«REGINA CAELI»: Meditación mariana del Romano Pontífice al final de la canonización, domingo 18 de abril

Tres santos de nuestro tiempo

El domingo 18 de abril, al final de la ceremonia de canonización de Marcelino José Benito Champagnat, Juan Calabria, y Agustina Livia Pietrantoni, Su Santidad dirigió a los presentes la meditación mariana que publicamos a continuación:

Al término de esta solemne celebración, os doy las gracias de corazón a todos vosotros, queridos fieles y peregrinos, que habéis venido para honrar a los nuevos santos que la Iglesia nos presenta como ejemplos para seguir e intercesores para invocar. Antes del habitual rezo del Regina caeli, deseo poner de relieve el amor tierno y filial que sintieron por la Virgen María.

Santa Agustina Livia Pietrantoni conservaba celosamente en el hospital una imagen de la Virgen: se dirigía a ella con fe y le encomendaba a los enfermos más difíciles y graves. «Amad, amad, amad a María», pedía a sus hijos san Juan Calabria, animándolos a «vivir» y «respirar» a María.

Al exhortaros a todos a imitar su ferviente devoción mariana, dirijo un saludo particular a los Pobres Siervos y a las Pobres Siervas de la Divina Providencia, y a las Hermanas de la Caridad de Santa Juana Antida Thouret.

Me alegra acogeros a vosotros, peregrinos que habéis venido para la canonización de Marcelino Champagnat, en particular a vosotros, obispos, sacerdotes, Hermanos Maristas y demás miembros de la familia marista; saludo también a los alumnos y ex alumnos. Que la Virgen María sea para todos nosotros «nuestro recurso ordinario», como solía decir con confianza el padre Champagnat. «Todo a Jesús por María; todo a María para Jesús»; que nuestra espiritualidad mariana se inspire en ese lema del nuevo santo, para que también nosotros avancemos diariamente, con humildad y fidelidad, por el camino de la santidad.

María, a quien invocamos como Reina de la paz durante estos días de gran preocupación por el conflicto en Yugoslavia, obtenga el valioso don de la paz sobre todo para esa amada tierra, tan atormentada. ¡Que la fuerza de la convivencia pacífica y del diálogo prevalezca sobre el atropello étnico y sobre la violencia de las armas!

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