ARPIAS (HARPIAS): Eran hijas según se decía, de Taumante y la oceánide Electra o de Tifón y Equidna (incluso se les atribuyen como padres a Neptuno y la Tierra). Monstruos fabulosos, eran representados como seres alados con rostro de mujer, cuerpo de pájaro, garras en las manos y en los pies y a veces con orejas de oso. Personificaban la rapiña, el hambre y los vientos tempestuosos que todo lo arrastran. Eran dos: Aelo (Borrasca, la del raudo vuelo, también conocida con el nombre de Nicótoe), y Ocípete (de raudas alas, la de la tremenda furia), pero los romanos añadieron una tercera: Celeno (Oscura, la más malvada de todas). A veces se mencionan también un par más: Ziela (Tempestad) y Podarge. Se las menciona principalmente en la leyenda de los Argonautas. Aparecen en la misma, como perseguidoras del rey adivino ciego Fineo, cuya mesa solían ensuciar y saquear. Dos de los argonautas, Kaleis (Calais) y Zetes las persiguieron hasta su reino, en las islas Estrofades. Hermes acudió en su ayuda, prohibiendo la muerte de las arpías puesto que eran servidoras de Zeus. Según cuenta la Eneida, Eneas encontró a Celeno que les hizo una profecía. Se decía de las arpías que uniéndose al dios del viento, Céfiro, engendraron a Janto y Balio (los rápidos caballos alados de Aquiles) y Flógeo y Hárpago, caballos de los Dióscuros (Cástor y Pólux). Las arpías raptaban niños y las almas de los muertos y pertenecen a la generación divina preolímpica.

1