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Cultura
pinolera
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Principales zonas folklóricas
Nicaragua es un país con gran tradición e idiosincrasia folklórica (tanto en sus aspectos artísticos como en el ámbito de sus supersticiones, leyendas, arte culinario, dichos y refranes, etc.), las cuales se manifiestan principalmente en las fiestas religiosas que se celebran en las ciudades nicas por todo el país; es posible apreciar también muestras de manifestaciones folklóricas en otro tipo de celebraciones no necesariamente religiosas, como por ejemplo fiestas propias de las ciudades o celebraciones por cambio de temporada como las que se celebran en Bluefields en el mes de Mayo. Las principales regiones donde se manifiesta y prácticamente "se siente" el folklore son: Masaya (capital del folklore nicaragüense), Diriamba, Granada, Nindirí, León y Bluefields (en estos casos la principal muestra del folklore es el artístico con sus bailes y cantos propios). Los otros aspectos folklóricos no pueden asignarse a ninguna región en particular, porque no son patrimonio exclusivo de región alguna, sino que pertenecen en común a prácticamente toda la nación.
Refranes y Dichos
Con "indios"
La imaginación popular enumera los seres y tipo de las fábulas, así: La Chancha Bruja, Los Micos Brujos, Las Ceguas, El Cadejo, Los Duendes y la Carretanagua. Chanchas y Micos Brujos, Ceguas Aseguran muchos que hay mujeres "que tienen la manía de ser brujas", que se transforman en Chanchas y Micos Brujos y en Ceguas. Todas estas mujeres poseen un guacal grande y blanco. A las once de la noche, hora en que los tunantes salen de las casas, las mujeres brujas se dan tres volantines para atrás y otras tres para adelante, echando el alma por la boca en el guacal. Vomitada el alma, quedan convertidas el ser brujo en que decidieron convertirse. El objetivo principal de estas transformaciones es el de ejercer venganzas o causar daño a hombres y mujeres por causa de celos, rivalidades, despechos o enemistades enconadas por motivos pasionales u otros. Como Micos Brujos se dedican a efectuar robos y raterías. Se trepan a los árboles, cortan las frutas y se las lanzan a la familia víctima. Se suben a los techos de las casas, saltan de un lugar a otro, bajan al patio o a la calle y arrojan piedras contra las puertas. Se introducen a la cocina y quiebran lo que encuentran y después corren rápidamente a colgarse de las ramas de algún árbol cercano, a balancearse burlescamente. Como Chanchas Brujas andan en las calles y caminos siempre al trote. Son chanchas de tamaño grande, negras y embadurnadas de lodo podrido. Apenas miran a la persona señalada, aligeran el trote y comienzan a gruñir fuertemente, con el gruñido con que se caracterizan cuando andan en celo. Ya cerca de la persona, la embisten furiosamente, le dan trompadas y mordiscos en las piernas. Esta trata de correr y si no lo hace a tiempo, la chancha bruja la derriba al suelo y la golpea hasta hacerla perder el conocimiento. Como Ceguas, quedan transformadas en mujeres jóvenes. Sus vestidos son de hojas de guarumo; sus cabelleras, que les llegan hasta la cintura, de cabuya; y sus dientes están recubiertos de cáscaras de plátano verde, de manera que cuando hablan se les oye la voz cavernosa y hueca. Una vez sorprendida la víctima por una
ó más ceguas, si este no anda prevenido con sus granos de
mostaza y oraciones protectoras, queda inmóvil, pierde la voz y
sus fuerzas y con frecuencia pierde todo lo que lleva encima. Las ceguas
lo golpean, lo aruñan, lo pellizcan, le desarreglan los cabellos,
le frotan la cara y los brazos, y lo tiran exámine al suelo y allí
lo dejan, retirándose a carcajadas.
I Estera una vez una viejita que tenía una sandilla. Sandillas grandes de tierra negra. Un día por ahí, se vieron Tío Coyote y Tío Conejo, y como estaba madurando el sandillal, se concertaron para merendárselo. Tío Conejo cuidaba un rato y Tío Coyote comía, y así, al revés. Pero la viejita que estaba encariñada con su campito de frutas todos los días renegaba: "¡Bandidos, ladrones, me las van a pagar!". El domingo la viejita al salir de misa se fue donde el Señor Obispo y le dijo: -¡Señor Obispo, le voy a mandar de regalo una gran sandillota, la más rica! Y el Señor Obispo la bendijo. Pero Tío Conejo estaba en el patio robándose unas lechugas y oyó a la viejita y ay nomás salió en carrera onde Tío Coyote: -Tío Coyote, vamos a hacerle una buena pasada a esta vieja renegona. Y se fueron hablando. A poquito llegó la viejita y ellos se escondieron detrás de unas matas. Y la viejita fue tanteando todas las sandillas, una por una: -¡Esta es la más hermosa! La voy a cuidar para el Señor Obispo y pa que estos bandidos ladrones de frutas no la vean la voy a poner bajo estas hojitas de plátano. Tío Conejo y Tío Coyote se estaban riendo y se volvían a ver. Y cuando se fue la viejita se fijaron donde estaba la sandilla y diario la iban a ver y la tanteaban. Bueno, pues; pasaron sus días y ya estaba bien madura la sandía. ¡Grande y hermosa, bien aseada! Y entonces Tío Conejo le abrió un hoyito y con la pata le fueron sacando y se fueron comiendo todo el corazón hasta que la dejaron vacía como calabazo. Y después se cagaron los dos dentro de la sandía y la volvieron a tapar dejándola a como estaba, bien disimulada. Al día siguiente llegó la viejita: -¡Qué buena sandilla! ¡Qué buen regalo para el Señor Obispo! Y fue a traer su rebozo y cortó la sandía y se fue ligerita donde el Señor Obispo. -¡Aquí le traigo este regalito, mi padrecito! -¡Muchas gracias, mijita, Dios te lo pague! Y cuando llegó la hora del almuerzo el Señor Obispo le dijo al Sacristán: -Andá traeme un cuchillo grande bien filoso, pues yo mismo quiero partir esta sandilla tan hermosa. Y ya se puso a partirla. Y pega el brinco. ¡Qué susto! ¡Estaba repleta de ñaña! -¡Buff, dijo el Obispo, y la aventó de un lado -¡Esta vieja puerca ahora verá! Y mandó al Sacristán que se la fuera a llamar. La viejita llegó muy alegre, corriendo. "Esto es que el Señor Obispo me quiere agradecer con algún regalo", pensaba. Pero en llegando, el Señor Obispo esta furioso y le dio una gran regañada y le enseñó la ñaña de la sandilla y le dijo que se iba a ir al infierno por irrespetuosa. Y se volvió triste. Y le iba echando maldiciones al que le hubiese hecho la trastada. -Me las paga el que sea, dijo. Y puso a la entrada de la huerta un muñeco de breya (brea). El Tío Conejo, que es fachento, llegó ese día al frutal y vio el muñeco que le cortaba el paso. -¿Ideay, hombré? ¡Quitate de ahí o te quito! Como el muñeco se quedó callado ay nomás le dio un trompón y se quedó pegada la mano en la breya. -¡Soltame o te pego!, le dijo Tío Conejo. Y como el muñeco se quedó callado le deja ir otro trompón y se pega de las dos manos. -¡Si no me soltás te pateo! Y le da una patada y se pega de las dos patas. Ya arrecho Tío Conejo porque estaba forcejeando para soltarse, dice otra vez: -Si no me soltás, bandido, te pego un panzaazo. ¡Y ónde le iba a responder el muñeco! Entonces -¡Pas!- le da con la barriga y se pega todito. En eso llega la vieja. -¡Ajá! ¡Con que vos sos, conejo bandido, el que me has hecho tantas carajadas! ¡Vas a ver! y cogió una red y lo encerró. Y Tío Conejo veía que la vieja prendía las brasas de la cocina y ponía a calentar el asador al fuego. Cuando en eso pasó por allí Tío Coyote. Entonces Tío Conejo apenas lo vio le dijo: ¡Adiós, Tío Coyote! ¡Venga para acá! Tío Coyote se le arrimó. -¿Qué estás haciendo encerrado ahí? -Pues estoy esperando una gallina que me están cocinando. ¿No quiere acompañarme? -Bueno, Tío Conejo. -Entre por aquí entonces, Tío Coyote, le dijo Tío Conejo. Y Tío Coyote por de fuera abrió la red y en lo que se iba metiendo, el conejo salió en carrera. Ya estaba llegando la vieja cuando eso. Y traía un gran asador bien caliente, rojo. -¡Ahora verá ese cagón si no me las paga todas! -Conque tenés tus mañas. ¡Velo al bandido!, ¡ya se hizo coyote! ¡Pero a mí nadie me engaña! Y le mete el asador entre el culo. ¡Nunca había brincado tanto Tío Coyote! Y sale disparado pegando gritos y dándose contra los palos. Y ahí bajo de una mata estaba viendo todo Tío Conejo, y cuando pasó chiflado Tío Coyote, Tío Conejo, muerto de risa, le gritaba: ¡Adiós Tío Coyote, culo quemado! ¡Adiós Tío Coyote, culo quemado!
II A pues otra vez, se encontraron Tío Coyote y Tío Conejo, a la orilla de un zapotal. -Vamos a comer zapotes, Tío Coyote, le dijo Tío Conejo. Pero Tío Coyote ya andaba roncero. Tenía hambre. Pero maliciaba del Tío Conejo. -¡Vamos, hombre! ¡Hay que ser resuelto, están toditos maduros y vea qué ricos! -¡Vamos pues!, le dijo al fin Tío Coyote. -Entonces como usté no puede subirse a los palos, se queda abajo, y yo me subo arriba y se los voy aventando. Y así fue: Tío Conejo ligerito se encaramó a un zapote bien cargado. Allí cortó los más maduros y se los comió. -Ahora le toca, Tío Coyote. ¡Abra la boca que ahí le va uno bien maduro! Y en diciendo eso cortó un zapote celeque, bien duro de tan verde y se lo voló. El Tío Coyote, creído, abrió la bocota esperándolo suave y madurito. y ¡pás! le cayó pesado y le quebró toditos los dientes. ¡Qué carrera otra vez la del Tío Coyote, con todo el hocico golpeado y sin dientes! Y Tío Conejo, muerto de risa, le gritaba desde arriba del palo: -¡Adiós Tío Coyote, dientes quebrados, culo quemado! ¡Adiós Tío Coyote, dientes quebrados, culo quemado!
Sobrenombres de Ciudades El nicaragüense demuestra el cariño a sus ciudades de diferentes maneras, una de ellas, poniéndoles motes, apodos o sobrenombres, que denotan su principal actividad comercial, gustos de sus habitantes o el ambiente que las caracteriza o del que forman parte. |
Ultima revisión: Jueves, 03 de Octubre de 2002 09:18:33 p.m.