PATRIMONIO ESPIRITUAL MARISTA
CEPAM/H. A.Brambila
ALOCUCION DE BENEDICTO XV
sobre el Padre Marcelino Champagnat
Luego, se adelanta, a su vez, el R. P. Luis Coperé, acompañándole eI R. P. Superior General de la Sociedad de María, y el R H. Diógenes, Superior General de los Hermanos Maristas, y lee en italiano un discurso obre la vida y virtudes del Venerable..
Terminado que hubo el R. P. Postulador, los Padres Maristas y Hermanos Maristas, que se hallaban en la parte reservada de la sala, besaron los pies y el anillo al Sumo Pontífice..
Luego, tomó El mismo la palabra, y con potente voz, dirigiéndose a toda la asistencia, pronunció la magistral homilía, cuya traducción sigue aquí: Alocución de Su Santidad Oportuna es la alusión que acaba de hacerse al Evangelio de la presente Domínica Repitiendo el argumento autorizadísimo del Divino Maestro: arbor bona fructus bonos facit...; non potest arbor mala bonos fructus fácere), y teniendo en cuenta la abundancia y la exquisitez de los frutos producidos por el Instituto de los Hermanos Maristas, se ha podido argüir rectamente que el Venerable Marcelino Champagnat, fundador de tal Instituto, mereció ser parangonado con un árbol bueno..
Pero esta misma alusión que acaba de hacerse a una parte de la lección evangélica de hoy, es para Nos invitación tácita a recordar asimismo las otras partes no aludidas--a fuer de extrañas a su objeto- por el autor del piadoso discurso ahora a Nos dirigido. Y. ¡oh maravilla!, las primeras palabras del Evangelio de hoy, atténdite a falsis prophetis», muestran de dónde sacó la inspiración para su obra; y no sin amoroso plan de la Divina Providencia, la Iglesia repite hoy estas palabras, para que, a la luz de las mismas, aparezcan más brillantes y más bellas las virtudes de Marcelino Champagnat, que Nuestro decreto de hoy proclama heroicas..
Basta, en efecto, evocar en nuestra mente los principios del siglo decimonono para reconocer que muchos falsos profetas habían aparecido en Francia, y desde allí se proponían extender por doquier la maléfica influencia de sus perversas doctrinas. Eran sedicentes profetas los reivindicadores de los derechos del pueblo, que preconizaban una era de libertad, de fraternidad, de igualdad..
¿Quién no los hubiera considerado como vestidos con piel de cordero, ain vestimentis óvium»? Mas la libertad por aquellos profetas preconizada abría la puerta, no al bien, sino al mal; la fraternidad por ellos predicada no saludaba a Dios como a Padre único de todos los hermanos, y la igualdad anunciada por los mismos no se apoyaba en la identidad de origen, ni en la común redención, ni en el mismo último fin de todos los hombres. Eran profetas que predicaban una igualdad destructora de la diferencia de clases querida por Dios en la sociedad; eran profetas que apellidaban hermanos a los hombres todos para quitar la idea de sujeción de unos a otros; eran profetas que proclamaban la libertad de hacer el mal, de llamar luz a la tinieblas, de confundir la mentira con la verdad, de preferir aquélla a ésta, de sacrificar al error y al vicio los derechos y las razones de la justicia y de la verdad..
No es difícil entender que esos profetas vestidos con la piel del cordero, intrínsecamente, esto es, en la realidad, habían de aparecer como lobos rapaces: aqui véniunt ad vos in vestimentis óvium, intrinsecus autem sunt lupi rapaces))..
Y no es maravilla si contra tales falsos profetas debía resonar una voz terrible: ¡;guardaos de ellos!)), «atténdite a falsis prophet* J..
Marcelino Champagnat oyó esa voz; entendió asimismo que no había sido pronunciada sólo para él, y pensó hacerse el eco de la misma cerca de los hijos del pueblo, a quienes veía más expuestos a caer víctimas de los principios del 89, con motivo de la propia inexperiencia y de la ignorancia de sus padres en materia de Religión.
Desde los años de su formación para la vida sacerdotal, Marcelino anhelaba la fundación de un Instituto que tuviese por fin propagar el Evangelio y dar educación cristiana a la juventud. Por esto, no sólo dio el nombre a la Sociedad de María, recién creada, sino que fue su miembro tan celoso, que bien podría llamársele su cofundador..
Creía él, sin embargo, que para catequizar a los niños serían más aptos los maestros no ligados por deberes sacerdotales; he aquí por qué se anticipó a la misma Sociedad de María, y, para preservar la fe de los Niños, especialmente de los que no habitan en ciudades populosas, instituyó la Congregación de los Hermanos Maristas. En el frontispicio de la primera casa del nuevo Instituto debería haberse puesto una inscripción que declarase a los extraños su finalidad; pero, ¿qué inscripción mejor adoptada que las palabras con que empieza el Evangelio de hoy: ((atténdite a falsis prophetis»? Lo cierto es que no ha dispuesto el Señor al acaso que el decreto sobre el heroísmo de las virtudes del Venerable Champagnat se publicara en la presente Domínica, la séptima después de Pentecostés, que en ella la Iglesia renueva el aviso de ponerse en guardia contra los falsos profetas. ¡ Oh !, la Madre amorosa quería que la lección de la cátedra fuese confirmada con la del ejemplo; y la coincidencia de la publicación del decreto proclamando heroicas las virtudes del Venerable Champagnat, ¿no aparece providencialmente dispuesta para indicar el origen de la obra salvadora llevada a cabo por el feligrés de la diócesis de Lyon en medio del mundo? «Atténdite a falsis prophetis)): he aquí las palabras que prácticamente repetía quien ansiaba detener la oleada de errores y vicios que, por obra y gracia de la Revolución francesa, amenazaba inundar la tierra. «Atténdite a falsis prophetis»: he aquí las palabras que explican la misión abrazada por Marcelino Champagnat; palabras que no han de relegarse al olvido por quien desee estudiar su vida..
No deja de tener interés la comprobación del hecho de que Marcelino Champagnat. nacido en 1789. fue destinado a combatir los principios que precisamente tomaron el nombre del año de su nacimiento y obtuvieron luego triste y dolorosa celebridad..
Para justificar su obra le hubiera bastado continuar la lectura del Evangelio de hoy, porque una simple ojeada a las llagas que los principios del 89 habían abierto en el seno de la sociedad civil y de la religiosa habían patentizado cómo aquellos principios contenían la suma de enseñanza de los falsos profetas: a frúctibus eorum cognoscetis eos)). Pero el fundador de los Hermanos Maristas pudo demostrar, también a la luz de ]a misma lección evangélica, que su obra es buena; pues si del árbol bueno no pueden salir frutos podridos y, viceversa, el malo no puede producirlos buenos, es evidente que los frutos buenos confirman la bondad de la planta que los produce: aomnis arbor bona, bonos fructus facit»..
Al incremento de las casas de Hermanos Maristas y a la óptima orientación de los jóvenes a ellas acogidos coadyuvó sin duda la Virgen Santísima, por medio de una imagen que apareció, y luego desapareció, y finalmente fue de nuevo hallada. Verdaderamente maravilloso fue aquel primer incremento, que se explica sólo por el incremento sucesivo, tan extraordinario también, que, antes del décimo lustro de su fundación, cinco mil religiosos del nuevo Instituto procuraban saludable instrucción a cien mil niños esparcidos por todas las regiones del orbe..
Si con profética luz hubiese adivinado el Venerable Champagnat un efecto tan admirable, se lamentara por ventura del excesivo número de niños que quedaban aún sumidos en las sombras de la muerte y en las tinieblas de la ignorancia, y deplorara no haber podido impedir mejor el nefasto desenvolvimiento de la perniciosa semilla esparcida por la Revolución francesa, si bien un sentimiento de honda gratitud a Dios por los bienes que producía su Congregación, le habría obligado a decir que, así como de los pésimos frutos de las enseñanzas de algunos profetas contemporáneos suyos se deducía su falsedad, así de los buenos frutos sazonados mediante su obra demostraban la bondad de ésta: aígitur ex frúctibus eorum cognoscetis eos».
El Evangelio de la presente Domínica continúa diciendo que toda planta que no produzca buenos frutos debe ser cortada y echada al fuego: aomnis arbor qua non facit fructus bonos excidetur et in ignem mittetur». La obra del Venerable Champagnat, gracias al admirable desenvolvimiento que no tardó en tomar, estaba bien lejos, aun teniendo en cuenta el precepto evangélico, de haber de ser cortada y echada al fuego. Sin embargo, el feliz éxito alcanzado no había de ser parte a ensoberbecer al iniciador de la obra; antes bien, debía hacerle repetir siempre con nueva insistencia el “atténdite a falsis prophetis», y con tal renovado propósito de permanecer en guardia contra los falsos profetas, había él de conseguir la inflexibilidad de su actitud en el gobierno de la Congregación por él fundada..
Se ha dicho que el Venerable Champagnat fue excesivamente severo y riguroso, y aun el recuerdo de su conducta pareció a algunos como motivo suficiente para poner en duda el heroísmo de sus virtudes. Pero el Divino Maestro empuñó los azotes contra los profanadores del templo; y Marcelino Champagnat, ¿no debía armarse de santa intransigencia contra quien osaba profanar el templo vivo de Dios? ¿No debía armarse contra quien hubiese querido envolver en las tinieblas del error o en manchar con el fango del vicio a aquellas almas que deseaba el Señor esclarecer con la luz de la verdad por ÉL anunciada y adornar con las gracias por ÉL derramadas profusamente? No se olvide que Marcelino Champagnat anhelaba se estuviese siempre en guardia contra los falsos profetas; a él, pues, tocaba dar el buen ejemplo. No se olvide que un maestro de nuevas doctrinas ha de emplear unas palabras tanto más francas cuanto más desee persuadir a sus discípulos; de igual modo, el corrector de un Instituto, y con mayor razón el reformador de la sociedad, ha de afirmar netamente el espíritu de su reforma. Y, además, téngase presente la índole de la nación a que el Venerable Champagnat pertenecía. Téngase en cuenta, sobre todo, que la lucha en la que Marcelino obró, al parecer, con demasiada precipitación, era lucha empeñada contra un vicio que no admite parvedad de materia; era lucha que tendía a alejar de su Instituto cualquiera sospecha de aquiescencia o tolerancia del mal; era finalmente, una lucha que propendía a asegurar a los Hermanos Maristas, no por meses ni por años, sino por siglos, la sublime aureola de la pureza de costumbres..
Parécenos, pues, ¡oh, hijos muy queridos!, estar en lo cierto cuando decimos que la vida del Venerable Champagnat ha de estudiarse a la luz de la misión que abrazó: atténdite a falsis prophetis». El fulgor de aquella luz disipa efectivamente las tinieblas de la humana crítica, porque aquella misión fue de veras árbol bueno, y «non potest arbor bona malos fructus fácere»..
El Evangelio de hoy añade, empero, una frase que es para nosotros argumento aun más apodíctico, y su fuerza nos persuade para siempre que la misión del Venerable Champagnat determinó el heroísmo de sus virtudes. En efecto: la lección evangélica de esta Domínica termina con las palabras del Divino Maestro: “No todos los que me dicen, Señor, Señor, entrarán en el reino de los cielos, sino sólo quien cumple la voluntad de mi Padre entrará en el reino de los cielos». No fue la inclinación personal la que movió a Marcelino Champagnat a abrazar la misión de llamar al arma contra los falsos profetas de la época; la mediocridad de su talento y lo exiguo de su cultura se lo habrían disuadido. Pero la prolongada permanencia en el Seminario de Lyon y la amistad allí contraída con santos levitas, destinados también a sanar las llagas de la sociedad contemporánea, fueron la ocasión de que Dios se sirvió para atraer la atención de Marcelino acerca de la necesidad de instruir a los niños en las verdades de la Fe. Cierto día fue llamado de repente para acudir a la cabecera de un joven moribundo, y al notar con el dolor consiguiente, que un niño de doce años ignoraba hasta los primeros rudimentos de la Fe, creyó el piadoso Coadjutor de La Valá oír el eco de la voz de Dios, que le confiaba el cuidado de los hijos del pueblo, necesitados de la más elemental instrucción. Ciertamente en este hecho, Marcelino Champagnat reconoció la voz de Dios, que le llamaba. Y, en consecuencia, renunció al momento el modesto, aunque muy querido cargo de Coadjutor de La Valá, y, al fundar el Instituto de los Hermanos Maristas, se mostró tan seguro de hacer la voluntad divina, que no reparó en dificultades opuestas por amigos y adversarios. Cuentan testimonios oculares, de quienes se conservan oportunamente sus atestados auténticos, que así a los amigos como a los adversarios, el Venerable Champagnat solía decir: así yo supiera que esta obra no viene de Dios, la abandonaría al instante». ¿Se necesita algo más para creer que Marcelino Champagnat abrazó la misión de poner en guardia contra los falsos profetas de la época, porque con razón pudo pensar que Dios la quería cumplida precisamente por él? Si de otro modo hubiese obrado, habría sido del número de los que dicen a Dios: a ¡ Señor, Señor ! )) . Pero de éstos dice el Divino Maestro, convertido en severo Juez: Non omnis qui dicit mihi, Dómine, Dómine, intrabit in regnum coelorum))..Para entrar en el reino de los cielos, prosigue el mismo Divino Maestro, precisa hacer la voluntad de mi Padre, que está en los cielos “Sed qui facit voluntatem Patris mei qui in celis est, i7se intrabit in regnum caelorum»..
Ya otras veces hemos dicho que el cumplimiento de la divina voluntad es elemento necesario y suficiente para la santificación de los Siervos de Dios: elemento necesario) porque con él la virtud puede rayar en el grado más heroico. Y tú, digno hijo de Francia, cumpliste la misión que el Señor quiso confiarte; la cumpliste con constancia, pues jamás pudieron apartarte de ella los consejos de los hombres que exageraban sus peligros; la cumpliste con generosidad, no retrocediendo nunca ante las dificultades del ambiente en que moverte debías; la cumpliste, en una palabra, con la recta intención de quien está cierto de que ejecuta la voluntad divina. Repite, pues, y considera como tuya la lección evangélica de hoy, que por entero a ti está dedicada. Nos insistimos especialmente en las últimas palabras de dicho Evangelio: aquí facit voluntatem Patris mei qui in caelis est, ipse intrabit in regnum celorum», y en ellas, como en granítica base, queremos apoyar el decreto que proclama el heroísmo de tus virtudes..
Aquí podríamos poner punto a nuestro razonamiento. Pero no queremos hacerlo sin antes invitar a Nuestros amados hijos presentes, y en ellos a cuantos hijos Nuestros tenemos por el mundo esparcidos, a reflexionar que la vida del Venerable Champagnat puede ser fecunda para todos en saludables enseñanzas.
Precisamente porque el heroísmo de sus virtudes supone el cumplimiento de la misión a él por Dios confiada, es menester que todos resuelvan cumplir siempre bien los deberes del propio estado, pues en éstos, como en aquellos determinados por Dios, han de reconocerse que va envuelta la divina voluntad. Y si a Dios pluguiese encomendar a algunos una misión especial, debieran llevarla a cabo dócilmente, sin amilanarse ante las dificultades.
Y como quiera que no se equivocaría quien dijera ser necesario también en nuestros días ponerse en guardia contra los falsos profetas, la misión confiada a Marcelino Champagnat podría ser renovada, no sólo en favor de sus hermanos e hijos, sino aun de sacerdotes y legos extraños a la Sociedad de María y a la Congregación de los Hermanos Maristas; unos y otros, no obstante, debieran ser otros tantos Marcelinos Champagnat.
No dudamos que tales serian los favorecidos por tan privilegiada misión, como convencidos necesariamente de que «qui facit voluntatem Patris mei qui in coelis est, ipse intrabit in regnum coelorum»; pero, a fin de que sea más solícita y más generosa la correspondencia a la gracia divina, Nos invocamos la abundancia de las bendiciones celestiales, no sólo sobre los Superiores Generales de la Sociedad de María y de la Congregación de los Hermanos Maristas, cuya presencia Nos complace en sumo grado, sino también sobre todos los religiosos de ambos Institutos, augurando la continuación entre ellos de esa noble competencia en la imitación de las virtudes de aquel Venerable Siervo de Dios, que pertenece por igual a uno y otro Instituto. Y deseamos asimismo que la bendición del cielo descienda copiosa sobre religiosos y laicos; en suma, sobre todos los que, haciéndose eco de las palabras divinas “atténdite a falsis prophetis” con su dócil y fiel correspondencia a la gracia, confirmarán, una vez más, que «únicamente los que hacen la divina voluntad pueden entrar en el reino de los cielos: qui facit voluntatem Patris mei qui en coelis est, ipse intrabit in regnum caelorum».
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