SER DE DIOS PARA LOS DEMAS Y CON LOS DEMAS
por el H.Aureliano Brambila de la Mora
Habíamos dejado a Marcelino en el seminario de Verrières. Estuvo ahí desde 1805 hasta 1812. A partir de noviembre de 1813 lo encontramos en Lyon, la segunda ciudad más importante de Francia. Aquí está el Seminario Mayor de San Ireneo.
Esta ciudad de Lyon profesa una acendrada devoción a María. Es algo que le llega desde sus orígenes cristianos. En efecto, San Ireneo, uno de sus primeros obispos, era discípulo de San Policarpo, el cual lo había sido directamente de San Juan Evangelista.
En esta ciudad Marcelino va a pasar tres años. Los más importantes de su formación eclesiástica. Es aquí donde se ordenará de sacerdote y recibirá la misión de ir al pequeño poblado de La Valla, donde fundará nuestro Instituto de Hermanitos de María.
Durante el último año de su estancia en el Seminario Mayor se reunirá, por invitación de su compañero Juan Claudio Courveille, con un grupito de seminaristas que soñaban fundar una congregación dedicada a la Santísima Virgen y que estaría formada por sacerdotes, hermanos, hermanas y seglares, y que se llamará la Sociedad de María.
Hay una constante en la personalidad de Marcelino que merece nuestra atención. Si observamos con detenimiento la trayectoria de Marcelino notaremos en él una gran capacidad de asociarse para lograr fines. Hay un sentido de solidaridad, en parte innato y en parte adquirido. Veamos un poco:
Cuando era niño, recordemos que después de abandonar los estudios, se dedicó a criar corderitos. Lo habíamos mencionado en uno de los artículos anteriores : “El capitalito que en breve tiempo logró amasar demostrará su olfato para los negocios y su capacidad para la organización, pues hasta uno de sus hermanos entrará en sociedad con él.” En esta ocasión vemos que son otros quienes piden asociarse con él; en este caso concreto, su hermano. Y él lo acepta. Claro, siempre y cuando haga lo que él indique. En este primer caso Marcelino actúa como centro del grupo. Estamos en presencia de un egocentrismo bastante evidente.
Andando el tiempo, cuando entra en el seminario menor de Verrières, recordemos que en un segundo artículo, decíamos: “Marcelino, supera de cuatro años la edad media del grupo. Ingenio no le falta, ni habilidad para lo manual y lo práctico. Y, por su carácter franco y alegre, le gusta reír. Por otro lado, en el aula se ve en desventaja. Es fácil imaginarse lo que da esta combinación: fracaso en clase y acierto en los patios. Por una simple ley de compensación lo que se pierde por un lado se recupera por el otro. Pertenecer, pues, a la pandilla feliz le ofrece una oportunidad de autoestima.”
Vemos a un Marcelino se asocia con otros compañeros. Ahora, es él quien pide ingresar al grupo. Claro está que hay mucho de búsqueda de autoestima. Se trata de un esquema compensatorio. De ahí sacaba consuelo para su fracaso en los estudios, cierta autoestima, algo de popularidad.
Al inicio de este artículo habíamos dicho que cuando iba terminando su Seminario Mayor se asocia con algunos seminaristas que se reunían a menudo para animarse mutuamente a en la adquisición de las virtudes propias a un sacerdote. Hablaban también de sus planes apostólicos cuando estuvieran ya ejerciendo el ministerio.
En ese tercer caso de asociación, vemos que Marcelino se solidariza con sus compañeros aceptando la invitación que interpreta viene de lo alto, a través de mediaciones humanas. El ya no es el centro. Dios está al centro: se trata de hacer su voluntad.
Para caer en la cuenta de la seriedad que otorgaron a esa inspiración venida de lo alto ese valeroso grupo de neo-sacerdotes, que se unen para trabajar en el Reino de Dios, nada mejor que leer y meditar con atención la consagración a María que hicieron en Fourvière, el 23 de julio de 1816, al día siguiente de su ordenación. Podemos imaginar la entereza con que la pronunciaría nuestro Marcelino
1).- Su nombre:
“Nosotros, los infrascritos, queriendo trabajar en la mayor gloria de Dios y de María, Madre de Nuestro Señor Jesucristo, afirmamos y manifestamos que tenemos sincera intención y firme voluntad de consagrarnos, cuando llegue el momento oportuno, a la fundación de la piísima congregación de los Maristas.”
2).- Su marialidad:
“Nos comprometemos irrevocablemente a consagrar nuestras personas y cuanto tenemos, en cuanto nos sea posible, a la Sociedad de la bienaventurada Virgen María.”
3).- Su cristocentrismo y fidelidad a la Iglesia:
“Aceptamos todos los sacrificios, trabajos y sufrimientos y, hasta si fuera preciso, los mayores tormentos, confiados en aquel que nos conforta, Nuestro Señor Jesucristo, al cual prometemos fidelidad en el seno de nuestra Madre, la santa Iglesia católica y romana.”
4).- Su respeto y amor al Sumo Pontífice:
“Nos sometemos con todas nuestras fuerzas al santísimo jefe de la misma Iglesia, el romano Pontífice, y también a nuestro reverendísimo obispo ordinario, para que, alimentados por la palabra de la fe y la sana doctrina que por la gracia hemos recibido, seamos dignos ministros de Jesucristo.”
5).-Su respeto y cooperación con la autoridad legítima:
“Con la confianza de que bajo el pacífico y religioso gobierno de nuestro cristianísmo rey, se desarrolle esta excelente institución,”
6).-Su ardiente empeño apostólico:
“Prometemos solemnemente que ofrecemos nuestras personas y cuanto nos pertenece para salvar las almas por todos los medios posibles, en el nombre augustísimo de la Virgen María y bajo su protección. Salvo, no obstante, el juicio de los superiores. ¡Alabada sea la santa e inmaculada Concepción de la bienaventurada Virgen María! Así sea.”
Y sabemos lo bien que Marcelino cumplió su compromiso grupal. La fundación del Instituto de los Hermanitos de María lo atestigua.
¡Qué bonita evolución observamos en él en su tendencia a asociarse! Se trata de un mecanismo de solidaridad que se va descentrando del interés de su yo propio hacia el de los demás; y todo basado en su relación con Dios.
Es un hombre que sabe relacionarse no sólo en niveles de funcionalidad, también de tipo existencial: relaciones primarias. un hombre que sabe comprometerse usa el proyecto comunitario y lo complementa con el proyecto personal: Es un hombre comunitario.
Gracias a su sentido de equilibrio no se pierde en el gregarismo pues mantiene lo específico personal, con lo que enriquece al conjunto
Qué lección para nuestro egoísmo: “¡Yo, para mi, me, conmigo, autosuperación,!” .....
Ha caído en la cuenta de la función social de su carrera eclesiástica: está maduro para ejercer su ministerio.
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