BUSCANDO EN EL MAR
Los Vigías, como tantos otros profesionales, nos preguntamos por el producto final de nuestro trabajo.
Un trabajo alienado si resultase que nos separásemos de nuestros avistamientos y no mantuviésemos el cordón umbilical del diálogo y el beneficio de su reciprocidad. Nuestros medios son las retinas y la memoria. El examen de Vigías se convierte en una valoración adicional, pero decisiva, para muchos, de una "mercancía" llamada atalayero. Gracias a la división de pareceres entre quienes ejecutan dicha valoración sobre la base de una prueba (control de calidad) de nuestras capacidades de visualización y de interpretación, y aquellos que a diario analizamos la capacidad de penetración intelectual y otras destrezas de desarrollo frente a los avistamientos.
Pero como todo en esta sociedad, debemos superar "pruebas" y enfrentarnos a "selecciones naturales" como las de Darwin, al objeto de ocupar el lugar "productivo" que mejor se acomode a nuestro perfil auscultador.
Las herramientas intelectuales de las que disponemos tienen diferentes características.
¿Qué tal tu intuición intelectual?
¿Cómo anda tu capacidad abstractiva?
¿Y tu sintetizador cognoscitivo?
La "fábrica" educativa te suministra los "medios de trabajo", y tú como un centinela, te afanas con las materias primas de la ALERTA.
Pero la vida espera por los muros blindados de la fábrica, con sus fábulas y creaciones. También tú, pequeño vigía, te incorporarás al mercado del trabajo y resistirás a los escupitajos ideológicos de quienes ordenan en nuestras incapacidades.
La prueba te la haces tú mismo con tus decisiones en el ancho mar de la placidez o en el río revuelto de las relaciones.
Tu vida es un proceso que camina muy rápido junto a la lentitud del desarrollo social. Los acontecimientos se disparan y pronto pasarás página y descorcharás aplausos y bostezos por tu salto cualitativo al incierto futuro que retorna en la bruma.
El Vigía.