FAMILIA MARISTA

por el H.Aureliano Brambila de la Mora

Hablar de familia es hablar de raíces, de patrimonio, de historia. Nada más alejado de este concepto que la generación espontánea, o la autogestación.

Hablar de familia en el contexto de Iglesia es aludir a toda esa trama de nexos espirituales que nos hacen miembros de la familia de Dios.

Hablar de familia religiosa para referirse a la vida comunitaria, engendrada por la vivencia compartida de la profesión de los consejos evangélicos dentro de un mismo carisma, es común en Vaticano II y en los textos de constituciones aprobados por la Santa Sede.

Así por ejemplo, con los Hermanos Maristas:

Art. 6: “Al llamarnos Hermanos, afirmamos que pertenecemos a una familia unida por el amor de Cristo.”

Art. 8,1: “El Instituto, del que nos hacemos miembros mediante la profesión religiosa, está integrado por Hermanos profesos temporales y perpetuos. Hermanos de una misma familia, estamos unidos por la caridad y la obediencia a las Constituciones.”

Art. 8,2: “Los novicios, que inician su vida en el Instituto, participan de los bienes espirituales de nuestra familia religiosa.”

Y eso nos sólo desde una nomenclatura jurídica, sino desde una realidad existencial. Supone cariño, amor, dedicación:

Art. 9: “Formamos comunidad en torno a María, nuestra buena Madre, como miembros que somos de su familia.”

Art. 49: “El Padre Champagnat hizo de la comunidad de los primeros discípulos una verdadera familia.”

Art. 49.3: “Expresamos nuestro sentido de fraternidad en las fiestas de familia: celebraciones jubilares, cumpleaños, encuentros provinciales...”

Art. 164.3: “Leemos en comunidad o en privado las publicaciones y documentos del Instituto, especialmente las circulares de los Superiores. Esta lectura nos permite conocer mejor nuestra familia religiosa y amarla más.”

Art. 170: “Llegados a la edad en que percibimos mejor la armonía entre nuestra vocación personal y nuestra pertenencia a la familia religiosa que nos ha nutrido de su propia vida, podemos, cuando el Espíritu Santo nos lo inspire, solicitar emitir el voto de estabilidad.”

Hablar de familia marista es hablar de algo íntimamente relacionado con el proyecto original de la Sociedad de María.

Efectivamente en la Sociedad de María, se ha establecido una fiesta patronal, el 12 de septiembre, que celebra la FAMILIA MARISTA. Esta familia está constituida por las ramas de los inicios: los Padres Maristas, los Hermanos Maristas, las Hermanas Maristas (de la Madre Chavoin) y las Hermanas Misioneras Maristas (de la Madre Perroton) y la Tercera Orden o Fraternidad Marista (de seglares y sacerdotes).

La prioridad del tronco sobre las ramas es evidente en la mentalidad de Marcelino:

“La Sociedad de los Hermanos no puede positivamente ser mirada como la obra de María, sino solamente como una rama posterior a la misma sociedad.” (Carta del P. Champagnat al Pbro. Simon Cattet, V.G., Lyon, 1828-12-18; PS 011)

“El mismo espíritu e idéntico amor os unan a ellos [Padres Maristas], como ramas de un solo tronco. como hijos de una sola familia unidos a su bondadosa madre, para nosotros la divina Mana. Puesto que el Superior General de los Padres lo es también de la rama de los Hermanos, ha de ser el centro de unión de unos y otros. `[...] Su espíritu es el mío, su voluntad la mía. Considero que esta perfecta armonía y esta sumisión total constituyen la base y soporte de la Sociedad de los Hermanos de María.” (Testamento Espiritual del P. Champagnat)

Todo ello quedó plasmado en este artículo de las Constituciones vigentes:

“Conforme al deseo del Fundador, nuestra caridad se extiende a todos los demás Institutos. No obstante, hay lazos peculiares que nos unen a las demás familias nacidas de la Sociedad de María, con las cuales queremos irradiar en la Iglesia el espíritu de María que nos es común.” (Constituciones de los Hermanos Maristas, Art. 10)

La espiritualidad marista en el mundo seglar entusiasmaba a Marcelino:

“La idea de la tercera orden del P. Colin me agrada mucho. Creo que, tal como su Excelencia la tiene planeada, tendrá éxito.” (Carta del P. Champagnat a Mons. Alejandro Raimundo Devie, Obispo de Belley, Ain, 1833-07; PS 028).

Hablar de familia marista es también referirse a algo hacia el interior de cada una de las ramas de la Sociedad. En nuestros documentos de formación, en circulares, en el documento mariano... se venía nombrando, como sinónimo de nuestra familia religiosa :“nuestra familia marista”.

Cuando en el Capítulo General de los Hermanos Maristas (1985), se aprobaba el Artículo 164.4 de las Constituciones, aparecía la expresión “Familia Marista” con una nueva connotación.

“La Familia Marista, prolongación de nuestro Instituto, es un movimiento formado por personas que se sienten atraídas por la espiritualidad de Marcelino Champagnat. Los miembros de este movimiento -afiliados, jóvenes, padres, colaboradores, antiguos alumnos, amigos asimilan el espíritu del Fundador para poder vivirlo e irradiarlo. El Instituto anima y coordina, mediante estructuras apropiadas, las actividades del movimiento.”

Consciente del empleo de un homónimo y para evitar confusiones el Consejo General de los Hermanos de inmediato ideó el rubro: “Movimiento Champagnat de la Familia Marista.” Este movimiento no es simplemente laical (pues los Hermanos Maristas también son laicales), sino principalmente seglar, aunque acepta sacerdotes en su seno. Está destinado a vivir la espiritualidad marista en una vertiente netamente secular. Subraya los valores de la secularidad.

Es la última flor nacida de un gran tronco. Efectivamente se alimenta de un gigantesco patrimonio. Inmediatamente proveniente de la rama de los Hermanos de Marcelino Champagnat (“su prolongación”) se conecta a un grupo mayor: la Sociedad de María. No parece aventurado decir que, precisamente por todas esas interdependencias, participa de la mística que invadía a los fundadores de “lo marista” en la Iglesia.

Para caer en la cuenta de la profunda inspiración que impulsaba a ese valeroso grupo de neo-sacerdotes, nada mejor que leer y meditar con atención la consagración a María que con gran seriedad hicieron en Fourvière, el 23 de julio de 1816, al día siguiente de su ordenación.

Sigue siendo inspiracional:

1).- Por su nomenclatura:

“Nosotros, los infrascritos, queriendo trabajar en la mayor gloria de Dios y de María, Madre de Nuestro Señor Jesucristo, afirmamos y manifestamos que tenemos sincera intención y firme voluntad de consagrarnos, cuando llegue el momento oportuno, a la fundación de la piísima congregación de los Maristas.”

2).- Por su marialidad:

“Nos comprometemos irrevocablemente a consagrar nuestras personas y cuanto tenemos, en cuanto nos sea posible, a la Sociedad de la bienaventurada Virgen María.”

3).- Por su cristocentrismo y fidelidad a la Iglesia:

“Aceptamos todos los sacrificios, trabajos y sufrimientos y, hasta si fuera preciso, los mayores tormentos, confiados en aquel que nos conforta, Nuestro Señor Jesucristo, al cual prometemos fidelidad en el seno de nuestra Madre, la santa Iglesia católica y romana.”

4).- Por su respeto y amor al Sumo Pontífice:

“Nos sometemos con todas nuestras fuerzas al santísimo jefe de la misma Iglesia, el romano Pontífice, y también a nuestro reverendísimo obispo ordinario, para que, alimentados por la palabra de la fe y la sana doctrina que por la gracia hemos recibido, seamos dignos ministros de Jesucristo.”

5).- Por su respeto y cooperación con la autoridad legítima:

“Con la confianza de que bajo el pacífico y religioso gobierno de nuestro cristianísmo rey, se desarrolle esta excelente institución,”

6).- Por su ardiente empeño apostólico:

“Prometemos solemnemente que ofrecemos nuestras personas y cuanto nos pertenece para salvar las almas por todos los medios posibles, en el nombre augustísimo de la Virgen María y bajo su protección. Salvo, no obstante, el juicio de los superiores. ¡Alabada sea la santa e inmaculada Concepción de la bienaventurada Virgen María! Así sea.”

Así pues, cuando se habla del Movimiento Champagnat de la Familia Marista se está haciendo referencia a algo que hunde sus raíces en un humus de inmensa riqueza, realmente insospechada. Se trata de una auténtica puntita de iceberg. Es una nueva luminaria que brilla esplendorosa, conectada a una gran red. Una realidad, suscitada por el Espíritu Santo, destinada a alimentarse del patrimonio espiritual marista y a enriquecerlo a su vez.

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