes mortales que no dejan espacio para una segunda oportunidad.
Como anotábamos más arriba, no se trata de estimular una vida totalmente deshecha de cualquier normativa; las normas son necesarias e importantes en el camino comunitario y de formación. Por otra parte, es claro que la Compañía tiene una propuesta, un estilo de vida, un modo nuestro de proceder que no va a negociar con nadie. Pero en lo que toca al funcionamiento ordinario de las comunidades y de los individuos, es fundamental un camino recorrido en común, que vaya llegando a normas que respondan a las realidades reconocidas por todos y al crecimiento de todos en el Espíritu de la Compañía. Estas normas y estructuras es importante revisarlas y discernirlas en común constantemente, para que no se hagan letra muerta que no ayuda a vivir al Espíritu entre nosotros.
El modelo que he descubierto durante este tiempo y que he tratado de describir, incluso con sus vacíos, en estas crónicas, apunta hacia la plena libertad de los hijos de Dios y la total responsabilidad por parte de cada uno de los jóvenes jesuitas en formación. Quisiera terminar con una frase del padre Kolvenbach que me parece que no nos hemos tomado lo suficientemente en serio. Dice él en su Instrucción sobre la formación desde el noviciado hasta el magisterio, del 28 de diciembre de 1988, que el documento está dirigido fundamentalmente a los formadores...
"Pero sería un error que, por ello, se olvidase o relegase a un segundo plano la responsabilidad de los mismos jesuitas jóvenes en la propia formación. Ellos, después de Dios, son los primeros responsables de ella. No se conseguirá nada duradero y decisivo, si ellos no se comprometen personalmente a tomar su propia responsabilidad en las diversas etapas de su formación".
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Madrid, octubre de 1997
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